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Ruby Lang estaba frente a la cama de Bill. El hombre tenía ojos bien abiertos. Podía escuchar lo que esa mujer decía. —Una vez que haya seducido a tu hijo, voy a matarte, también me desharé de esa esposa estúpida y su odiosa hija. Al final, solo quedaré yo. Emerson estará triste, que seducirlo será pan comido, entonces, tú serás un fantasma. Me quedaré con todo, tal vez también con Emerson, porque es muy guapo. Bill la miraba con rabia, esa mujer era tal como èl era, no, tal vez era peor. Bill gruñía, luchaba por hacer ruido, por hablar, pero no podía, mientras Ruby Lang solo se burlaba de èl. —Emerson… —Balbuceó el hombre con debilidad. Ruby abrió los ojos en pánico al escucharlo, querer hablar, siseó al instante. —¡Cállate, maldito! Cállate, no debes hablar —dijo. La mujer observó entre las medicinas que estaban en el buró y observó un sedante; lo puso en una inyección. Poco a poco, Bill fue quedándose, dormido, incluso si no quería. Su cuerpo ya no respondió, se quedó inconsc
Al entrar de nuevo en esa mansión, el ambiente se sentía extraño, denso. Anya se detuvo, observó la escalera. Cuando mirò el rostro de Emerson, notó que estaba pálido. —¿Fue aquí donde ella…? Emerson hundió la mirada, asintió muy lento. —Por favor, no hablemos de ella. Anya entendió que le dolía, eso la hacía sentir peor, porque, aunque no lo quería admitir, sentía que Bianca seguía siendo un fantasma entre los dos. Ella subió a la niña hasta su alcoba. Al entrar, observó otra habitación, se sorprendió de no usar la anterior, sino la que siempre fue de Emerson. —No dormiré contigo. Emerson la mirò con desconcierto. —No lo esperaba, aunque es lo que más deseo cada noche desde que te perdí, sin embargo, te dejé esta alcoba, yo estaré en la contigua. Anya se sintió tonta, asintió. Observó la hermosa cuna con doseles blancos, donde recostó a Sienna, que ya estaba dormida. La pequeña solía dormir mucho, con apenas un par de meses, y era muy tranquila. Emerson se acercó y acaric
Ruby estaba con el abogado. Estaba furiosa al escuchar las noticias. —¡No puede ser! No pueden dejarme sin nada, esta mansión es mía, el dinero que posee Bill ya es mío; ¡tengo una hija suya que debe merecer una herencia sustanciosa! —dijo —Podría ser, pero solo sobre el dinero que está a nombre de Bill Carrigan, y solo son un par de millones de dólares, señora. En realidad, la fortuna Carrigan proviene de una herencia de la difunta señora Smith. Si se comprueba que tienen el testamento original de la señora Syara Smith y que ella dejó la herencia solo para sus dos hijos, no habrá qué hacer. Es definitivo que el señor Bill Carrigan deberá devolver todo el dinero íntegro de la herencia, y las propiedades. —¡No es justo! Yo merezco esta gran fortuna —bramó como un animal que había sido pisado. La puerta se abrió y la mujer vio ante ella a Emerson, Denver y Hank. —Lamento llegar tarde —dijo Emerson, casi al instante también apareció su abogado. —¡Emerson, no puedes hacerme esto! No
—¿Qué demonios dices, mujer? ¿No sabes quién soy? Christine no parecía ni una pizca de asustada, le mirò con ojos severos. —Tiene una semana para reunir el dinero, lo quiero en efectivo, le llamaré para decirle dónde debe dármelo. La mujer dio media vuelta y se fue. Los ojos de Ruby Lang casi salían de sus ojos, estaba roja de rabia, no podía creer que la hubiesen chantajeado de una forma tan vil. Su cuerpo incluso temblaba, recordó el cuerpo de Hannah, y ahora se arrepentía profusamente por lo que hizo, pero no por el hecho de Hannah estuviera muerta, sino por el hecho de que esa mujer supiera todo, e incluso la chantajeara con decirlo. —¡¿Cómo pude ser tan tonta y permitir que esa malnacida me viera?! La empleada entró con la pequeña bebé en brazos. —¡¿Qué quieres?! —La niña tiene hambre, señora. —Haz lo que sea para que coma, pero no la amamantaré más —sentenció, saliendo de ahí. La empleada sintió mucha pena por la niña y buscó la forma de darle comida. *** —¡Mientes! E
