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El reloj marcó las 12 AM cuando ella se percató que finalmente había terminado con el centenal de galletas que le habían entregado, solo necesitaba empacarlas y colocarle el logo a cada uno de los paquetes para poder regresar a casa. Los ojos le dolían de cansancio y la conocida presión que sentía a los costados de los ojos le advertía que debía de descansar pronto si no quería sufrir un poderoso dolor de cabeza. Cameron la había dejado sola después de terminar su tarea. Después de la extraña discusión que habían tenido, él simplemente se había concentrado en cortar los cien círculos en completo silencio, asegurándose que estuvieran en perfecto estado antes de dejar el lugar en completo silencio.

Kiara no pensaba visitar la casa de Cameron o al menos no por esa noche. Era evidente que él se había ido y ella ni siquiera tenía su dirección como para visitarlo en medio de la noche. Ni siquiera entendía por qué él se había empeñado en ayudarla, de hecho estaba tan confundida que le mareaba pensar en él. La manera en que Cameron se expresaba era extraña, soltaba comentarios que la confundían y la llenaban de dudas que ella no podía responder por sí misma. El ósculo de año nuevo, la manera en que dijo que iría tras de ella y sobre todo las palabras que había dicho hace horas en las cuales había admitido que él en verdad pensaba en su cuerpo. No lo entendía y odiaba desear entenderlo.

Cameron siempre había sido el chico popular que había evitado a toda costa pero en esos momentos no encontraba la manera de huir de él, de alejarse de él como siempre lo habían hecho. Aunque tenía que admitir que desde Diciembre él se había acercado un poco a ella y sobre todo la manera en que la había protegido en la fiesta había sido extraña.

—Agh, como sea—susurró, intentando alejar aquellos pensamientos llenos de él— solo termina— se regañó, empacando las galletas que tenía frente a ella. Sin darse cuenta soltó una pequeña sonrisa llena de orgullo, las galletas lucían hermosas con la temática blanco y negro. Las rosas negras que había pintado sobre las galletas lucían tan elegantes que le parecía una lástima pensar que alguien se las comería pronto. Tenía que admitirlo, gracias a Cameron había terminado temprano y gracias a él no se había sentido sola por unas horas pero pensar agradecerle le llenaba el estómago de estúpidos nervios que no podía explicar así que simplemente no pensaba hacerlo.

Kiara se sorprendió al abandonar la sala B, encontrándose con Cameron sobre uno de los sofás que se encontraban en la entrada, bebiendo de un gran vaso de Café que parecía estar hirviendo.

—¿Me esperaste..?—susurró ella, acercándose a él en completo silencio. Cameron volteó a verla, tomando un segundo vaso de café que había comprado en una cafetería cercana.

—Te compré café, diablo— comentó. Extendiendo el vaso de café hacia ella— no estaba seguro como es que te gustaba así que lo preparé a mi gusto. Espero te guste— soltó, sintiéndose complacido al verla recibir el café con una pequeña sonrisa que ella intentaba esconder en su rostro.

—¿Por qué esperaste por mí?—preguntó, mirándolo por un momento antes de llevarse a los labios aquel vaso lleno de café. Su rostro se llenó de sorpresa al probar aquella bebida que se encontraba hirviendo que reconfortó el frio que sentía su cuerpo, por un momento saboreó la bebida y sonrió al descubrir que Cameron tenía un buen gusto— es delicioso, gracias— comentó con la voz llena de timidez.

Él sonrió, asintiendo antes de beber una vez más de su gran vaso de café.

—Sabía que saldrías tarde de trabajar así que esperé por ti, no pude traer mi auto pero si no te molesta puedo caminar contigo hasta casa.

—¿No te molesta que vaya a tu casa tan tarde?— preguntó Kiara, dejando el vaso de café sobre el mostrador de cristal vacío donde solían exhibir los mejores postres del lugar antes de caminar hacia los casilleros y tomar las pocas pertenencias que llevaba con ella siempre al ir al trabajo.

