El engañoso trato

"A ver Ericka, te parece poco lo que te conté?"

"Para mí fue lo mas terrible de mi vida y no quiero echarle a perder la vida a nadie más!"

"No puedo ser egoísta y pensar solo en mí."

"Tengo que pensar en las demás personas!"

Hanna alza la voz.

Aunque tengo los ojos cerrados y estoy postrado en esta cama sin poder moverme, estoy seguro de que Hanna está sentada frente a Ericka quien la mira pacientemente.

Las conozco tan bien que hasta en este estado de inconsciencia puedo verlas en mi mente.

"Por dios Hanna, pero no te das cuenta de que si eres egoísta?"

"No me digas que cogerte a cuanto hombre maduro se te cruza en el camino o que se te acercaba en las fiestas a las que íbamos, en los cafés que asistíamos, en los eventos, no es ser egoísta!"

"Solo pensabas en tu placer!"

"No me salgas ahora con que eras altruista y lo estabas cuidado?"

"Por esa actitud tuya no pudiste ver que Leo te ama de verdad!"

Hanna exhala derrotada.

Si alguien puede hablarle así solo es Ericka, nadie más.

Ni yo puedo hablare de ese modo.

Se que Hanna se molestaría conmigo y se iría dejándome de hablar una semana.

Semana que me la pasaría enterrado en ventas para no pensar en ella.

Cuando la conocí jamás me pasó por la mente que algún día llegaría a amarla de esta manera tan descomunal, tan desmedida.

Al mismo tiempo que bajé de peso, chicas lindas de mi edad comenzaron a acercárseme.

Querían hablarme, me dejaban sus números en papelitos que metían en mi mochila.

Estoy seguro de que Hanna muchas veces se dió cuenta de esto.

Algunas chicas no me llamaban Leo, me decían por nombre completo, Leonardo y eso me agradaba.

Hanna era la única que siempre me decía niño, como si tuviera cinco años o fuera su hijo.

Muchas veces las chicas me preguntaron si ella era mi madre y todas esas veces me reía tanto que me dolía el estomago.

Con el paso del tiempo tuve citas con algunas de las chicas más guapas, algunas de ellas mas jóvenes que yo no lo voy a negar, pero nunca tan niñas.

Al menos siempre intenté que tuvieran los dieciocho años cumplidos.

Al principio todo era genial, nos conocíamos, nos dabamos nuestro primer beso, nuestro primer abrazo.

Nos tomabamos de la mano y nos abrazábamos fuerte dejando que muchas veces nuestra pasión nos rebasara.

No voy a mentir, solo con algunas de ellas tuve intimidad pues la atracción era demasiada.

Pero si lo hacía era porque era mi forma de desahogarme de lo que Hanna me hacía y hace sentir.

Imaginaba que era a Hanna a la que le quitaba la ropa...

Imaginaba que era Hanna a la que besaba todos los rincones cálidos, húmedos y deliciosos de su cuerpo.

La primera vez que me imaginé su rostro en el rostro de otra niña me asusté.

Pense que algo estaba mal en mi, algo muy mal estaba dentro de mi.

Esa primera vez me hizo darme cuenta de que sentía algo más que solo amistad y admiración por Hanna.

Cuando estábamos solos, ella me hacía sentir bien, me abrazaba sin pudor, enviándome descargas de adrenalina y deseo.

Cuando pasábamos tanto tiempo juntos, hablando, comiendo, riendo, en el tráfico, en su casa, con sus perros...

Esa cercanía me atraía más que estar con las chicas de mi edad.

Hanna es madura y centrada.

Ella me habla siempre de negocios, ventas, viajes, vida, salud, algunas veces de algún libro que ha leído, de alguna película, de diversas cosas y temas.

Las niñas con las que salía me hablaban de máquillaje, de perfumes, de fiestas, de chicos, de grupos de música, de cosas que les atraían a ellas y por alguna razón a mi ya no.

Un día me di cuenta de que estaba siguiendo un patrón en mis efímeras relaciones.

Con algunas chicas muy guapas y jóvenes solo duraba una semana.

