Me incorporé de la cama con la intención de abandonar la habitación. No sabía a dónde iría; quizás optaría por dormir en el sofá. Lo único claro era que no deseaba estar cerca de Eduard ni compartir la misma cama. Sus palabras me hirieron, y mi corazón experimentó una pequeña fisura.Al llegar a la puerta, intenté abrirla, pero la mano fría de Eduard se posó en mi brazo mientras yo permanecía de espaldas. Me detuve, sin razón aparente. No quería irme, pero tampoco quedarme. Luchaba contra los sentimientos que habían surgido desde la primera vez que lo vi de manera tangible.—No te vayas —me suplicó a mis espaldas, su aliento cálido rozando mi cuello. Cerré los ojos por un momento antes de volver a abrirlos.—Ya dejamos las cosas claras, Eduard. No habrá más acercamientos de este tipo. No es apropiado para mí —hablé mientras sujetaba nuevamente el pomo de la puerta. Lo apreté, pero no la abrí, ya que el agarre de Eduard me impedía salir.—No pases de esa puerta —ordenó—. Tampoco debería
La mañana soleada se desplegó ante mí, fruncí la nariz y abrí los ojos lentamente hasta toparme con el techo. Parpadeé varias veces antes de recobrar la compostura.Una mano estaba entrelazada en mi cintura. Al voltear, encontré a Eduard profundamente dormido a mi lado, lo cual me hizo sonrojar al instante. Para empeorar las cosas, al mirar bajo las cobijas, nos descubrí en una situación bastante reveladora. Desnudos. Los recuerdos de la noche anterior no se desvanecieron; había compartido una experiencia íntima con mi jefe, y fue lo mejor que había experimentado. Mi corazón latía rápido al recordar esos momentos, sus besos apasionados, sus caricias, su dominio sobre mi cuerpo y la intensidad de sus movimientos. Aunque todo fue como un acto animal en la cama, fue perfecto.Mientras Eduard dormía, lo observé detenidamente, siendo esta la segunda vez que lo hacía. Era inevitable. Nunca imaginé sentir un vínculo tan profundo con alguien. Experimentar esa sensación en mi pecho me hacía fe
Las chicas y yo guardamos silencio al llegar Eduard a la empresa; de hecho, los pasillos quedaron en completo mutismo ante su presencia.Nosotras nos acomodamos en nuestros puestos en silencio. Eduard me observó de reojo antes de entrar a su oficina, y yo intenté evitar su mirada. No sé por qué lo hice, pero no me atrevía a sostener su mirada después de lo ocurrido. Además, no estoy segura de si lo enfadé al irme de su apartamento de repente solo porque no quería esperar a que atendiera su llamada antes que a mí. Necesito atención.Inicié mis tareas diarias, organizando documentos, atendiendo llamadas, ordenando la información de los archivos que debía llevar al despacho de Eduard, y coordinando su agenda. Tiene reuniones pendientes, juntas, y debo supervisar la entrada y salida de la correspondencia para él, entre muchas otras responsabilidades que afectan mi tranquilidad mental.Una vez que terminé de ordenar todo el papeleo, recogí los documentos y archivos que estaban listos para E
Salí del despacho del doctor con gran preocupación. Aunque tenía ahorros reservados para los tratamientos, no eran suficientes. Ahora, con otro tratamiento para mi abuela, los gastos aumentaban, sumados al costo del hospital. Con el objetivo de no inquietar a mi abuelo, guardé el papel en mi bolso y traté de aparentar tranquilidad.—¿Qué te dijo el doctor? —inquirió mi abuelo, levantándose apenas me vio.—Solo informó que se suspendió el primer tratamiento, y ahora tenemos otro que debemos iniciar cuanto antes —expliqué manteniendo la calma.—¿Y sobre el hospital? —preguntó, tocando el tema que deseaba evitar.—No te preocupes, me encargaré de eso por ahora. Puedes ir a tomar un café, abuelo, y luego regresar a casa para descansar. Debes estar cansado —sugerí.—No te preocupes por mí. Estoy bien ahora, lo importante es que Susana esté mejor —declaró, y le dediqué una dulce sonrisa, pellizcando suavemente su arrugada mejilla.—Perfecto, entonces ve por el café, y yo me encargo del resto
