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—¿Qué demonios dices, mujer? ¿No sabes quién soy? Christine no parecía ni una pizca de asustada, le mirò con ojos severos. —Tiene una semana para reunir el dinero, lo quiero en efectivo, le llamaré para decirle dónde debe dármelo. La mujer dio media vuelta y se fue. Los ojos de Ruby Lang casi salían de sus ojos, estaba roja de rabia, no podía creer que la hubiesen chantajeado de una forma tan vil. Su cuerpo incluso temblaba, recordó el cuerpo de Hannah, y ahora se arrepentía profusamente por lo que hizo, pero no por el hecho de Hannah estuviera muerta, sino por el hecho de que esa mujer supiera todo, e incluso la chantajeara con decirlo. —¡¿Cómo pude ser tan tonta y permitir que esa malnacida me viera?! La empleada entró con la pequeña bebé en brazos. —¡¿Qué quieres?! —La niña tiene hambre, señora. —Haz lo que sea para que coma, pero no la amamantaré más —sentenció, saliendo de ahí. La empleada sintió mucha pena por la niña y buscó la forma de darle comida. *** —¡Mientes! E
Cuando Betty llegó a casa, estaba aturdida, no había dejado de llorar, pero tuvo que calmarse, debía entrar a su hogar, fingir que estaba bien. Miró su rostro, sus ojos estaban enrojecidos, respiró profundamente. «¿Es mi hijo? ¿Es una mentira? ¡Es una pesadilla!», pensó Pellizcó su piel para recordar que eso era la realidad. Cuando entró en la casa, escuchó una vocecilla al fondo, en el salón; era la voz de Bradley. El hombre cantaba una dulce canción de cuna, la balanceaba con profunda ternura y cuidado. El corazón de Betty resonó como un tambor, casi quería sonreír. Bradley era más que un excelente hombre, padre y esposo. También era el dueño de su corazón, era su amor, el hombre con el que quería envejecer, y amarlo hasta el fin. Una lágrima rodó por su mejilla. Bradley la descubrió. —Mi amor, ¿Qué te pasa, Betty? ¿Por qué lloras? Betty limpió sus lágrimas, negó. —Lloro de felicidad —dijo dubitativa Bradley frunció el ceño, había algo en su tono de voz que no le convenci
Anya obligó al hombre a ir con ella, intentó llevarlo a su alcoba, pero Emerson fue hasta la suya. Estaba demasiado ebrio. Anya siseó, no quería que hiciera ruido y despertara a Sienna, èl también siseó con una mueca burlona en el rostro. Llegó a la cama, se quitó la camisa, se quitó los zapatos, y se recostó como si fuera un costal de papas, poca abajo. Anya pudo ver su cicatriz aún enrojecida, la tocó, claro que no había más dolor físico, pero sí era un recordatorio de cuando Emerson tocó el infierno. Él se giró a mirarla, sus ojos aún estaban húmedos. —No fue por ella, no pienso en ella, nunca, solo en ti. Te hice daño, te hice tanto mal, Anya, y tú eres tan bueno, no lo merecías —dijo acunando su rostro—. Eso me persigue, me perseguirá siempre, el hecho de que pude ser tan feliz contigo, de que pude disfrutar un amor real y bonito, y lo perdí por mi idiotez, por envenenarme por una mala mujer. Me lo advertiste, no te merezco, pero dejarte ir es como perder la vida, Anya. Él l
Los ojos de Anya se volvieron severos, recordaba el daño que ese hombre le había hecho en el pasado. Se acercó a él. —¿Qué haces tú aquí? Su voz tan fría alertó a Dennis Franco. —Anya... te he estado buscando desde hace tanto tiempo, ¿por qué te fuiste así? ¿Por qué huiste de mí? Los ojos de Anya miraron incrédulos al hombre, no podía creer que fuese tan cínico. —¡Te escuché, Dennis! Era tu m*****a voz pidiendo que me hicieran un aborto, ¡Querías que perdiera a mi hija! Yo creí que eras bueno, ahora puedo verte tal como eres, y no eres alguien bueno. Dennis no esperaba eso, dio un traspié, asustado, pensó que podía volver a acercarse a Anya. La había buscado por largo tiempo sin éxito, y se enteró por una amiga en común del regreso de Anya a Chicago, así que no dudó en venir de inmediato. —¡Anya! Solo pensaba en lo mejor para ti, Emerson te había traicionado, no quería que estuvieras atada a ese hombre. —¡¿Y matar a mi hijo es tu mejor pretexto!? Quiero que te vayas, ahora mi
