Celeste giró la cabeza para mirar hacia fuera de la oficina.En el pasillo, Lorenzo estaba recargado en la pared, con la cabeza ligeramente inclinada, frunciendo el ceño mientras fumaba. Su apuesto rostro estaba envuelto en una delgada capa de humo, lo que le daba un aire más misterioso a su actitud fría. La luz del sol iluminaba su esbelta figura, confiriéndole un halo luminoso.Como si sintiera su mirada, Lorenzo levantó repentinamente la vista y la miró. Sus miradas se encontraron a través del espacio.La mirada de Lorenzo se ensombreció un poco, haciendo que el corazón de Celeste temblara un poco. Ella desvió de inmediato la mirada por instinto.Miró al médico y le dijo:—Vine para recibir terapia psicológica, no para que usted analice mi interior. Mejor comencemos con el tratamiento.El médico no se enojó, sino que le sonrió: —Muy bien, pues empecemos ahora. Señorita, rara vez recuerda a tu madre, ¿verdad?Celeste se sorprendió, y asintió levemente: —Sí.—Perdió a su madre siend
Lorenzo no dijo nada más y se fue a pasos agigantados, su esbelta figura dejando tras de sí una ráfaga de aire frío.Cuando su figura desapareció, el médico se secó un poco el sudor frío de la frente y soltó un largo suspiro de alivio. Parecía que Lorenzo solo tenía buena cara cuando se trataba de Celeste, ¡era tan aterrador en otros momentos!***Celeste salió del edificio y se dirigió al auto estacionado en la calle.—¡Celeste!De pronto se escuchó la voz de una muchacha. Viviana estaba parada a lo lejos con un vestido y un abrigo blanco. SU cabello estaba suelto sobre los hombros. Se había pintado los labios de un rojo intenso, ocultando su aspecto de enfermedad. Sin embargo, ese rojo resaltó aún más su rostro pálido.—¡Pensé que me he equivocado! ¡No me imaginé que realmente fueras tú! —dijo Viviana acercándose alegremente.Celeste echó un vistazo a su bolso de decenas de miles que llevaba en la mano y le preguntó:—¿Por qué estás aquí?—Iba al hospital y estaba esperando el auto.
—No te juntes mucho con esa mujer.En el carro, Lorenzo tenía su barbilla apoyada en el hombro de Celeste, oliendo su delicado aroma de su cuerpo.Cuando hablaba, su aliento le cosquilleaba la piel del cuello a ella, y Celeste se encogió un poco: —¿Te refieres a Viviana? ¿No te cae bien?Esos ojos de Celeste eran tan bonitos que Lorenzo no pudo evitar pellizcar suavemente su carita: —No me gustan las mujeres presumidas.—¿Por qué dices que es presumida?—Ella sabe de nuestra relación y desde la primera vez que me vio me llamó 'cuñado'. Sabe cómo complacerme y sacar provecho de eso. Esa mujer es bastante astuta.Frente a Lorenzo, los pequeños trucos de Viviana eran completamente sencillos.Celeste recordó los momentos en que se había encontrado con Viviana durante este tiempo y asintió:—Es cierto que es muy hábil para relacionarse, y bien atrevida.Lorenzo le pellizcó la mejilla: —Ella sabe cómo caerle bien a quien le puede dar beneficios, y comparada contigo, ¡eres una tonta!Solo
Enrique se disculpó con una sonrisa.Celeste sacudió la cabeza con una sonrisa: —No pasa nada.Enrique y Lorenzo todavía tenían asuntos que atender, así que le dio la naranja a Melodía y se fueron al estudio.Melodía se sentó en un banco del jardín con Celeste para charlar un poco.—Parece que Enrique es muy bueno contigo.Enrique era un joven mimado de una familia adinerada, que era capaz de admitir su error delante de Melodía, lo cual sorprendió bastante a Celeste.Melodía asintió con una sonrisa: —Él me trata bien. Pero, no hablemos de mí, ¿qué te pasó? ¿Fue Yael quien te atacó?Celeste negó con la cabeza y le contó todo lo sucedido. Melodía lo escuchó con incredulidad: —¡Resulta que era la esposa de Jacob! ¡Ese maldito! ¡Te traicionó y ahora su esposa tampoco te quiere dejar en paz! Menos mal que esa mujer ya fue a la cárcel.—Habla más bajo —Celeste miró hacia atrás rápidamente.—¿Qué pasa? —dijo Melodía un poco exasperada—: No me digas que todavía te gusta Jacob...Celeste se
Enrique se fue con Melodía.Lorenzo envolvió a Celeste en sus brazos y le dio un mordisco en la mejilla. Le preguntó:—¿De qué estaban hablando ustedes?—No hablamos de nada, solo cosas de chicas —Celeste sonrió—: ¿Por qué extorsionaste a Enrique?Lorenzo la abrazó mientras caminaban hacia el jardín trasero. —Enrique no es tonto, aceptó este precio porque obtendrá ganancias mucho mayores. Tu guion le hará ganar más de ese precio.Celeste lo tenía bien claro: —En los círculos de guionistas no hay precios tan altos, aceptó porque tú se lo pediste, una vez que firme el contrato conmigo, ustedes tendrán más negocios juntos.Lorenzo se detuvo: —Entonces me debes un favor, así que más vale que te comportes bien.—¿Comportarme bien?La mirada sombría de Lorenzo era insinuante.Celeste estaba desconcertada, justo cuando iba a preguntarle, se dio cuenta de que estaban junto a la piscina...Lorenzo la besó y le dijo con su voz grave y seductora:—Ve a escoger un traje de baño, te espero aquí.