Cuando Betty llegó a casa, estaba aturdida, no había dejado de llorar, pero tuvo que calmarse, debía entrar a su hogar, fingir que estaba bien. Miró su rostro, sus ojos estaban enrojecidos, respiró profundamente. «¿Es mi hijo? ¿Es una mentira? ¡Es una pesadilla!», pensó Pellizcó su piel para recordar que eso era la realidad. Cuando entró en la casa, escuchó una vocecilla al fondo, en el salón; era la voz de Bradley. El hombre cantaba una dulce canción de cuna, la balanceaba con profunda ternura y cuidado. El corazón de Betty resonó como un tambor, casi quería sonreír. Bradley era más que un excelente hombre, padre y esposo. También era el dueño de su corazón, era su amor, el hombre con el que quería envejecer, y amarlo hasta el fin. Una lágrima rodó por su mejilla. Bradley la descubrió. —Mi amor, ¿Qué te pasa, Betty? ¿Por qué lloras? Betty limpió sus lágrimas, negó. —Lloro de felicidad —dijo dubitativa Bradley frunció el ceño, había algo en su tono de voz que no le convenci
Anya obligó al hombre a ir con ella, intentó llevarlo a su alcoba, pero Emerson fue hasta la suya. Estaba demasiado ebrio. Anya siseó, no quería que hiciera ruido y despertara a Sienna, èl también siseó con una mueca burlona en el rostro. Llegó a la cama, se quitó la camisa, se quitó los zapatos, y se recostó como si fuera un costal de papas, poca abajo. Anya pudo ver su cicatriz aún enrojecida, la tocó, claro que no había más dolor físico, pero sí era un recordatorio de cuando Emerson tocó el infierno. Él se giró a mirarla, sus ojos aún estaban húmedos. —No fue por ella, no pienso en ella, nunca, solo en ti. Te hice daño, te hice tanto mal, Anya, y tú eres tan bueno, no lo merecías —dijo acunando su rostro—. Eso me persigue, me perseguirá siempre, el hecho de que pude ser tan feliz contigo, de que pude disfrutar un amor real y bonito, y lo perdí por mi idiotez, por envenenarme por una mala mujer. Me lo advertiste, no te merezco, pero dejarte ir es como perder la vida, Anya. Él l
Los ojos de Anya se volvieron severos, recordaba el daño que ese hombre le había hecho en el pasado. Se acercó a él. —¿Qué haces tú aquí? Su voz tan fría alertó a Dennis Franco. —Anya... te he estado buscando desde hace tanto tiempo, ¿por qué te fuiste así? ¿Por qué huiste de mí? Los ojos de Anya miraron incrédulos al hombre, no podía creer que fuese tan cínico. —¡Te escuché, Dennis! Era tu m*****a voz pidiendo que me hicieran un aborto, ¡Querías que perdiera a mi hija! Yo creí que eras bueno, ahora puedo verte tal como eres, y no eres alguien bueno. Dennis no esperaba eso, dio un traspié, asustado, pensó que podía volver a acercarse a Anya. La había buscado por largo tiempo sin éxito, y se enteró por una amiga en común del regreso de Anya a Chicago, así que no dudó en venir de inmediato. —¡Anya! Solo pensaba en lo mejor para ti, Emerson te había traicionado, no quería que estuvieras atada a ese hombre. —¡¿Y matar a mi hijo es tu mejor pretexto!? Quiero que te vayas, ahora mi
Anya se sorprendió de esa pregunta. Luego, un segundo después solo asintió. —Es verdad, él me ayudó a escapar, pero no me fui con èl. Emerson frunció el ceño. —¿A qué viene tu absurdo reclamo? ¿No crees que esto te va mal? —exclamó severa. —¿No tengo derecho a hacerlo? —No. Tú y yo ya estábamos divorciados. —¡Eso nunca! —En mi mente sì, incluso si hubiese querido estar con otro hombre, debías aceptarlo. Emerson abrió ojos enormes, tragó saliva para evitar gritar el dolor que estaba quemándolo. —¿Y Sienna? ¿Cómo está? Esa pregunta calmó las llamas que comenzaban a arder en el enojo de Anya, parpadeó rápido. —Está dormida, la niñera se quedó junto a ella a dormir, la llevé a su nueva habitación, así ya no tendrás que estar en la mía, todo el tiempo. Emerson sintió que eso era un retroceso para èl. Tomó la mano de Anya, y la sorprendió. —¿Podemos hablar? Creo que, lo necesitamos. Ella le mirò con duda, pero al final, cedió a sus demandas. —¿Dónde? ¿En el comedor? —No, aq