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El llamado de la diosa luna

La esposa rebelde del rey alfa. Capítulo 3.

Andrew. 

La fiesta estaba en su máximo apogeo, un gran número de familias prominentes de nuestro Clan se habían dado cita para solicitar la mano de la hija mayor de Dorian Cooper, uno de los alfas de mayor renombre de nuestro imperio. Los alfas trataban de congraciarse con la familia, buscando la aprobación, y aún cuando la joven en cuestión tenía antecedentes que no eran muy bien vistos en nuestro círculo, eso resultaba poco trascendente al momento de establecer prioridades. Se hablaba mucho sobre el carácter de la chica y su poca empatía a cumplir con sus obligaciones como luna de nuestra prestigiosa sociedad, regida por el deber y las tradiciones, pero como toda hija de familia, no le quedaba más alternativa que cumplir con su deber, le gustara o no, ya que nuestro linaje tenía que preservarse, y para ello era necesario cumplir con el ciclo natural sin importar los sentimientos y los deseos personales de cada licántropo. Teníamos tan sólo unos minutos de haber llegado, y estábamos apunto de bajar del coche cuando una extraña sensación se apoderó de mí, primero una opresión en el pecho, seguida de un calor intenso que se desplazaba por mi cuerpo sin que pudiera detenerlo, conocía muy bien lo que me estaba pasando, sabía perfectamente de qué se trataba, pero me negaba a aceptar que la diosa Luna me hubiese elegido precisamente a mí, a mí qué había blindado mi corazón para no volver a sentir, y venir a pasar justo en ese momento. Empecé a preocuparme, pensé qué estaba traicionando la memoria de mi amada Stella, quien había sacrificado su preciosa vida por protegerme, cuando la vi derrumbarse en mis brazos, sentí que mi alma se desprendía para siempre, que el dolor me perseguiría por toda la eternidad, esa bala de plata me arrebató el tesoro más grande que poseía y me condenó a vivir en un abismo de desesperanza del cual no había logrado sobre ponerme. Le pedí a mi beta que se adelantara para que hiciera acto de presencia, y de esa forma no hacer esperar a los anfitriones de la celebración. Respiraba con mucha dificultad, pero traté de reprimir toda sensación para que Eric no se preocupara y me dejara a solas.

– ¿Estás seguro que quiere que me vaya Señor? –Preguntó mi beta un tanto desconcertado. 

–Creo que es lo mejor, Eric, necesito un momento a solas – respondí tratando de sonar lo más convincente posible. 

–Desea qué le hable a Dorian sobre su presencia? –Inquirió con cautela.

– será mejor que no lo hagas, quiero que mi presencia pase desapercibida – manifesté con total seguridad. 

El asintió y se dispuso a bajar del coche, fue directamente hacia donde se encontraba el jefe de la guardia real para pedirle que me dejaran solo, en ese momento era lo mejor, necesitaba despejarme y aclarar todo lo que me estaba ocurriendo. Un mar de confusión se instaló en mi interior, y un cúmulo de sensaciones me torturaban, ¿cómo podía estar pasándome eso a mí?, aquello sólo sería traicionar el pacto que había hecho con Stella, le juré que nunca habría nadie más en mi corazón, y eso estaba apunto de cambiar, pues cuando el vínculo llegaba, no había nada que se pudiera hacer, primero era una atracción arrebatadora, y después, no, no quería ni pensarlo, nadie más podía instalarse en mi corazón y en mis pensamientos, no estaba preparado para recibir en mi vida a la compañera destinada por la diosa luna, m*****a sea, eso no podía estar pasándome. Bajé a toda prisa del coche, respiré profundo y trate de caminar sin ser visto, afortunadamente la puerta que daba al jardín estaba entre abierta y no se escuchaba el bullicio que había en la mansión. Me abrí paso entre las flores y plantas que adornaban el hermoso lugar, y entonces mi corazón empezó a latir desenfrenadamente, sintiendo como mi cuerpo se estremecía tras los embates de mi lobo interior, que se había despertado de golpe, generalmente sólo se hacía presente cuando estaba en peligro o en los momentos de dificultad, pero él, también se había dado cuenta de la presencia de nuestra compañera y necesitaba con desesperación ir hacia donde ella se encontraba.

– ya basta, Harold, no me puedes estar haciendo esto – reprendí a mi lobo interior enérgicamente intentando que pudiera controlarse.

–Mate– repetía mi lobo con voz de trueno.

