Ivette RussellIncluso la majestuosidad de mi traje de novia quedó totalmente empañada por lo descabellado que ha sido el regalo del abuelo.Un yate que parecía más bien un buque petrolero, si se le comparaba en dimensiones.—Oh, mis hijos —dijo el hombre, con mucha más energía de la que generalmente poseía—. Hoy por fin a llegado el gran día. Oh, Ivette, te ves preciosa.Tomó mis manos en un gesto de apreciación, dejándome totalmente absorta.René y yo cruzamos miradas por un milisegundo, sin entender ni un poco el repentino cambio de actitud del hombre que hasta hace unas cuantas horas se había cansado de despotricar sobre mí y mi hija.»—¿Y la pequeña Tabatha?, ¡Ni se diga!Hablaba con tanto entusiasmo que en serio temí que en cualquier momento cayera al piso con un infarto al miocardio, por tanto exceso de energía.—Bueno, si ya ha llegado la persona por la que estuvimos esperando, por favor, es hora de iniciar la ceremonia.—¿Eso ha sido sarcasmo? —musité de una manera casi imper
René Chapman—¿Qué pasa? —pregunté mirando con mucha atención los detalles y contornos de su fina cara—. ¿Acaso mi abuelo te ha dicho algo de mal gusto?—No —cabeceó y vi como el nudo de su garganta subía y bajaba lentamente—. De hecho, fue muy amable y considerado.—¿Se disculpó?Asintió.»—Te lo dije, él no es un mal tipo. Solo un viejo cascarrabias.—Sin embargo —aclaró su garganta—. Hay algo que me inquieta.—Dime qué es para que podamos solucionarlo juntos.—Hace un momento… —aunque su cara estaba muy neutra, el manojo de nervios en que se habían convertido sus manos, era una cosa totalmente diferente—. Hace un momento, como me has besado y como te has referido hacia mi…—¿Es confuso?—Si.No pude evitar sonreír con comprensión.—Lo entiendo —susurré, colocando ambas manos alrededor de sus generosas caderas—. Sobre todo, porque hace mucho que no tienes a un verdadero hombre a tu lado.—Eso es lo que me vuela la cabeza. ¿Te comportarás como un caballero?—Me aseguraré de estar a l
Ivette RussellMe molesta reconocerlo, pero desde anoche, tengo una gran furia rehirviendo en lo más profundo de mi corazón.¡¿Cómo ha podido emborracharse así en nuestra noche de bodas?!Como leona furiosa, caminé arriba y abajo, una y otra vez, del otro lado de la puerta de la habitación donde ese cretino ha pasado la noche.La puerta se abrió lentamente, sin emitir sonido alguno, dejando ver la cara de mi esposo.—Buenos días —musitó, en un tono conciliador, mostrándose un tanto culpable.—¿Buenos días? —dije con ironía—. ¡No le veo lo bueno a este día!La connotación del asunto me hizo elevar la voz al menos dos tonos.—Charlemos, ¿Sí? —espetó con voz ronca, uniendo las manos frente a su pecho a modo de súplica.—Si, definitivamente debemos hablar. Esto que has hecho no tiene nombre.—Escucha, ¿Puedes bajar la voz? Asustarás a la niña.—La niña no está en casa, ¿Recuerdas? —Me crucé de brazos, enarcando una ceja—. Tú mismo le dijiste a Dennis que la llevara a la mansión de tu abue
René ChapmanMirar como la expresión Ivette cambiaba de feliz a una muy preocupada, me hizo reaccionar rápido y abordar la situación.—Creo que le pasa algo a la niña.—¿Por qué?, ¿Qué tiene?Toqué sus brazos y pies, sintiéndolo especialmente fríos y sudorosos. Luego acerqué una oreja a su rostro y pude sentir lo entrecortada y cansina de su respiración.—Mantén la calma, llevaremos a la bebé a la clínica ya mismo.A la carrera, bajamos el montón de escalones que habíamos subido.—¿Qué pasa? —quiso saber mi abuelo, apenas miró nuestras caras de preocupación.—No sé, creo que le pasa algo a la bebé… no estoy segura.A estas alturas, Ivette era un manojo de nervios.—Escucha. —La abordé una vez estuvimos dentro del auto—. Sabes que los niños a esta edad son muy susceptibles. Si Tabby se da cuenta que estas nerviosa, ella también lo estará y todo se puede complicar.—Pero, ¿Cómo hago? —lagrimas corrían por sus mejillas—. Algo extraño le pasa a mi hija y no sé qué hacer. ¡Mírala ni siquie