Con otras chicas de mayor edad duraba uno o dos meses.

Cuando las cosas se ponían serias entre los dos, terminaba esa relación inmediatamente.

Incluso hubo una que otra chica que dejó caer así, como inocentemente el tema del matrimonio.

Eso jamás lo pensé para mí.

Jamás pensé en casarme hasta que una noche tuve un sueño donde me casaba con Hanna y eso se convirtió en mi obsesión.

Ya para ese entonces solo podía pensar en ella.

Todo me recordaba a ella.

Ya no podía disimular que la amaba.

Pero en ese entonces yo pensaba seriamente que ella no me amaba.

Que por alguna extraña razón nunca amaría a ningún hombre y menos se fijaría en alguien como yo, diez años menor que ella.

Hanna siempre fue sincera conmigo en sus relaciones pues ella no tenía nada que ocultarme.

O a Ericka.

Para mi desgracia siempre fui el primero en conocer a sus amantes.

Todos esos hombres eran años más grandes que ella.

Todos eran viudos, divorciados, un soltero, cosa muy rara.

Algunos solo fueron sus aventuras sexuales, las cuales nos contaba riéndose.

Obviamente que a mi no me contaba todo, eso solo se lo contaba a Ericka.

A pesar de que ella sabía que yo había tenido sexo con algunas chicas , Hanna no se atrevía completamente a contarme sus aventuras sexuales.

Algunas veces escuché sin querer sus pláticas.

Hanna le contaba entre risas a Ericka cuanto habían durado sus hombres en la cama, sus manías, su ropa interior.

Incluso si roncaban o no.

Ericka también le contaba lo que le pasaba con sus amantes, pero solo me interesaba lo que contara Hanna.

Yo se que puedo satisfacerla toda la noche.

Todo el día y de muchas formas.

En muchas posiciones...

Estoy seguro de eso.

Ella necesita un amante que la atienda bien,

que la ame bien,

que la use bien.

Tal vez no soy el amante perfecto, pero las chicas con las que tuve relaciones siempre quedaron satisfechas.

Se que no soy del tipo cincuenta sombras de grey.

O la otra película de moda, la de 365 con ese actor italiano, pero tengo deseos y necesidades propias.

Muchas noches he fantaseado con el cuerpo de Hanna, muy trabajado y tonificado porque esa mujer en verdad hace mucho ejercicio en todo el día.

He soñado con su delicioso cuerpo enfundado en lencería muy reveladora, o tal vez en lencería comestible para mi disfrute personal.

También he fantaseado con esposarla a la cama, dejarla incapaz de tocarme y darle mucho, pero mucho placer.

Darle nalgadas y ver como su piel blanca se enrojece mientras la penetro.

Besar su cuello y dejarle miles de marcas de mi boca en su piel.

Noches enteras desperté duro con esos pensamientos.

Algunas veces cuando más me dolía, llamaba a alguna chica que gustosa aceptaba pasarse por mi departamento para aliviarme.

Pero el día que casi digo el nombre de Hanna mientras tenía a otra chica debajo de mi decidí que no tendría más sexo para desahogarme.

Después de eso decidí darme una oportunidad con una niña de veintiún años, Danna, quien se parecía físicamente a Hanna.

Algunas personas incluso preguntaban si eran familiares.

Ellas bromeaban diciendo que eran tía y sobrina.

Danna tenía una mente madura y centrada en su trabajo, justo como Hanna.

Danna quería viajar por el mundo y conocer muchos lugares.

Su plática no era la normal de niñas de su edad y eso me gustaba.

Pero el día en que ella y yo intimamos, ese único día casi digo nombre de Hanna cuando más excitado estaba.

Afortunadamente me contuve, pero en mi mente repetía fuertemente el nombre de Hanna, mientras que imaginaba que era a ella la que le estaba regalando esa sesión de sexo ardiente.

Después de dos meses, mi relación más larga con una chica, terminé con Danna, quien lo tomó muy bien.

Incluso me agradeció el tiempo que pasamos juntos.