De repente se puso tan atrevida... Lorenzo sintió la suavidad de sus labios.En la oscuridad, Lorenzo abrió los ojos de golpe y bajó la mirada hacia la mujer entre sus brazos, apretando con fuerza su cintura.—Celeste, ¿sabes lo que estás haciendo?En la penumbra, Celeste no podía ver los rasgos del hombre, pero podía sentir su intensa mirada; Celeste no supo cómo responderle, se mordió el labio y de pronto se giró, sentándose a horcajadas sobre él.Lorenzo no se lo esperaba, por un momento se quedó algo aturdido. Su respiración se aceleró un poco: —Celeste...Antes de que pudiera terminar, las suaves manos de la joven agarraron el cuello de su bata y lo abrieron, esos labios suaves recorrieron su pecho ligeramente frío.Ella solía ser muy reservada en estos asuntos, esta iniciativa lo tomó por sorpresa.Lorenzo se tensó por completo, sus dedos huesudos se aferraron con fuerza a las sábanas, las venas de sus manos se marcaban y su pecho subía y bajaba agitado.Luego, ella lo besó una
Lorenzo la miraba fijamente con sus ojos, observando sus labios hinchados por los besos. Luego se levantó y se dirigió hacia la puerta.Celeste se quedó ahí con el rostro completamente rojo, sin saber qué decir mientras lo veía alejarse.¡Ella no iba a poner eso! ¡Definitivamente no lo haría!Pero con lo obstinado que era Lorenzo, aunque ella se negara, él la obligaría a ponérselo...Celeste se levantó rápidamente de la cama, ignorando el dolor en sus piernas, y fue al vestidor para sacar esa ropa y tirarla a la basura.Pensándolo mejor, encontró con unas tijeras y las cortó en pedazos. Ahora Lorenzo no podría obligarla a ponérselas.Después de cortar la ropa, se aseó y se cambió para bajar a desayunar.—Señorita, el desayuno ya está listo. Por favor pase al comedor.—Gracias.Celeste sonrió y se dirigió al comedor, pero entonces se escucharon unos gritos afuera.—¿Quién eres tú?... ¡No puedes pasar!—¿Qué está pasando?Celeste frunció el ceño y fue a ver.Al salir, vio a tres mujeres
En la lujosa y espaciosa sala de estar, Celeste estaba sentada en el sofá, aplicándose una bolsa de hielo en la cara enrojecida por las marcas de rasguños. Nadia recorría la habitación, observando cuidadosamente cada uno de los detalles.—Después de tantos años, el gusto de Lorenzo sigue siendo tan vulgar, nada más que dinero —concluyó Nadia, sacudiendo la cabeza con desdén después de dar una vuelta por la sala.Celeste no supo qué decir al respeto...Aunque Nadia y Lorenzo estaban en un matrimonio arreglado por convivencia, ella no sabía si a Nadia realmente no le gustaba Lorenzo, al igual que Jacob e Isabella, quienes también se habían casado por conveniencia, pero Isabella podría hacer cualquier cosa por Jacob.—Señorita Torres, ¿desde cuándo están juntos?Nadia, sentada frente a Celeste, la miró de arriba abajo con una expresión casi evaluadora. Antes de que Celeste pudiera responder, continuó:—La última vez que nos vimos, ustedes dos ya debían estar juntos, ¿verdad?Su mirada par