—Mejor dicho, ¿No te molesta caminar sola de regreso a casa?— le preguntó, siguiendo con la mirada cada uno de los movimientos que ella hacia frente a él.

—Vámonos—susurró ella, evadiendo la pregunta que él acababa de hacerlo. Al abrir la puerta se paralizó, finalmente entendiendo por que él le había comprado un café tan grande. La noche estaba tan fría que le dolía la piel cada vez que el aire golpeaba su cuerpo con fuertes ráfagas. Intentando fingir que no sucedía nada salió por completo del lugar, gritando en su interior cada vez que el aire atacaba.

Cameron cerró el lugar, siguiéndola de inmediato al verla temblar de frio. Sonrió ampliamente al tomar un poco de su café, dejándolo sobre el suelo antes de comenzar a quitarse el saco tras de ella. Maldiciendo mentalmente al sentir la gran ola de frio que recorría la ciudad.

Kiara se asustó al sentir el repentino peso sobre su espalda, sorprendiéndose al descubrir que aquel peso era debido al grueso saco de Cameron.

—¿Qué haces?—preguntó ella, viéndolo recoger el vaso de café, temblando de frio al acercarse a ella— ¿No tienes frio?

—Claro que lo tengo, pero además de...soy un caballero— respondió él, dejándola sin palabras, alejándose de ella para comenzar a caminar hacia casa.— ¿No vienes?— gritó.

Kiara lo observó caminar con el cuerpo totalmente tenso, temblando de frio mientras se aferraba a aquel vaso de café hirviendo. Suspiró por un momento y negó al correr tras de él. Notando como él fruncía el ceño al alcanzarlo.

—Creo que no has tenido muchas citas, Kiara— acusó él, sonriendo— o has salido con completos basuras— susurró, deteniéndose para verla.

—¡He tenido muchas citas!—soltó ella, mintiendo de inmediato.

—Todos saben que la mujer nunca debe de caminar del lado donde los autos pasan.— soltó él, cambiando de lugar con ella.— el hombre siempre debe de ir al lado de la carretera y la mujer al lado de la cera, ¿Entiendes?— preguntó él— y si un hombre te hace caminar de ese lado pues entonces es una b****a.

—¿Por qué?— preguntó ella, caminando a su lado.

—Son las cosas básicas que debe de hacer un hombre por educación, abrirte la puerta al entrar, brindarte mi saco o cosas así... son el tipo de cosas que hará una hombre que te aprecia— comentó, bebiendo de su café— si un hombre te dice cosas lindas pero al estar contigo no hace ese tipo de cosas... entonces no te quiere de verdad porque si un hombre realmente te quiere... hará todo para tratarte como una reina.

—Ohh...—susurró ella, asintiendo. Reflexionando sobre lo que él acababa de decir. Realmente ella nunca había tenido la oportunidad de salir con un chico y mucho menos tener una caminaba nocturna con alguien.

—Te lo digo como amigo... la caballerosidad en un hombre es muy importante.

—Entonces... realmente necesito enseñarle a mis hermanos como ser un caballero— comentó, ocasionando que él sonriera por un momento.

—Supongo que depende de cada persona— comentó— puedes enseñarle todo a tus hermanos pero si ellos deciden ser unos hijos de puta lo harán, ¿Entiendes?— preguntó, mirando las manchas de pintura que ella tenía sobre su cuerpo— es lo mismo con las mujeres, sus madres pueden enseñarles a ser unas damas totalmente respetables pero ellas decidirán con sus acciones si quieren ser respetadas o no.

—Eh, no eres tan b****a como parece— soltó ella, consiguiendo que él carcajeara a su lado. Por un momento ella lo observó, carcajeando con tanta libertad que inesperadamente pensó que era lindo.

—Bueno, cambiando el tema de que claramente no has tenido muchas citas, no sabía que seguías enamorada del  arte. Recuerdo que cuando éramos más pequeños solías llevar un gran estuche lleno de colores, dibujabas en cada clase y la mayoría del tiempo los profesores solían regañarte— comentó Cameron antes de mirarla fugazmente.