Ella no armó ningún escandalo ni lloró.

Tampoco me rogó como otras chicas habían hecho antes.

No, ella solo me dijo que podíamos ser amigos, pero ambos sabíamos que no nos volveríamos a ver.

Eso fue refrescante, por la que la comparé instintivamente con Hanna.

Cuando sus relaciones terminaban, lo hacían de buena manera.

Hanna les agradecía a los bastardos afortunados por el tiempo que le habían dedicado y nunca más se volvían a ver.

Ahora mi mayor competencia es Kristoff.

Ese alemán idiota que ha tenido el placer de estar con Hanna.

Entre sus bellas piernas...

Ese idiota alemán ha tenido el placer de tocarla completamente desnuda.

De penetrarla y besarla por más de seis meses.

Cuando pueda moverme le diré a ese tipo que se largue de la vida de Hanna porque ella es mía y de nadie más.

"Te haces la tonta."

"Dime ya porque crees que le arruinarás la vida a Leo."

"Dimelo ya, porque eso no es todo lo que tienes guardado en tu interior."

Exige de forma tajante Éricka.

"Que más quieres que te diga?"

"Ya lo sabes todo estúpida!"

"Es obvio porque no quiero arruinarle la vida!"

Grita Hanna exasperada.

"Yo me golpeo la cabeza en el suelo y a ti se te mueren las neuronas Ericka!"

Remata Hanna sus palabras muy enfadada.

"Por la diferencia de edad Ericka!"

"Nuestras edades son un obstáculo!"

Bufa Hanna.

"No seas infantil Hanna, ni tampoco te hagas la mártir?"

"En esta vida el amor es lo más importante, no la edad!"

Comenta Ericka sin más.

"Eso lo dices tú porque a veces tienes sexo con chicos de la edad de Leo, lo se perfectamente."

"Así como también te buscas alguien de tu edad, pero se que prefieres a los chicos jóvenes."

"Por eso dices eso!"

Responde Hanna mientras Ericka permanece en silencio.

"Pero a ver, explícame porque tu no estás casada ya Ericka?"

Incómodo silencio entre las dos.

"Pues, porque yo no quiero Hanna!"

"Quiero seguir disfrutando de mi vida antes de cumplir los cuarenta."

"Me preocuparé por conseguirme un viejito que se muera rápido y me herede su fortuna después!"

"Pero no te desvíes del tema Hanna, estamos hablando de ti, no de mi."

"Dime porque te opones a tener una relación con Leo."

Ericka vuelve a cuestionar a Hanna.

"No quiero que Leo despierte el día de mañana con una vieja de cincuenta años a su lado."

"Leo tendrá en ese entonces cuarenta."

Comenta Hanna con voz quebrada.

"No quiero que se sienta frustrado al estar casado o viviendo conmigo."

"No quiero, me rehuso, no lo haré."

Una silla se mueve y me imagino que alguien se levantó.

"Hanna, se que te aterra."

"Como mujeres nos aterra envejecer, pero es algo natural."

"Pero no creo que eso le afecte a Leo."

Ericka intenta tranquilizar a Hanna.

"Quien te ama te amara toda la vida y creo que Él piensa así."

"Además muchos hombres se han casado con niñas y a ellas no les preocupa como se verán sus esposos en diez años."

Buen punto Ericka.

"Porque la sociedad acepta eso."

"Es bien visto que el hombre sea más grande que las mujeres."

"Incluso es hasta deseable, pero no al reves Ericka!"

"Mira que he leído muchos libros de esos que nos gustan, eróticos con trama."

Hanna habla mientras camina, lo sé porque porque se oyen pasos en el piso.

"Y en todos los casos, en todas las parejas, las protagonistas femeninas son más jóvenes que ellos."

"Incluso uno de esos libros una chica de veintiuno se casa con un hombre de cincuenta años."

"Lo ves?"

"Eso tampoco se ve muy bien pero es permitido."

"No que la mujer sea más grande, eso se ve mal, todos nos verán mal!"

"De por si las chicas me odian por siempre estar al lado de Leo."