– no, esto no puede ser, debe tratarse de un error, tiene que ser así – repliqué con vehemencia.

Resultaba inútil seguir negando lo inminente, ella estaba muy cerca, y muy pronto tendría qué hacer frente a nuestro destino me gustara o no; y como si las cosas no pudieran empeorar, entonces la vi, era la luna más espectacular que hubiesen visto mis ojos, alta, y con una figura estilizada que podía enloquecer a cualquiera, piel blanca, y unos ojos azules, expresivos y arrebatadores que me cortaron la respiración cuando se cruzaron con los míos. Ese delicioso aroma apareció, y la conexión entre nosotros se hizo presente, al parecer ella estaba tan impresionada como yo, pues en cuanto se percató de mi presencia quiso salir huyendo; pero yo no podía permitírselo, tenía la imperiosa necesidad de hacer contacto con su hermosa piel, mirarme en sus ojos, tocarla, besarla con esa pasión arrolladora que me estaba consumiendo. Y por si eso fuera poco, mi lobo estaba apunto de volverse loco y amenazaba con dejar salir sus instintos más primitivos. Inspiré profundamente tratando de llenar de aire mis pulmones, y cuando vi que ella se marchaba, entonces no pude más, de unas cuantas zancadas estaba frente a ella y la rodee con mis brazos evitando que se marchara.

–Suéltame – se escuchó la hermosa voz de mi mate que se encontraba temblando entre mis brazos.

– imposible, compañera – alcancé a decir tratando de controlar mis impulsos.

Su mirada se intensificó, y un fuerte destello se instaló en sus hermosos ojos, había fuego en su mirada y eso avivaba aún más el deseo que sentía por ella. Su aroma resultaba embriagador, estábamos tan cerca que me resultaba prácticamente imposible resistirme a tan encantadora tentación.

– no sé de qué hablas– exclamó la chica tratando de safarse de mi agarre.

–Sabes muy bien de lo que hablo, pequeña, el llamado no miente, y en este momento los dos estamos sintiendo exactamente lo mismo – le dije mientras me acercaba más a ella.

– debes estar confundido – pronunció con un hilo de voz.

– sabes muy bien que no es así, puedo sentirte, la exaltación se percibe en el olor de tu piel, tus ojos me dicen lo que tus palabras niegan, definitivamente no es una confusión, tú eres mi compañera aunque intentes negarlo – repliqué con la poca cordura que me fue posible.

– no seas engreído, yo no estoy sintiendo absolutamente nada por ti – vociferó. 

Al escuchar tales afirmaciones mi orgullo alfa emergió desde lo más profundo y entonces dejé de ser racional y fue mi lado salvaje el que se hizo presente, estrechándola contra mi cuerpo, reduciendo aún más el contacto entre los dos, se podían sentir los latidos de nuestros corazones en forma desenfrenada, entonces pegué mi rostro con el de ella y la besé en los labios en forma apasionada, y aún cuando en un principio mi Luna se resistía, terminó por sucumbir al deseo abrumador que nos estaba consumiendo. El beso se hacía cada vez más intenso, y las pulsaciones se dispararon a límites inimaginables, nuestra respiración se sentía cada vez más agitada, y por primera vez experimenté la pasión más descomunal, la cual creí que había muerto junto con Stella. Haciendo acopio de el poco autocontrol que me quedaba, me aparté bruscamente de ella, fijé mis ojos y pude percatarme del rubor que tenían sus mejillas, su cabello estaba algo despeinado y al igual que yo le estaba costando trabajo recomponerse.

– ¿Sigues pensando que sólo se trata de una confusión por mi parte? –Pregunté por fin.

–Eres insufrible, y si crees que voy a dejarme llevar por ese tonto llamado, te equivocas – espetó con furia. 

Todo parecía indicar que las cosas no serían nada sencillas con aquella chica, pues a simple vista se podía percibir que era de armas tomar, una luna rebelde con pensamientos e ideologías propias, no sabía si eso me gustaba, pues luego de haber tenido una esposa bella y obediente, siempre dispuesta a complacerme en todo, tener que enfrentarme con esta nueva encrucijada, definitivamente rompía con los parámetros establecidos de nuestra sociedad, y no estaba seguro si era lo que quería para mí en ese momento. Ella se marchó, y aún cuando en un principio quise detenerla, preferí dejarla tranquila por el momento, me sentía intrigado por saber quién era ella, pero necesitaba acomodar mis ideas y planificar lo que debía hacer con respecto a esa hermosa joven que tanto me había perturbado. Ella caminaba hacia la casa, cuando de repente un alfa apareció, tenía cara de pocos amigos, lo cual significaba que algo en mi mate le molestaba, por lo que me dispuse a escuchar lo que estaban hablando.