—No sabía que solías prestarme tanta atención—comentó ella, soltando una pequeña sonrisa que hizo sentir bien a Cameron.

—Bueno... tú siempre solías llamar mucho la atención...— susurró, logrando que un pequeño silencio incomodo se abriera entre ellos, ocasionando que ella se mordiera los labios con nerviosismo.

—Sinceramente no creo que pueda dejar de amar el arte... es algo que tengo dentro de mí, tu amas el futbol y no puedes dejar de amarlo pero para mí el arte es muy caro... sin olvidar el hecho que nunca tengo tiempo. Me encantaría estudiar arte pero es tan caro que incluso pensarlo me deprime.

—Bueno... no es como si yo pudiera alcanzar lo que quiero con facilidad—comentó, recordando los típicos comentarios hirientes que recibía de su familiar— al menos me encantaría poder tener la confianza que tienes en ti misma, luchas por lo que quieres y sabes que lo conseguirás pero yo no soy así, dudo demasiado...

—Tienes mucha confianza en ti mismo, ¿Por qué dices eso?

—¿Confianza?—preguntó él, sonriendo al mismo tiempo que volvía a beber de su vaso de café que comenzaba a enfriarse— soy como un cachorro perdido, tengo miedo de dar un paso hacia enfrente y uno hacia atrás si no siento a alguien ahí para mi.

—¿Por qué me cuentas esto?—preguntó Kiara, deteniéndose frente a una lujosa casa de color gris que se encontraba a sus espaldas. Cameron suspiró, metiendo una de sus manos al bolsillo del pantalón, manteniendo su piel erizada por culpa del frio.

—Porque eres alguien en quien confío, además... tú igual acabas de contarme tus puntos débiles— respondió, viéndola fijamente a los ojo, tratando de alejar los pensamientos que comenzaban a invadir su cabeza. ¿Cómo sabrían sus labios llenos de café? ¿Estarán tibios o fríos?

—Cierto—susurró ella, avergonzándose levemente, bajando la mirada al suelo por un momento.

—Pero se siente bien, ¿No?— susurró él, siguiendo su camino.

—¿El qué?— respondió ella, siguiendo los pasos de Cameron con sumo cuidado, asegurándose que no hubiera mucha distancia entre ellos pero sobre todo asegurándose que no hubiera mucha cercanía.— oh...—soltó, notando como a su alrededor las calles se habían comenzado a llenar de casas lujosas con grandes jardines y autos de última generación. Ni siquiera había notado en que momento las calles llenas de negocios se habían convertido en lujosos fraccionamientos. La conversación con Cameron la había absorbido por completo y sin darse cuenta que le había entregado por completo su atención como si él fuera lo único importante que tenía cerca.

—Se siente bien el hecho de poder hablar con alguien que a pesar de no ser cercanos sabes que no va a traicionarte— confesó, regalándole una cálida sonrisa— ya casi hemos llegado.

—¿Una de estas casas es tuya?— preguntó ella, sorprendida. Observando el camaro rojo que se encontraba al final de la calle, reconociéndolo de inmediato. Lo había visto varias veces en la universidad y siempre se había preguntado cómo una persona tenía el suficiente dinero para poder comprar un auto tan impactante— esa... ¿Esa es tu casa?— preguntó, sorprendida que Cameron viviera en una casa tan grande solo para él solo.

—Si— contestó, tirando el vaso de café sobre uno de los botes de b****a que se encontraban en la zona, incluso ese metálico bote de b****a a ella le parecía lujoso.— fue un gran café—susurró, volteando a verla con una gran sonrisa traviesa— te apuesto que no puedes llegar a mi casa antes que yo— comentó, manteniendo la sonrisa en su rostro.

—¿Qué pasa si logro llegar antes que tú?—comentó ella, acabándose el café antes de tirarlo sobre el mismo bote de b****a.

—¡Te prepararé lo que quieras de cenar y si pierdes tendrás que comprarme un café mañana!

