GIANNAEn la mañana del veintiséis de mayo el ambiente era diferente en el departamento. Los días pasados, tal como lo pedí, Cameron me dio mi espacio y apenas me habló para las cosas más básicas: en el trabajo, o para decirme que en la nevera había helado de fresa y de ron con pasas, dos de mis sabores preferidos, o para recordarme que hoy era un día importante.Catorce años atrás, cerca de las diez de la noche, mientras el auto de Su Majestad, Cameron II, venía de vuelta a los territorios nacionales desde Francia, según la prensa con un poco de prisa, alguien emboscó su comitiva y les dispararon; el auto del Rey se desvió del camino y volcó, hiriendo al conductor; sin embargo, el monarca murió desangrado en la escena, sin importar los esfuerzos que sus escoltas, también malheridos, hicieron para salvarlo.De esos escoltas ahora no sabía nada, quizás trabajaban en otras cosas, o no pudieron volver a hacerlo por sus heridas. La verdad es que nadie sabía nada con certeza, o ese era mi
GIANNAMis sentidos volvieron a cero en un simple segundo, y el frío me congeló en esa posición desde los pies. Lo primero que se me vino a la mente, pero que rechacé en un chasquido, fue que el maldito de Cameron me mintió incluso con esto, pues dijo que nadie podía escuchar mis gritos fuera de su puerta. No obstante, fue ese quejido doloroso y sufrido lo que me tensó.—Yo… sigo siendo muy malo en estas cosas. Cada año digo que mejoraré, que ya no me preocuparé, pero no puedo evitar recordar, no puedo evitar sentir que lo tuve todo, y que eso se me escurrió entre los dedos como arena.Él hablaba como si hubiera alguien más dentro, pero yo sabía bien que nos encontrábamos solo los dos en este apartamento. ¿Quizás le hablaba a su padre? De ser así, ¿por qué no lo hizo cuando estaba en el cementerio frente a su tumba? Tal vez porque no era privado.Al final, el único lugar en el mundo donde Cameron Kuir se sentía libre de ser el mismo, a salvo, era probablemente este espacio que conform
GIANNA Escucharlo decir eso estrujó mi pecho con cierta tristeza. La gente siempre decía «la intención es lo que cuenta» y, aunque la mayoría del tiempo eso solo era para salir del paso, con Vik parecía la verdad. —Pero necesito darle un regalo… ¿Por aquí hay algún lugar donde vendan cosas relacionadas con la astronomía? Estoy segura de que algo relacionado a eso le encantará más con todo y la buena intención. Tom me miró con curiosidad, pero al final sonrió y asintió con la cabeza. —Conozco un lugar. Vayamos a comprar el pastel antes de que la pastelería cierre, y luego la llevaré allá. —¡Perfecto! Entonces, fuimos a la misma pastelería donde Vik compró antes su cupcake. Tom estacionó y bajamos. —Al señor le gusta el bizcocho de chocolate y canela —anunció calmo mientras pasábamos. —Oh, Thomas, es toda una sorpresa verte de nuevo por aquí, y vienes acompañado —saludó la vendedora del local, que no era la misma persona de más temprano, sino una un poco mayor. A pesar de que lo
GIANNALos ojos de Vik se llenaron de un brillo sin igual al observar el pastel que sostenía Donovan, y no pude evitar emocionarme de verlo todo perplejo. De verdad no se lo esperaba, esos orbes rebosantes en incredulidad lo decían todo.Di un par de pasos atrás y saqué mi celular para comenzar a tomarle video, sin embargo, me quedé atónita al ver cómo las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, y no fui la única; sin embargo, él se dio la vuelta enseguida y empezó a secarlas.—Dios, no… —masculló y se aclaró la garganta varias veces.El corazón en mi pecho latió con fuerza, y al ver a los demás me di cuenta de que estaban igual de enternecidos.Entonces, el pelinegro se volteó y nos quedó viendo con sospecha, como si se preguntara si éramos o no reales, lo que regó una punzada dolorosa en mi interior. ¿Será que nos haría el feo?De la nada, Vik volvió a taparse la cara y resopló con fuerza. La señora Laila y los demás parecía que también querían llorar, y sí, eso incluye al duro