Anya se sorprendió de esa pregunta. Luego, un segundo después solo asintió. —Es verdad, él me ayudó a escapar, pero no me fui con èl. Emerson frunció el ceño. —¿A qué viene tu absurdo reclamo? ¿No crees que esto te va mal? —exclamó severa. —¿No tengo derecho a hacerlo? —No. Tú y yo ya estábamos divorciados. —¡Eso nunca! —En mi mente sì, incluso si hubiese querido estar con otro hombre, debías aceptarlo. Emerson abrió ojos enormes, tragó saliva para evitar gritar el dolor que estaba quemándolo. —¿Y Sienna? ¿Cómo está? Esa pregunta calmó las llamas que comenzaban a arder en el enojo de Anya, parpadeó rápido. —Está dormida, la niñera se quedó junto a ella a dormir, la llevé a su nueva habitación, así ya no tendrás que estar en la mía, todo el tiempo. Emerson sintió que eso era un retroceso para èl. Tomó la mano de Anya, y la sorprendió. —¿Podemos hablar? Creo que, lo necesitamos. Ella le mirò con duda, pero al final, cedió a sus demandas. —¿Dónde? ¿En el comedor? —No, aq
Bradley llegó a casa, apenas entró por la puerta. Betty saltó a sus brazos, entre angustiosos sollozos que asustaron al hombre. Acunó su rostro, conmocionado. —Dime, ¿Qué pasa, mi amor? Respira, por favor. Betty estaba ahogada en llanto, pero a cómo pudo se calmó, consiguió aire. Por fin pudo hablar. —Ashton… ¡Va a matar a nuestro hijo! —¿Qué? ¿Hablas de Pearl? ¿Te amenazó o algo así? Betty negó. —Bradley… ¡Ashton ha dicho que èl y yo tenemos un hijo! ¡Usó los embriones que teníamos en un vientre de alquiler, y nació un bebé! Bradley sintió que veía rojo, y su corazón se estremeció. Betty lo abrazó. —¡No puedo soportarlo! Me ha llamado, si no voy con èl… ¡Matará a mi bebé! —¡Ese maldito! Es hora de que pague todo —sentenció. Bradley pidió a la niñera de Pearl que la cuidara. Betty y él fueron a la comisaría, contaron todo lo que había pasado. Entonces, el propio comisario decidió ir con ellos. Fueron hasta esa mansión. *** Al llegar, llamaron a la puerta. Ashton, vesti
Más tarde, Anya decidió ir al cementerio. Emerson tuvo que ir a la empresa, así que Anya dejó un momento a Sienna con la niñera y Holly que estaba visitándola. Caminó hasta la tumba de su madre, llevaba rosas blancas; fue extraño estar ahí. Siempre visitaba a su padre, pero nunca imaginó que tan pronto visitaría a su propia madre. Puso las rosas en su lugar, y se puso ante ella. —Madre, la tormenta del dolor ha acabado, ahora solo queda el recuento de daños. Mi corazón estaba roto, ahora estoy sanando, tuve una hija, aunque sé que desde donde estás lo sabes bien. Estoy de nuevo aquí. Emerson sigue aquí, en mi corazón, pero siento que una parte de mí se niega a volver a entregarse a èl. Ojalá estuvieras aquí, te extraño tanto. —Anya. La voz de Denver la hizo volver a la realidad. —Denver, ¿qué haces aquí? —Quise visitar la tumba de mamá. Pero, no la encontré. Anya sonrió, lo llevó hasta la tumba de los Smith. Denver se detuvo frente a ella, se persignó, pero sintió que no te
Mandy esperó ahí, mientras Betty subió a la alcoba de su hija. La niñera estaba ahí. Betty cargó a la pequeña Pearl, la abrazó, besó su rostro, la arrojó. Las lágrimas brotaron por sus ojos. —¿Se encuentra bien, señora? Betty asintió, conteniendo su llanto. —Hazme un favor, cuando me vaya, llama al señor y dile que me fui, que debe venir de inmediato. La mujer frunció el ceño, confusa. —¿Qué dice, señora? Pero, habla como si ya no fuera a volver. —Obedece —Betty, besó la frente de Pearl, dejarla a ella y a su padre, era como acuchillarse ella misma. Le entregó a la pequeña y Betty fue a su alcoba. Empacó solo algo de ropa, tomó su teléfono, y escribió con rapidez esa carta. Sabía que pronto Bradley llegaría, debía irse ya o no sería capaz. Bajó la escalera, encontró a Mandy. Ambas salieron de ahí, subieron al auto de Mandy y se alejaron de esa mansión. Betty mirò por la ventanilla, su mundo de ensueño ahora se desmoronaba, debía dejarlo escapar, aunque su corazón se quedara