—¡Hecho!—gritó ella— a la cuenta de tres...—susurró, preparándose para echarse a correr por la larga calle.

—¡1...2...— comenzó a contar Cameron, riendo— ¡3!—gritó, echándose a correr.

—¡Eres un tramposo!—gritó Kiara, corriendo tras de él. Tratando de imitar las largas zancadas que él lograba hacer.

Ambos permanecieron en silencio, respirando con pesadez frente a las llamas de la chimenea. Kiara seguía con la mirada la manera en que las llamas se movían de un lado a otro, danzando en un lento ritmo que la reconfortaba de una extraña manera. Ver aquellas llamas le hizo pensar en sus pequeños hermanos, en su madre y en todas las promesas que les había hecho. Estaba completamente segura que a Samuel y a Ben les encantaría estar ahí. Rodeados de trofeos y de un calor completamente brillante.

Observando la casa de Cameron le quedaba completamente claro la manera en que él solía vivir, rodeado de lujos y comodidades que ella deseaba entregarle a su familia. Odiaba sentirse de esa manera pero estaba  completamente celosa de la manera en que él podía vivir. Quería eso para su familia y odiaba no poder dárselo.

—Lo que sea que estés pensando, bórralo de tu cabeza— susurró él, alejándose del fuego con suavidad— iré a ducharme... haz lo que tengas que hacer con la casa. De todas formas es un desastre— susurró, dejándola sola frente al fuego.

Kiara volteó a ver la dirección en la cual él se había ido, notando que él en verdad la había dejado sola en aquel lugar. Necesitaba limpiar el lugar pero en verdad era un desastre y no le sorprendía para nada la manera en que el lugar se encontraba. Cameron era joven, capitán del equipo de futbol, popular, sobre todo su vida se basaba en salir a divertirse y ese era el principal motivo por el cual él nunca solía estar en casa. Para ella estaba tan claro que Cameron nunca estaba en casa y si lo hacía únicamente lo hacía para dormir.

Una de las fotografías que colgaban en la pared del pasillo le robó por completo la atención, haciéndola levantarse del suelo. Se pasó las manos por el trasero al levantarse del suelo, limpiándose la ropa al mismo tiempo que caminaba hacia aquella fotografía que se encontraba dentro de un marco de color dorado.

—Dios–susurró cuando sus pasos finalmente se detuvieron frente a la fotografía. Observando la imagen de un Cameron mucho más joven con prácticamente nada de masa muscular, sonriendo ampliamente con unos cuantos dientes torcidos y el cabello totalmente despeinado—secundaría—susurró, recordando todas las veces que había escuchado a sus amigas decir que él era un sueño.

No podía olvidar la secundaría por más que quisiera, desde aquellos tiempos su vida se había complicado, había tenido que renunciar a sus sueños y sobre todo había tenido que aceptar que su vida no era como los demás. No tenía un padre que pudiera apoyarla económicamente y mucho menos a alguien que pudiera ayudarla con los gastos médicos de su madre. Desde que su madre se había enfermado de los pulmones y del corazón todo había sido un desastre para ella. Siempre había deseado ser una chica normal como todas, siempre había deseado salir de fiesta y tener citas como todas las chicas de su edad pero eso nunca había sido posible. Su vida siempre había sido diferente y aunque había sido terriblemente dura... amaba seguir estando ahí para su familia.

Estaba completamente segura que la secundaria para Cameron había sido completamente diferente, él siempre se había mantenido rodeado de chicas con grandes sonrisas y de los miembros del equipo de futbol. Él siempre había sido el centro de atención y después de obtener los llamativos músculos y tatuajes que rodeaban sus músculos había conseguido que su atención se volviera una popularidad exigente y totalmente favorecedora.

—Quisiera que mi vida fuera así de sencilla—susurró para sí misma, observando la gran sonrisa de Cameron en la fotografía.— pero no es posible—susurró, alejándose de la fotografía. Encontrándose con una estantería totalmente llena de fotos y recuerdos que probablemente él guardaba con amor.