Tomé mi bolso y salí del baño. Mi abuelo me esperaba con un café, mientras Eduard ya se había ido. Dudaba entre ir a la empresa o esperar a que mi abuela despertara, pero decidí acompañar a mi abuelo. Había resuelto todo en la oficina antes de venir, así que Eduard no notaría mi ausencia.Las horas pasaron rápidamente, y el médico nos permitió ver a mi abuela. Al entrar a la sala, la abracé con fuerza y le dejé un beso en la mejilla.—Qué bueno que estés mejor, abuela —le dije, acariciando su cabello blanco.—Estoy bien gracias a ti, mi niña, y a la atención de Orlando —señaló, sonriendo débilmente.—Ahora lo importante es que te estás recuperando. Debes mantener reposo y comer lo que el doctor te indique.—Lo haré, pero dime cómo...—Sé lo que vas a preguntar, así que no te preocupes. Me encargaré de las cuentas. No deben preocuparse por eso. Saben que tienen a su nieta —interrumpí. Mi abuela ladeó la cabeza y me sonrió.—Gracias por todo, hija—expresó mientras me brindaba un abrazo,
La noche desplegó sus puertas; mi abuela dormía, mientras que mi abuelo se retiró a casa para tomar un descanso. Me preparaba para dirigirme al apartamento de Eduard, indecisa sobre si pasar primero por el mío. Dado que no especificó una hora exacta, opté por hacer una breve parada en mi propio apartamento para ducharme, ya que lo he tenido bastante descuidado.Al entrar al edificio después de bajarme del taxi, algunas personas conocidas me saludaron antes de que ingresara a mi propio espacio. Al notar que estaba un poco polvoriento, recordé que apenas había tenido tiempo para ocuparme de mi hogar. Ahora, con Eduard buscándome constantemente, menos tiempo tengo para dedicarle a mi casa.Consulté la hora en mi reloj y vi que aún era temprano. Decidí comenzar por hacer una limpieza rápida en mi pequeño espacio personal. Empecé por la sala, luego lavé los platos en el fregadero, sacudí la cocina y la limpié un poco. Al revisar la despensa, noté que estaba vacía, recordándome lo poco que c
Cuando me di cuenta, ya estaba sujeta a la cama, Eduard había usado su cinturón para atar mis muñecas, dejándome inmovilizada. ¿En serio? ¿Qué planea hacer?.Su torso desnudo se encontraba frente a mí, mis ojos recorrían su esbelta y bien formada figura, fruto de su dedicación al ejercicio. Su piel blanca parecía aterciopelada, su cabello negro despeinado de manera perfecta, y sus ojos azules como el mar reflejaban poder, posesión y dominación. Su mirada cautivadora era capaz de atrapar presas con curvas con facilidad, y sus labios perfectamente delineados resultaban provocativos, con un color similar a la sangre mezclada con el agua. ¡Maldición! Este hombre no es de este mundo; mojo mis bragas por él y no lo puedo negar. Simplemente, me cautiva con su mirada, y un simple toque suyo me domina al punto de considerarme su esclava por la eternidad.—Eduard —pronuncié agitada—, hazlo ya.—Aún no. Necesito sentirte —respondió, despojándome gradualmente de mis bragas hasta que quedé completa
A la mañana siguiente, desperté somnolienta, detesto las casas con ventanas que dejan entrar el sol en las mañanas, cegándome al abrir los ojos.Me acomodé en la cama, deseando todo menos levantarme; anhelaba un día completo de descanso solo para mí, me siento agotada.Espera...—Mierda—murmuré, sentándome en la cama y cubriendo mis pechos desnudos con la cobija. Miré a mi lado y Eduard no estaba. ¿Cuánto tiempo dormí? Recordé que no estaba en mi apartamento, sino en el de mi jefe. Después de todo lo que hicimos anoche, quedé cansada y adolorida.Lo hicimos tres veces, y Eduard siempre fue rudo. Además, cada vez que lo hicimos, me ató las muñecas y se adueñó de mi cuerpo a su antojo. Aparte de eso, no dejaba de decirme al oído que le pertenezco, incluso que no podía fijarme en nadie más que no fuera él. Fue tan posesivo anoche, me hizo gemir varias veces, y si no lo hacía, me obligaba con embestidas bastante salvajes.No sabía que era tan dominante.Me incorporé lentamente, mis piernas