Capitulo 5

Capítulo 5 : Reunión 3

Auracio

Ella es magnífica. Tiene ese tipo de belleza que desarma sin esfuerzo. Su piel dorada contrasta con unos ojos de un azul tan claro, tan poco común en una morena, que por un instante pierdo la noción del tiempo. John, sentado frente a mí, nota mi distracción y se gira disimuladamente para no parecer curioso.

—¿Estás bien? —me pregunta.

—Acabo de ver a la mujer más hermosa de mi vida… y está justo detrás de ti. La quiero.

John se da la vuelta para observar. Sus ojos la localizan enseguida y se quedan clavados en ella durante cinco largos minutos. Demasiado largos para mi gusto.

—Magnífica —murmura finalmente.

Se levanta como si nada y se dirige a las chicas.

—Bueno, señoritas, vamos a subir a mi oficina a tomar algo. No tardamos.

Me hace una seña para que lo siga. Al llegar, llama a uno de sus guardias y le muestra a la joven en las cámaras de seguridad.

—Súbela al VIP+ número 2. Lo que quiera, invítala la casa —ordena.

—Sí, señor.

¿Pero en qué diablos está metido? ¿Cuándo le pedí yo que hiciera eso? ¿Está interesado en ella? Espero que no… porque ella es mía. Mía, y de nadie más. Que lo diga él, si se atreve.

—He leído atentamente el contrato —le digo, intentando retomar el tema—. Quiero que sea de duración indefinida, no quiero renegociar cada vez que venza.

—Sabes bien que en este negocio los precios fluctúan según la oferta y la demanda, por eso ningún precio es fijo. Puedo concederte la duración indefinida, pero con revisión de tarifas conforme al mercado.

—¿Puedo contar contigo como amigo en las futuras transacciones?

—Por supuesto —responde con una sonrisa.

—Entonces estamos de acuerdo. ¿Cuándo se haría la entrega?

—Tan pronto se confirme el pago. Indícame en qué almacén deseas recibirla.

—En el "Margen", al sur de la ciudad.

—Perfecto. Dame diez minutos, voy a hacer una llamada.

Marco a mi mano derecha, le doy instrucciones precisas para la descarga. Pero mi cabeza no está aquí. Se quedó atrás, con esa diosa de ojos imposibles. Necesito terminar esto rápido. Quiero acercarme, olerla, devorarla… poseerla.

¿Qué me está pasando? Esto no es normal. No puedo desear a alguien tanto solo por una mirada. Odio cómo me hace sentir. Estoy febril, vulnerable, como un adolescente.

Necesito follármela y olvidarla. Controlar mis emociones antes de que me destruyan. ¿Quién se cree que es para provocarme esto? Tiene que suceder. Esta noche.

---

John

Terminamos la reunión. Mis hombres me confirman que todo está en orden. Pero mis pensamientos están en otra parte… o mejor dicho, en alguien más. Esa joven de ojos celestes me ha trastornado. Sé que Auracio también la ha notado, y no poco. Está fuera de sí desde que la vio. Pero yo también la deseo.

Inocente y provocativa al mismo tiempo. Ese contraste me enloquece.

Veo sus labios carnosos y solo puedo imaginar lo que harían sobre mí. Mi cuerpo reacciona solo. Siento la sangre arder, la tensión entre mis piernas crecer. ¿Qué me pasa? Desde cuándo una mujer me descontrola así. Tengo que ocultarlo. Él la vio primero. Y sé lo posesivo que es.

No puede sospechar que me interesa. Sería peligroso.

Volveremos con ellas. Espero que no le haya impresionado demasiado… o aún tengo una oportunidad. Tal vez cuando regrese a su país, pueda acercarme. Con tiempo. Con cuidado.

¿Dónde pongo a mis “amigas” cuando esto pasa? Les doy una compensación y las despido con discreción. Siempre firman un acuerdo de confidencialidad. O se callan… o desaparecen. Nadie se atreve a hablar. Nadie.

Volvemos a la sala. Nos sentamos frente a ellas.

—Buenas noches, mis diosas —digo, con una sonrisa encantadora—. Soy John, y les presento a mi amigo Auracio. ¿Y ustedes?

Una de ellas, la de los ojos celestes, me estrecha la mano. Su piel es suave, delicada. Hecha para mis caricias.

---

Auracio

La saludo, me inclino ligeramente. Estoy nervioso. ¿Desde cuándo una mujer me pone así? ¿Cómo puede ser tan bella? Y esa mirada… ese rostro perfecto, esos labios jugosos que imploran ser besados, mordidos… comidos.

¿Qué me pasa? ¿Me vuelvo sentimental? ¡Imposible! Solo necesito acostarme con ella esta noche y arrancarla de mi sistema. No entiendo por qué me afecta tanto. No hay nada en ella que justifique este puto caos emocional. Nada.

—Buenas noches, amore mio. Soy Auracio, para servirte. Eres simplemente magnífica.

—Gracias —responde con voz suave—. Mi nombre es Ariane, y ella es mi mejor amiga, Marianne.

—Un placer —dice Marianne, alzando su copa—. Gracias por el champagne.

—El placer es todo mío —interviene John—. ¿Se están divirtiendo?

—Sí —dice Ariane—. Pero siento que nos estaban esperando…

—No te preocupes —respondo—. Ignóralos.

—Tengo la impresión de que nos miran como si fueran a matarnos.

—Son solo miradas —dice John, serio—. Pero nadie se atrevería a hacerles daño… sería su fin.

—¿Perdón?

—No le hagas caso, está bromeando —intervengo.

—Yo nunca bromeo —dice él con frialdad.

---

Ariane

Auracio se acerca más y le pide a Marianne que le ceda el asiento. Ella lo hace con una sonrisa traviesa.

—No te falta confianza —le digo.

—Sé lo que quiero. Y te quiero a ti.

Se sienta a mi lado y su perfume me envuelve, masculino, intenso, embriagador. Nuestras manos se rozan. Un escalofrío me recorre.

Para disimular, le lanzo una pregunta cualquiera:

—¿A qué te dedicas?

—Llámame Auracio. Trabajo en importación y exportación. ¿Y tú? ¿Podemos tutearnos?

—Claro. Busco trabajo, acabo de terminar mis estudios.

—¿No eres muy joven? ¿Qué edad tienes? ¿Veinte? ¿Veintiuno?

—Diecinueve. No tan joven para trabajar, pero quizá sí para ti. ¿Cuántos tienes tú?

—Cuarenta.

—No los aparentas.

—Gracias.

—John, ¿nos dejas solos un momento?

John asiente, se levanta y se lleva a Marianne.

—Por fin solos —dice Auracio, acercándose aún más, su mano sube por mi muslo, lenta, segura.

Trago saliva. Su caricia me estremece, mi cuerpo clama por más.

Se acerca a mi oído, siento su aliento, luego su lengua cálida lamiendo mi lóbulo. Cierro los ojos. Estoy perdida. Es adictivo.

—Te quiero. Haré lo que sea por tenerte. Dime… ¿cuál es tu precio?

—¿Qué?

Antes de que pueda pensar, mi mano vu

ela. La bofetada resuena. Todos se giran. Me miran como si hubiera cometido un crimen.

Pero no me arrepiento. Se lo merece. ¿Por quién me toma?

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