13Seraphina Estaba sentada en el sillón de su oficina, con las manos envueltas en un vaso de agua caliente que él mismo me había dejado antes de decirme: “No te muevas.”Y no lo hice. No podía.Habían pasado quince minutos. Tal vez más. El silencio de la oficina se volvió pesado, y la ansiedad me hizo aferrarme más fuerte a la porcelana caliente.Entonces, la puerta se abrió de golpe.Ryder irrumpió como una tormenta, con los ojos rojos, como si no hubiera pasado algo grave, y los hombros tan tensos que parecía que cargaba el mundo.—¿Todo bien? —pregunté en voz baja, apenas un susurro sintiendo que algo iba mal.No respondió. Solo me miró como si no pudiera entender lo que veía… y de pronto, cruzó la distancia que nos separaba y me levantó del sillón de un tirón.Sus manos se cerraron sobre mis hombros, no con brutalidad, pero sí con desesperación. Apreté los labios cuando el dolor me hizo estremecerme.—¿Estás embarazada? —espetó.Me quedé sin aire.La taza cayó de mis manos y se
14RyderMe quedé viéndola salir, paralizado. El eco de sus pasos se desvanecía y aun así no podía moverme. Ella eligió irse… se fue. ¿Cómo puede no entenderlo?No se trata de orgullo. Ni de escándalos.Se trata de que ese bebé no puede venir al mundo.Ella podría morir.Y todo… todo por culpa de mi secreto.Me pasé las manos por el rostro, tembloroso. Recordé algo.—Ella fue al médico hace poco… —murmuré, mirando el perchero de la entrada de mi oficina. Tomé la chaqueta con manos torpes y salí como alma que lleva el diablo.—¿Necesita algo, señor Thorne? —preguntó un empleado que temblaba visiblemente.—¡Mi auto! —grité en el pasillo entrando en el ascensor.El chofer, que parecía estar esperándome por instinto o costumbre, abrió la puerta al instante. Entré de un salto.—Llévame al hospital donde los empleados se hicieron los exámenes esta semana —ordené, con la mandíbula apretada, mientras mis dedos comenzaban a masajearme la frente. El dolor de cabeza ya asomaba, pesado, furioso,
15Seraphina—Voy a cambiarme —murmuré sin mirarlo, bajando la cabeza mientras me daba la vuelta y desaparecía por el pasillo.Sabía que mi rostro era un desastre: las lágrimas secas, los ojos hinchados, la piel roja. No quería que me viera así. No quería que él viera cuánto dolía.Me puse lo primero que encontré: unos jeans viejos, una camiseta básica y mis tenis desgastados. Me recogí el cabello con una liga floja, respiré hondo y salí caminando hacia la puerta sin cruzar miradas ignorando la mirada de mis padres.Lo sentí seguirme en silencio, como una sombra. Bajamos las escaleras y el aire entre nosotros se volvió más denso que el concreto que pisábamos. No dije nada. Él tampoco. Y eso me asfixiaba.A dos cuadras de casa, doblé sin decir palabra hacia esa cafetería que tanto me gustaba. Pequeña, cálida, llena de plantas y estanterías repletas de libros. Sofás desiguales, con cojines suaves que te abrazaban como si quisieran curarte. Siempre me hacía sentir en casa.Me senté en un
16Seraphina—¿Blake? —dije al soltarme de sus manos con suavidad—. No te vi…—Ya veo, vas como huyendo —respondió con una risita que intentaba aligerar el momento—. ¿Estás bien?Blake. Un nombre que no escuchaba desde la secundaria, aunque era familia ahora no estábamos especialmente cercanos. Después de graduarnos, él cambió mucho. Ahora parecía más seguro de sí mismo, más… sólido. Y aún conservaba esa sonrisa tranquila que lograba relajar el ambiente.—Estoy bien —asentí con rapidez, intentando convencerlo. Convencerme.—Bueno, ¿qué tal si nos vamos a comer? hace mucho que no veo a mi hermanita —dijo con una pequeña sonrisa.Lo abracé sintiéndome protegida, él no lo dudó y me devolvió el abrazo.—¿Te hicieron bulliyng? ¿Quién se metió con mi hermanita? —preguntó entrando en pánico y me siento cálida por dentro, sollozaba mientras reía lo que me hacia ver un poco loca.—Vamos por esa comida —dije para distraerlo un poco.En el restaurante.Blake masticaba su hamburguesa como si no hu