Hanna golpea algo mientras sigue hablando.

"Creen que es mi sugar baby porque siempre estamos riéndonos y nos llevamos bien!"

Hanna se sienta de nuevo, lo escuché.

"Por eso ideaste lo de Marlene?"

Cuestiona Ericka.

"No, lo idee porque este niño se pasó de la raya..."

"Él me tocó."

"Él me declaró su amor directamente y me asusté."

Declara Hanna.

"Eso lo sabía Hanna."

"Leo me contó rodo."

"Yo podía ver a kilómetros de distancia el amor que Leo siente por ti."

Responde Ericka ayudándome a que sepa que amo a Hanna!

"Por eso te odian las chicas, por eso te envidian!"

"Ella ven los ojos de amor que pone Leo cuando te ve."

"Porque ven lo caballeroso que es contigo, porque ven su cercanía respetuosa."

"Porque ven como te adora, pero la única que no lo ve por idiota eres tú!"

"Este supuesto niño es más hombre que el Kristofer que te medio coge."

"Y me imagino que ha de ser mejor amante en la cama..."

Ericka me defiende tan bien!

"Cierra la boca Ericka, no quiero imaginármelo!"

"Oh Leo....mmmhh..."

"Si Leo....hhummmm... jajajajaa!"

Ericka se burla de Hanna.

"Eres una bruja m*****a!"

Responde en tono burlón Hanna.

"Si pero me amas Hanna, lo sabes, lo se, Leo lo sabe y no somos lesbianas eh?"

"Solo nos amamos de otro modo."

Ericka deja claro su punto de vista.

"Lo se Ericka, te amo si, pero amo más a este niño."

"Por eso quise que probara como era estar casado con alguien de su edad.x

"Además ya tenían una hija en común, eso los uniría más."

Hanna vuelve a lo mismo!

"Te das cuenta que jugaste a ser dios?"

Inquiere Ericka.

"No, me doy cuenta de que solo quería y quiero lo mejor para Leo."

Responde Hanna con firmeza.

"Porque nadie más puede verlo?"

Se escucha el rumor de alguien dejándose caer pesadamente en otra silla y luego sollozos.

M****a.

Hanna está llorando de nuevo y sigo sin poder moverme ni abrir los ojos.

M*****A SEA!

"Si lo que querías era que te olvidara no funcionó."

"Leo aceptó tus términos, tu acuerdo de dos años donde viviría junto con Marlene y la niña."

"Pero no si funcionaba y Leo jamás llegaba a amarla, se divorciaría y te casarías con Él."

"Dime si eso no es amor del bueno, Hanna."

"Él renunció a ti por seis meses cuando lo mandaste solo a abrir campo en otro país."

"En esos seis meses no te habló para nada, puedo saberlo porque tu nunca lo mencionaste."

"Cuando Leo me hablaba a mí por celular me decía que te extrañaba como loco y..."

Más sollozos de Hanna.

Lo que dice Ericka es cierto.

Cuando la cosa con Marlene se puso seria y la niña, mi hija a la mala, casi cumpliría cinco años tanto sus padres de Marlene como Hanna misma me presionaron para que me casara con ella y le diera un papá de planta.

Y un esposo a Marlene.

Pero yo no amaba Marlene.

Había caído en su juego por el afrodisíaco que nos pusieron ese día.

Algo de lo que me enteré tiempo después de boca de la mamá de Marlene.

La señora lo decía con orgullo porque su hija había conseguido en mi...

"Un buen partido."

Furioso fui a reclamarle a Hanna y ella minimizó todo el asunto diciendo que yo podría ser feliz con una niña tan hermosa como Marlene con quien ya tenía una hija.

Además de unos suegros maravillosos que se preocuparían por mí y mi esposa.

Hanna sería la madrina de la niña y de Marlene, cuidándonos y proporcionándonos mucho trabajo.

Ese día perdí los estribos.

Algo dentro de mi explotó y rompí varios platos que Hanna lavaba en su cocina.

Aun recuerdo lo que furioso le dije a Hanna.

"Es que no ves que no quiero casarme con Marlene?"