– ¿Hasta cuándo vas a seguir avergonzándome Diana?, La fiesta se ha hecho en tu honor y tú te desapareces, así que te exijo que regreses inmediatamente al salón y que abras muy bien tus ojos, porque esta noche elegiremos un alfa para ti, te guste o no – manifestó con severidad.

– estoy harta de qué todos quieran dirigir mi vida, padre, no voy a casarme con nadie, no quiero ningún alfa, y no me importa qué con eso me gane el destierro – exclamó furiosa.

Su padre tenía el rostro encendido por la ira, y la tomó bruscamente por el brazo causándole un gran dolor por la expresión que vi en el rostro de mi Luna.

– no te atrevas a desafiarme si sabes lo que te conviene, esta noche saldrás de esa fiesta con un compromiso arreglado así tenga que obligarte – le dijo. 

– pues entonces tendrás que matarme, porque no voy a obedecer tus órdenes, no me voy a condenar a una vida miserable para que tú puedas preservar tu tonto linaje – lo increpó ella. 

Él estaba apunto de golpearla con brutalidad, pude deducirlo por el odio que se reflejaba en su mirada, por lo que decidí intervenir para evitar que la lastimara.

–Buenas noches, Dorian– resoplé dejando salir la fuerza de mi poderío.

El vuelve su rostro y se muestra incrédulo ante lo que sus ojos están percibiendo.

– estamos honrados de qué nos acompañe, señor, de haber sabido que venía lo hubiésemos recibido en una forma más apropiada para su posición – expresó Dorian con solemnidad.

– ¿Está todo bien con la señorita? –Pregunté tratando de indagar en lo sucedido.

– oh sí, por supuesto, sólo estábamos teniendo un pequeño mal entendido que ya se aclaró, ¿cierto hija? –Mintió tratando de persuadirme.

Ella asintió sin mucho entusiasmo, y pude ver la turbación que experimentó en ese momento al percatarse de qué quien se encontraba allí era el mismo alfa con el que había tenido un encuentro minutos antes.

– su majestad, ella es mi hija Diana, y esta celebración es para elegir a su compañero – me informó Dorian.

En ese momento sentí como una punzada de celos me invadía, a pesar de estar renuente a aceptar el vínculo, el solo hecho de pensar en la posibilidad de qué otro alfa pudiera tener a Diana, me enloquecía por completo.

– encantado de conocerte, Diana – le dije mientras tomaba su mano para besarla.

Ella me miró, confundida, seguramente no entendía lo que estaba sucediendo, y mucho menos sabía quién era yo y porque su padre se estaba comportando de una manera tan exagerada conmigo.

–Debes hacer una reverencia, hija, tienes frente a ti al rey de los licántropos– explicó haciendo que la joven palideciera ante lo que acababa de escuchar.

–Tienes una hija realmente hermosa, Dorian, y sólo por eso se le perdona todo – contesté con una risita burlona en el rostro.

Ambos reímos y la chica me miró con desagrado, sin duda era una fierecilla rebelde a la cual sin duda me gustaría tener a mi completa disposición, pues desde el preciso instante en el que la vi, me había trastornado, causando lo inimaginable en cada célula de mi cuerpo.

–Señor, si me hace el honor, me gustaría pedirle que nos acompañara al salón – solicitó el padre de la chica.

– desde luego, para eso he venido, ¿me permites señorita? –Le dije mientras la tomaba del brazo.

Quería que todos me vieran del brazo de esa hermosa joven, que se dieran cuenta que ella me pertenecía, y no sólo por tratarse de mi compañera destinada, sino porque aún cuando me negara a aceptarlo, ella me había trastornado desde el primer momento en el que la vi, y aún cuando la razón me decía que debía apartarme de ella para no traicionar el recuerdo de Stella, mi cuerpo y algo en lo más profundo de mi ser, me exigían qué la reclamara para mí. Ingresamos al salón y todas las miradas se posaron en nosotros, obviamente ver aparecer al rey alfa junto a la luna prometida de esa noche, causaría un gran revuelo y levantaría suspicacias, lo cual me tenía completamente sin cuidado, puesto que ya había tomado una determinación al respecto, y no habría nada ni nadie que pudiera echar atrás esa decisión que había tomado con respecto a Diana.

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