17SeraphinaRegresé sola a casa, luego de insistirle mucho a Blake de que estaba bien, caminé lentamente mientras la ciudad bullía a mi alrededor como si el mundo no se hubiera detenido unas horas atrás. Mis pies pesaban, pero no tanto como mi alma. Era bueno este tiempo que pasé con Blake.Cuando abrí la puerta, el olor a sopa de pollo y pan recién hecho me golpeó como un abrazo cálido que no sabía si merecía. Mamá estaba en la cocina, secándose las manos con el delantal, y papá alzó la vista desde el periódico con una expresión entre preocupación y alivio.—¿Dónde estabas? —preguntó mamá de inmediato, acercándose con el ceño fruncido—. Te fuiste sin decir nada, y no has comido nada en todo el día.—Estaba dando una vuelta luego de hablar con mi ex empleador —mentí, bajando la mirada y quitándome los zapatos sin mirarlos.—¿Ex empleador? ¿El señor Thorne te despidió? —intervino papá con voz baja, como si no quisiera sonar inquisitivo, pero no pudiera evitarlo— ¿Qué hiciste?—No quie
18SeraphinaPensé que iría sola hasta el restaurante, pero al bajar, lo vi.Ryder me esperaba, recostado con soltura en el capó de su Maybach. La escena parecía sacada de una película: impecable, indescifrable, peligroso.—Señor Thorne —saludé, sin cambiar el tono ni el ritmo de mis pasos.—No hagas eso, Seraphina. No hay nadie alrededor —dijo con un tono que mezclaba molestia con algo que parecía melancolía.—Eres mi jefe… próximamente, mi exjefe —le recordé, deteniéndome justo a una distancia segura—. Ya no hay esa confianza entre nosotros.Se irguió de golpe y caminó hacia mí tan rápido que no lo vi venir. Solo me di cuenta cuando lo tuve demasiado cerca.—Basta —me dijo en voz baja, pero con una firmeza que dolía.—Vámonos —le respondí, desviando la mirada de esos ojos grises que alguna vez me hicieron sentir segura. Abrí la puerta trasera del coche sin mirarlo de nuevo.Alguien que no quiere a su hijo… no merece otra de mis miradas.El silencio en el interior del auto era casi t
19SeraLa cena se desarrolló con impecable cortesía.Conversaciones medidas, risas moderadas, y sonrisas ensayadas.Yo traducía con fluidez entre Ryder y Lucien, suavizando los bordes ásperos de ambos cuando era necesario, tejiendo puentes con palabras y modulando tonos. El trato parecía ir bien, hasta que los platos se retiraron y los hombres quisieron celebrar a la antigua: con alcohol.—Un coñac francés —pidió Lucien con una media sonrisa, alzando la mano para llamar al camarero—. Algo digno de esta noche.—Whisky para mí —dijo Ryder, sin mirarme.Luego todos se giraron hacia mí.—¿Y tú, ma chérie? ¿Qué vas a tomar? —preguntó Lucien, con esa mirada suya que pesaba más de lo que debía.Elevé apenas la mirada, manteniéndola suave y neutral.—Gracias, pero no bebo alcohol —respondí con tono cortés—. Soy alérgica, y prefiero evitarlo.Un silencio breve.Demasiado breve.Pero sentí la presión al instante.Lucien ladeó un poco la cabeza, como si algo no encajara.—¿Alérgica? Qué pena —d
1SeraphinaLlevo seis meses trabajando en Enterprise Éter, para el mismísimo Ryder J. Thorne.La primera vez que lo vi, no pude evitar babear un poco. O sea, ¿cómo no hacerlo? Ese hombre parecía sacado de una campaña de ropa cara: alto, cabello oscuro siempre perfectamente despeinado y una mirada capaz de atravesarte sin pestañear. Pero el encantamiento me duró lo que un suspiro. Recordé que necesitaba el trabajo y que babear por el jefe estaba al final de la lista de cosas que no debía hacer jamás.—¡Astor! —gritó desde su oficina, y pegué un salto en mi silla.Juro que lo hace a propósito. Le gusta asustarme. Estoy segura de que debe reírse por dentro cada vez que pego un respingo como si me hubieran disparado.—Dígame, señor Thorne —respondí al entrar en su oficina, mi campo minado personal. Llevaba la tablet entre las manos, lista para anotar lo que sea que se le hubiera ocurrido esta vez.Él no levantó la vista. Solo hojeaba los documentos que, por cierto, yo misma le habí