"Quiero estar contigo Hanna, CARAJO!"

"Soy solo un capricho, soy solo lo prohibido."

Respondió Hanna sin alzar la voz.

"En cuanto me tengas te darás cuenta de que soy mas vieja que tú, la amistad se deteriorara y no quiero eso."

Respondió Hanna sin ofuscarse.

"Te quiero tanto que solo quiero lo mejor para ti y lo mejor es Marlene que es más joven y..."

Calle a Hanna en ese momento.

"Otra vez con lo mismo Hanna?"

Resoplé furioso.

"La edad me vale un carajo!"

"Yo te amo, te he amado desde hace mucho tiempo, te sueño, te deseo!"

Grité enfurecido!

"Por eso es que nunca duras con tus novias Leo?"

"Por mí?"

Preguntó Hanna con evidente asombro en su cara.

"Si Hanna, tú eres mi mayor anhelo!"

"Quiero amarte, déjame demostrarte que no eres mi obsesion!"

"Déjame demostrarte que te amo, que no me importa tu edad ni la mía..."

"Déjame demostrarte que puedo ser mejor que todos esos amantes tuyos."

Rogué con el corazón en la mano.

"Eso es lo que en verdad quieres?"

"Solo demostrarme que eres mejor que todos mis amantes en mi cama?"

"Jamás pensé que pensarías de esa manera Leo."

La voz de Hanna se escuchó decepcionada en este punto.

"Ahora menos que nunca te dejaré tocarme."

"No soy una competencia y no reafirmare tu ego de hombre!"

"Tú bien puedes irte con otra niña más joven que..."

"Suéltame Leo!"

Recuerdo que la abracé fuertemente pegándola a mi cuerpo caliente.

Ella me sacaba de quicio.

Me hacía decir cosas que mantenía encerradas en mi.

Pero frente a ella sentía la necesidad de decírselas.

Hanna golpeaba mi pecho con sus manos para que la soltara.

Se removía en mis brazos tratando de alejarse de mi, pero no lo conseguía.

Mi furia no halló más forma de escapar que tomar fuertemente su carita pequeña para estrellar mis labios contra los de ella.

Ese beso caliente y duro nos calmó a ambos mágicamente.

Nos enredó, por lo que juntos suspiramos de placer.

Exhalamos la furia contenida y le demostré que su beso me encendía más que los de cualquier niña de mi edad.

Corté el beso abruptamente y le agarré la mano para que tocara lo duro que estaba.

"Solo tu puedes hacer eso aunque este muy enfadado contigo."

"Solo tú tienes el poder de incendiarme, de quemarme hasta los huesos."

"Te amo y te deseo, no tiene nada de malo eso."

Hablé con firmeza.

"Oh si, si tiene todo de malo."

"Por si lo olvidas soy una década mayor que tu."

Comentó Hanna con voz entrecortada.

"Tienes veintinueve, yo treinta y nueve..."

"Casi malditos cuarenta!"

"La edad pesa demasiado leo!"

Gritó Hanna enfadada.

"Solo te veo a ti, te siento a ti, no quiero a nadie más, no quiero a Marlene!"

Intenté hacer que Hanna entrara en razón.

"Hagamos un trato en este momento, tu y yo."

Hanna me tomó con sus pequeñas manos mis mejillas y me dió el beso mas delicioso que nadie antes me había dado.

"Vete por seis meses a abrir mercado en el exterior."

"Regresa y dale la oportunidad a Marlene de que sea tu esposa por solo dos años."

"Si después de ese tiempo aún me amas, te divorcias y me caso contigo."

En ese momento no lo pensé bien, solo veía una oportunidad, la única que ella me brindaba Hanna.

Y la tomé.

"Trato hecho."

Selle el trato besándola y acariciándola.

La quería, la necesitaba, la ansiaba.

Ella dejó que la tocara, ella me dejó acariciarla.

Yo estaba alucinado.

Pensé que dos años y medio pasarían demasiado rápido.

Y Hanna sería mía para siempre.

***By Liliana Situ***

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