Ivette RussellSi René no hubiese estado a mi lado, sinceramente no sé qué habría sido de mí y de mi hija.La serenidad y madurez con la que abordó la situación, fue, en parte, lo que nos hizo salir victoriosos de ella.Pasé las precedentes horas pegada a la cuna de Tabatha, pues, no quería perder detalle de su evolución ante el tratamiento que le habían recetado para la prevenir inflamaciones o infecciones.—Deberías descansar —sugirió—. Me encargaré de vigilarla mientras duermes un poco.—No, está bien —decliné la oferta—. Ya has hecho lo suficiente por nosotras—. Me parece que lo justo que es yo me haga cargo de aquí en adelante.—Entonces, me quedaré para hacerte compañía.Se sentó al pie del sofá, recostando su espalda en mis piernas.Curiosa, escabullí mi mano entre su oscura y sedosa cabellera.—Incluso tu cuero cabelludo es suave —observé, mientras le hacía relajantes círculos.—Sólo hay una cosa que no tengo suave.Aproveché que no podía verme, para sonreír abiertamente.—¿Ll
René ChapmanDormía tan plácidamente, hasta que un sonido extraño me hizo volver en sí.Abrí los ojos lentamente, enfocando el techo de la habitación. Estuve muy atento por varios segundos, convencido de que solo se había tratado de mi imaginación, me dispuse a cerrar los ojos, para volver a conciliar el sueño.Justo en ese momento, volví a escuchar ese sonidito. En un principio pensé que era un gruñido, pero después de analizarlo mejor, me parecía más bien como un quejido.Apoyé ambos codos en la cama, incorporándome lo suficiente para orientarme. La única iluminación de la habitación, provenía del exterior. Pero fue suficiente para que cayera en cuenta que estaba en la habitación matrimonial de la casa de Tabatha. E, indiscutiblemente, el bulto que estaba a mi lado, arropado de pies a cabeza, no podía ser otra que Ivette, mi esposa.Con mucho cuidado de no despertarla, retiré las sábanas sutilmente, para encontrarme con una escena que en verdad logró partirme el corazón.La expresió
Ivette RussellAun no me acostumbraba a la personalidad tan cambiante del hombre que tengo por esposo. Y en parte, creo que se debe a que todavía no confiamos lo suficiente el uno en el otro. No obstante, debó ser honesta y reconocer que él está poniendo empeño en la cosa.Mientras él jugaba con Tabatha en el comedor, yo terminaba de preparar las guarniciones para nuestro desayuno.—No lo puedo creer —Rio—. Ivette, ¡Tienes que oír esto! —dijo con especial emoción.Me aseguré de lavar y secar muy bien mis mansos antes de caminar hacia ellos.—¿Qué pasa? —pregunté animadamente, con un a sonrisilla en mis labios.—Creo que he oído a la niña decir algo —sus ojos y boca estaban bien abiertos por la conmoción.—¿Qué?, ¿De verdad? —lo miré con extrañeza—. Si he intentado varias veces que diga algo diferente a “Aggfdgsg”—No, en serio dijo algo. Presta atención.La niña estaba sujeta de ambos dedos índices de su padrastro, mientras miraba con atención cada uno de sus movimientos.»—Vamos, peq
René ChapmanLa tensión sexual entre Ivette y yo crecía a cada momento del día. Sin embargo, no era mucho lo que podía intentar, mientras Tabatha estuviese con su madre.Después de tanto insistir, logré que se metiera en el agua, con la condición que yo debía permanecer a bordo con la bebé.La elección de traje de baño no era mi preferida. Pues, ese modelo de una sola pieza, solo servía para ponerme más ansioso sobre los secretos de su cuerpo.Más temprano, cuando la sorprendí amamantando a la niña, había sentido toda clase de espasmos con solo ver un poco de su pecho.¿Qué pasará cuando la tenga completamente desnuda y a mi merced?Estaba tan perdido en mis pensamientos, que no me di cuenta que la protagonista de ellos se aproximaba hacia mí.—Se ha quedado dormida —espetó, apoyando los codos en el borde, aun con la mitad de su cuerpo en el agua.—¿Ah?Me tomó un segundo caer en cuenta a qué se refería.»—Ah, la niña. Si, se ha dormido.—Ven, llevémosla al camarote —dijo, alcanzando