#53:

Fui al comedor, cogí un tazón de crema de brócoli con queso cheddar y regresé a la oficina tres minutos después para encontrar a Markus sentado a su mesa y sosteníael auricular del teléfono a un metro de la cara, como si tuviera lepra.

—El teléfono suena, Yessica, pero cuando descuelgo el auricular, no hay nadie. Está visto que tú no pareces interesada en hacet bien tu trabajo. ¿Puedes explicarme qué demonios sycede? —preguntó.

Claro que podía explicarlo, pero no a él. En las rarísimas ocasiones en que se quedaba solo en su despacho, de vez en cuando le daba por atender las llamadas. El que llamaba, como es lógico,se quedaba tan pasmado al oír su voz directamente, y no el de la asistente por lo que enseguida colgaban. El caso es que nadie esperaba hablar con Markus cuando llamaba, pues las probabilidades de que le pasaran con él eran prácticamente inexistentes.

Yo había recibido docenas de correos electrónicos de redactores y ayudantes que me comunicaban (como si yo no lo supiera)que
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