GIANNAÉl se quedó callado por unos segundos, y luego soltó un tenue resoplido mientras alzaba la cara.—Me gustas, y siento que esa simple emoción ya se convirtió en algo más —contestó claro, calmo y grave.—¿Qué quieres decir con eso? —inquirí para que me diera más detalles y me solté el cabello.—Es que… estos días así, bueno… te extraño, ¿sí? —Me quedó viendo con esos orbes de jade llenos de una pasión y un nerviosismo que conocía bastante bien—. Y me duele cada vez que me miras con frialdad. Saber que estás molesta conmigo es doloroso y no quiero estar así, y sé que es mi culpa, pero quiero que sepas que mi intención no es lastimarte, jamás lo ha sido.La firmeza centelleó en sus ojos y, de repente, fue como que se sintió tímido porque enfrenté su mirada, y carraspeó y se fue a un costado.Maldita sea, ese gesto fue jodidamente lindo.Pero… no, céntrate, Gianna. Tenía que actuar como una mujer adulta, independiente y que se valoraba a sí misma lo suficiente como para no caer ante
GIANNA—¿Qué clase de jueguito de la casita es este?La voz de la «Gran Reina» Melania, resonó con una imponencia que me llevó a pensar que todo el buen rollo que se respiraba se iría a la basura, y apreté los labios con desencanto y sorpresa.Todo comenzó esa mañana.• •Dos días antes, Vik y yo nos enredamos el uno en el otro en la pequeña, para él, cama de mi habitación y, contrario a lo que todo el mundo pudiera pensar, pasamos la noche diciéndonos simples frases. Él citaba a algunos poetas de antaño y lo juntaba con sus propios pensamientos y piropos, e incluso yo me puse filosófica, hasta que los dos nos dormimos en algún momento de la madrugada.Despertar en los brazos del hombre del que estaba enamorada, porque sí, no lo ocultaría más al menos de puertas para adentro, se sentía como un sueño muy lejano, ese que la pequeña yo tuvo alguna vez en el pasado, cuando creía que los príncipes azules existían.Él, de cierta forma, encarnaba ahora ese papel de una manera muy curiosa.—Y
GIANNA Era martes, lo que significaba que el Primer Ministro debía acudir al Palacio para presentar su informe semanal para Su Majestad. Así pues, a las ocho de la mañana en punto, el auto del señor Gregori Wind llegó, y de allí bajó él junto a su secretaria, Zoe, quien me saludó con una sonrisa, y pasamos. Vik y el Premier tenían una relación muy cordial, y me di cuenta de que había mucha confianza en ellos solo con verlos charlar sobre, según medio entendía, los nuevos presupuestos para el año siguiente y el aumento de los salarios y de las pensiones. —El partido de la oposición se opone a la reforma de la ley de los salarios y las pensiones para hacerlos más justos —dijo el rubio Ministro. —Ellos derogaron el decreto anterior solo porque sí… ¿Qué se podía esperar? Si dices que quieres que el pueblo viva mejor a través de nuevos salarios, te dirán que es buena la idea, pero que el planteamiento está mal porque no sigues su línea populista. Yo me encontraba detrás de Vik a la esp
CAMERONMe tomó poco más de cinco minutos charlar con Andrew, pero ya todo estaba zanjado de momento, por lo que fui a mi habitación y, al pasar, no me sorprendió encontrar a Gianna recostada en mi cama mientras revisaba su celular con no muy buena cara.—¿Pasa algo malo? —pregunté caminando hacia mi vestidor para quitarme los zapatos y empezar a desvestirme.—Padres, ya sabes cómo es… —se quejó ella desde afuera.—¿Ya les dijiste que estás aquí? —pregunté, aunque conocía la respuesta de antemano.—¡Ni muerta! Lo último que quiero es que sepan el tipo de trabajo que tengo y, por sobre todas las cosas, cuánto gano.Y sí. Los padres de Gia, a quienes obviamente hice investigar con un amigo de confianza en Estados Unidos, eran, por decirlo menos, unos vividores. Se excusaban con su hija diciendo que tenían lesiones y más lesiones, pero nada de eso constaba en sus historiales. ¿Cuándo se lo diría a ella? Pronto, en realidad, cuando viajásemos a Alemania como parte de la agenda. Necesitaba