Su rostro soltó una mueca al tocar uno de ellos, manchándose los dedos levemente con el polvo que se había acumulado con el paso del tiempo.

—Tengo que limpiar—susurró. Volteando a su alrededor, intentando encontrar el lugar donde él guardaba todos sus productos de limpieza.

Cameron abrió el grifo, ignorando el sonido de los pasos de Kiara en el pasillo. Cerró los ojos por un momento y entró a la ducha antes de disfrutar la sensación del agua tibia caer por su piel desnuda. Sentir el agua tibia caer por su cuerpo le parecía una bendición, había caminado kilómetros bajo el cielo nocturno sin una prenda gruesa que lo protegiera del frio.  Había estado con ella con tanta tranquilidad, enfrentándose con las constantes ráfagas de aire frio que atacaba la ciudad pero incluso así había actuado de la mejor manera como si el aire y el frio no le afectaran en lo absoluto pero con solo ver su piel sabía que el frio había terminado por resecar y quemar su piel expuesta.

Olfateó por un momento el shampoo antes de lavarse el cabello con este, disfrutando la suave aroma a menta que impregnada su cabello. El sonido de la aspiradora fuera del baño lo hizo sonreír, imaginándola tan pequeña al lado de la monstruosa aspiradora que había comprado hace tiempo.

—¡Esto es monstruo!—gritó ella desde el exterior del baño, peleando con la aspiradora de Cameron, luchando para terminar rápido con ese trabajo.

Diez minutos después Cameron salió del baño con únicamente el pantalón de la pijama cubriendo su cuerpo, disfrutando del calor que la calefacción. Pequeñas gotas de agua caían de su cabello, deslizándose por su pecho desnudo.

—¿Terminaste?—preguntó, sorprendido de la velocidad con la que ella había hecho las cosas.

—Necesito ir a casa pronto— contestó, tratando de no ver el pecho desnudo de Cameron.

—Entonces... déjame llevarte a casa.

—He pedido un taxi— soltó, mirando el suelo. Cameron asintió, acercándose a ella con ligeros pasos que ella no pudo detectar—  está afuera...

—¿Por qué siento que estás huyendo de mí?—preguntó, atrapando la delgada cintura de Kiara con un ágil movimiento, pegándola a su cuerpo para descubrir que ella temblaba suavemente de nervios— tranquila, no voy a besarte... hoy no.

—Eres una basura— susurró ella, clavando la mirada en la suya— no puedes estarme amenazando de esta forma.

—¿Entonces no debería de amenazarte y solo actuar?—preguntó él antes de sonreír, observando como ella se mordía el labio por culpa de los nervios. Disfrutaba tanto tenerla así, nerviosa solo para él.

—¡Déjame en paz!—soltó, intentando alejarse de él, colocando sus temblorosas manos sobre el pecho desnudo de Cameron.

—¿Dejarte en paz?— preguntó— pero si te encanta que estemos aquí, robándote la atención que todas desean tener— murmuró mirándola a los ojos.  

Kiara lo observó por un momento, notando como las palabras de Cameron no eran un juego,  las palabras que le había dicho en la fiesta de año nuevo ¿Realmente no eran un juego?, ni siquiera podía pensar con claridad sin tener que pensar en el gran pico que se habían dado, aquel contacto que le había causado un fuerte deseo. Deseaba volver a ser besada por él, saborear aquellos labios traviesos que solo él tenía pero estaba segura de una sola cosa, un chico como él nunca podría adaptarse a una sola chica.

 —¿Piensas que mis sentimientos son tan débiles para caer en tus brazos?— soltó, alejándose por completo de él, observando la pequeña cara de frustración que él mostraba frente a ella.— me largo— comentó, prácticamente corriendo hacia la puerta principal de la casa— luego me das el dinero— soltó, saliendo por completo de la casa.

Cameron sonrió, golpeando levemente la pared con sus puños mientras sonreía, mordiéndose los labios antes de voltear a ver la dirección por donde ella había escapado.

—Kiara, Kiara— susurró con la gran sonrisa en su rostro— serás mía.

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