René ChapmanMe encontraba fuera de mis facultades y dentro de mi cabeza todo era un lío.Si por un lado me mordía la conciencia por haber sido tan duro con Ivette en un principio, por otro lado, me reprochaba por haber sido quien dio el brazo a torcer.¿Es que acaso ese será mi destino?, ¿Ser el pelele de esa mujer?Aunque, siendo objetivos, debo admitir que no estará nada fácil llevar una relación como la que pretendemos, con el carácter tan pesado que nos cargamos. Lo que, consecutivamente, me lleva a pensar:¿Qué necesidad hay de hacerle pasar un mal rato a la futura madre de mi hijo?—Ya he ordenado comprar la mayoría de los muebles, para mañana deberíamos poder mudarnos.La mirada de la mujer aún estaba perdida en el espacio. No sé qué clase de pensamientos son los que rondan por su mente justo ahora, pero de lo que si puedo dar fe, es que no son del tipo agradable.—¿Ivette? —volví a llamar.—Te he escuchado.—¿Por qué te has quedado así?—Solo pienso. —Se encogió de hombros.—
Ivette RusselMirar a nombre de quien estaban las escrituras de la casa, sin duda me había dejado totalmente desconcertada. Pero que él mismo haya utilizado un vacío legal para dejarla fuera del contrato, sencillamente había conseguido cautivar mi corazón.—Y espera a que veas la sorpresa que le he preparado a la niña.—¿Otra?—Vamos. —Sonrió, ofreciéndome su mano.Dudé un poco más ante de terminar aceptándola. Fue una sensación extraña, como de angustia y placer.Su mano era muy cálida y suave. En ella la evidencia explicita de que este hombre jamás ha necesitado hacer ningún tipo de esfuerzo físico.»—Tengo manos muy suaves, lo sé —dijo a modo de broma—. Me lo han dicho muchas veces. Suaves y cálidas, ideales para…—Oye, no te excedas —reproché, soltándome de su agarre.—Solo te estoy molestando. —Rio—. No hay necesidad de comportarse como una adolescente asustadiza.—Me pones incomoda. —Froté la parte trasera de mi nuca.—¿Te desagrada mi tacto? —inquirió, con mucho detenimiento.—
René ChapmanLuego de ordenar estratégicamente la cocina, terminamos yendo por un trago.—Asegúrate de abrigarte bien, hace mucho frío aquí afuera.—Gracias, estoy bien —masculló muy quedito.—¿Qué es eso que te ha tenido tan pensativa antes? —abordé, apenas noté que se había relajado lo suficiente como para bajar la guardia.—¿Me embriagas para interrogarme, Sr. Chapman? —enarcó una ceja, recargando el total de su peso en la silla reclinable.Estábamos sentados en la pequeña terraza, admirando las estrellas.—Jamás haría una cosa así —mentí.—Creo que, si me eres infiel, podría descubrirte muy fácilmente. —Sonrió y a mí me resultó imposible no carcajearme.—Eso está totalmente fue de contexto.—No. No lo está. Creo que ya sé cuándo estás mintiendo.Mi sonrisa quedó suspendida en el tiempo.—Si —dije con genuino interés—. ¿Y qué es lo que me delata?—No te lo diré. Es la única ventaja que poseo sobre ti. ¿Me crees tan idiota como para desecharla?—De hecho, te creo lo suficientemente
Ivette RussellEscuchar la voz de René a mis espaldas, me exaltó sobremanera.—¿Qué haces aquí?—Te he visto a través de las ventanas mientras huías como novia fugitiva.—No digas estupideces. —Sorbí mi nariz.—Ivette, Ivette, Ivette.El hombre se dejó caer a mi lado.»—¿En serio crees que es necesario que tengas que pasar por todo esto tu sola?Las luces provenientes de las villas cercanas, contorneaban nuestras siluetas ligeramente bañadas por a luz de la luna.—Yo… —Sentí como si una cuerda se enrollara alrededor de mi garganta, impidiéndome expresar mis más sinceras emociones.—Dime qué necesitas y lo haré por ti. Así de sencillo.Sostuve su mirada, aunque toda yo estuviese hecha un gran manojo de nervios.¿Cómo hacer para maquillar esta verdad?—Sé perfectamente que he adquirido una responsabilidad contigo y también sé que nuestra unión es irreversible. Pienso en mi hija y en todo lo que nos ha tocado a travesar para estar aquí. Seamos sinceros, ¿Qué sentido tiene arriesgar la se
