23. La viuda Hidalgo

GIO SANTORI

Esta reunión es una maldita perdida de tiempo, pero es trabajo y debo hacerlo, nadie puede zafarse de la reunión que yo mismo convoque, aunque me dé pereza asistir.

—Capo — me saluda y besa la mano donde está mi anillo de plata con el centro de ónix y una U tallada en el frente.

—Rocco —saludé secamente con un corto sentimiento de cabeza y nos sentamos en la mesa.

—El Don de la Cosa Nostra llega en dos días para reunirse con usted y me mandó a mi primero para arreglar todo, añade el hombre como si yo le hubiera preguntado.

—No hay nada que arreglar, sabe que debe presentarse ante mi cada año— señale la con un dedo a la mesa, sabía por qué no había venido, es un maldito cobarde.

—Claro que sí, Capo— em da la razón y vuelve a sentarse.

—Vamos al grano, ¿qué quiere el Don? —pregunté impaciente.

El hombre se veía un tanto nervioso, pero por encima de su Don está la lealtad hacia mí y eso nada iba a cambiarlo.

—Quiere que le baje los impuestos impartidos por usted hace seis mes
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