René ChapmanSupe que estaba a punto de caer rendida, mucho antes de cerrar sus dulces ojos. Pues, a cada segundo que pasaba menos rígido se volvía su cuerpo.—Posesivo —musitó en un somnoliento murmullo.—No te imaginas cuanto, Ivette —susurré, acariciando un costado de su cara.¿Cómo hacia esta mujer para verse así de impecable, incluso en sus perores días?Deslicé los dedos dentro de su cabellera, masajeándola en pequeños y delicados círculos. De manera casi automática, ella se acurrucó aún más en mi costado, despertándome el deseo de cuidarla.Me incliné sobre ella, lo suficientemente cerca como para sentir lo suave de su respiración chocando en mis labios.Me pregunto, ¿Qué es lo peor que le podría pasar a mi inexperto corazón si le robo un beso a esta bella dama?Vamos, René. ¡Debes estar completamente loco!Reí para mis adentros, levantándome con el cuidado suficiente de no despertarla. Por lo contrario de lo que imaginé, su inerte cuerpo se sintió liviano como una pluma.Camin
Ivette RussellIncluso la majestuosidad de mi traje de novia quedó totalmente empañada por lo descabellado que ha sido el regalo del abuelo.Un yate que parecía más bien un buque petrolero, si se le comparaba en dimensiones.—Oh, mis hijos —dijo el hombre, con mucha más energía de la que generalmente poseía—. Hoy por fin a llegado el gran día. Oh, Ivette, te ves preciosa.Tomó mis manos en un gesto de apreciación, dejándome totalmente absorta.René y yo cruzamos miradas por un milisegundo, sin entender ni un poco el repentino cambio de actitud del hombre que hasta hace unas cuantas horas se había cansado de despotricar sobre mí y mi hija.»—¿Y la pequeña Tabatha?, ¡Ni se diga!Hablaba con tanto entusiasmo que en serio temí que en cualquier momento cayera al piso con un infarto al miocardio, por tanto exceso de energía.—Bueno, si ya ha llegado la persona por la que estuvimos esperando, por favor, es hora de iniciar la ceremonia.—¿Eso ha sido sarcasmo? —musité de una manera casi imper
René Chapman—¿Qué pasa? —pregunté mirando con mucha atención los detalles y contornos de su fina cara—. ¿Acaso mi abuelo te ha dicho algo de mal gusto?—No —cabeceó y vi como el nudo de su garganta subía y bajaba lentamente—. De hecho, fue muy amable y considerado.—¿Se disculpó?Asintió.»—Te lo dije, él no es un mal tipo. Solo un viejo cascarrabias.—Sin embargo —aclaró su garganta—. Hay algo que me inquieta.—Dime qué es para que podamos solucionarlo juntos.—Hace un momento… —aunque su cara estaba muy neutra, el manojo de nervios en que se habían convertido sus manos, era una cosa totalmente diferente—. Hace un momento, como me has besado y como te has referido hacia mi…—¿Es confuso?—Si.No pude evitar sonreír con comprensión.—Lo entiendo —susurré, colocando ambas manos alrededor de sus generosas caderas—. Sobre todo, porque hace mucho que no tienes a un verdadero hombre a tu lado.—Eso es lo que me vuela la cabeza. ¿Te comportarás como un caballero?—Me aseguraré de estar a l
Ivette RussellMe molesta reconocerlo, pero desde anoche, tengo una gran furia rehirviendo en lo más profundo de mi corazón.¡¿Cómo ha podido emborracharse así en nuestra noche de bodas?!Como leona furiosa, caminé arriba y abajo, una y otra vez, del otro lado de la puerta de la habitación donde ese cretino ha pasado la noche.La puerta se abrió lentamente, sin emitir sonido alguno, dejando ver la cara de mi esposo.—Buenos días —musitó, en un tono conciliador, mostrándose un tanto culpable.—¿Buenos días? —dije con ironía—. ¡No le veo lo bueno a este día!La connotación del asunto me hizo elevar la voz al menos dos tonos.—Charlemos, ¿Sí? —espetó con voz ronca, uniendo las manos frente a su pecho a modo de súplica.—Si, definitivamente debemos hablar. Esto que has hecho no tiene nombre.—Escucha, ¿Puedes bajar la voz? Asustarás a la niña.—La niña no está en casa, ¿Recuerdas? —Me crucé de brazos, enarcando una ceja—. Tú mismo le dijiste a Dennis que la llevara a la mansión de tu abue