Las chicas y yo guardamos silencio al llegar Eduard a la empresa; de hecho, los pasillos quedaron en completo mutismo ante su presencia.Nosotras nos acomodamos en nuestros puestos en silencio. Eduard me observó de reojo antes de entrar a su oficina, y yo intenté evitar su mirada. No sé por qué lo hice, pero no me atrevía a sostener su mirada después de lo ocurrido. Además, no estoy segura de si lo enfadé al irme de su apartamento de repente solo porque no quería esperar a que atendiera su llamada antes que a mí. Necesito atención.Inicié mis tareas diarias, organizando documentos, atendiendo llamadas, ordenando la información de los archivos que debía llevar al despacho de Eduard, y coordinando su agenda. Tiene reuniones pendientes, juntas, y debo supervisar la entrada y salida de la correspondencia para él, entre muchas otras responsabilidades que afectan mi tranquilidad mental.Una vez que terminé de ordenar todo el papeleo, recogí los documentos y archivos que estaban listos para E
Salí del despacho del doctor con gran preocupación. Aunque tenía ahorros reservados para los tratamientos, no eran suficientes. Ahora, con otro tratamiento para mi abuela, los gastos aumentaban, sumados al costo del hospital. Con el objetivo de no inquietar a mi abuelo, guardé el papel en mi bolso y traté de aparentar tranquilidad.—¿Qué te dijo el doctor? —inquirió mi abuelo, levantándose apenas me vio.—Solo informó que se suspendió el primer tratamiento, y ahora tenemos otro que debemos iniciar cuanto antes —expliqué manteniendo la calma.—¿Y sobre el hospital? —preguntó, tocando el tema que deseaba evitar.—No te preocupes, me encargaré de eso por ahora. Puedes ir a tomar un café, abuelo, y luego regresar a casa para descansar. Debes estar cansado —sugerí.—No te preocupes por mí. Estoy bien ahora, lo importante es que Susana esté mejor —declaró, y le dediqué una dulce sonrisa, pellizcando suavemente su arrugada mejilla.—Perfecto, entonces ve por el café, y yo me encargo del resto
Tomé mi bolso y salí del baño. Mi abuelo me esperaba con un café, mientras Eduard ya se había ido. Dudaba entre ir a la empresa o esperar a que mi abuela despertara, pero decidí acompañar a mi abuelo. Había resuelto todo en la oficina antes de venir, así que Eduard no notaría mi ausencia.Las horas pasaron rápidamente, y el médico nos permitió ver a mi abuela. Al entrar a la sala, la abracé con fuerza y le dejé un beso en la mejilla.—Qué bueno que estés mejor, abuela —le dije, acariciando su cabello blanco.—Estoy bien gracias a ti, mi niña, y a la atención de Orlando —señaló, sonriendo débilmente.—Ahora lo importante es que te estás recuperando. Debes mantener reposo y comer lo que el doctor te indique.—Lo haré, pero dime cómo...—Sé lo que vas a preguntar, así que no te preocupes. Me encargaré de las cuentas. No deben preocuparse por eso. Saben que tienen a su nieta —interrumpí. Mi abuela ladeó la cabeza y me sonrió.—Gracias por todo, hija—expresó mientras me brindaba un abrazo,
La noche desplegó sus puertas; mi abuela dormía, mientras que mi abuelo se retiró a casa para tomar un descanso. Me preparaba para dirigirme al apartamento de Eduard, indecisa sobre si pasar primero por el mío. Dado que no especificó una hora exacta, opté por hacer una breve parada en mi propio apartamento para ducharme, ya que lo he tenido bastante descuidado.Al entrar al edificio después de bajarme del taxi, algunas personas conocidas me saludaron antes de que ingresara a mi propio espacio. Al notar que estaba un poco polvoriento, recordé que apenas había tenido tiempo para ocuparme de mi hogar. Ahora, con Eduard buscándome constantemente, menos tiempo tengo para dedicarle a mi casa.Consulté la hora en mi reloj y vi que aún era temprano. Decidí comenzar por hacer una limpieza rápida en mi pequeño espacio personal. Empecé por la sala, luego lavé los platos en el fregadero, sacudí la cocina y la limpié un poco. Al revisar la despensa, noté que estaba vacía, recordándome lo poco que c
Cuando me di cuenta, ya estaba sujeta a la cama, Eduard había usado su cinturón para atar mis muñecas, dejándome inmovilizada. ¿En serio? ¿Qué planea hacer?.Su torso desnudo se encontraba frente a mí, mis ojos recorrían su esbelta y bien formada figura, fruto de su dedicación al ejercicio. Su piel blanca parecía aterciopelada, su cabello negro despeinado de manera perfecta, y sus ojos azules como el mar reflejaban poder, posesión y dominación. Su mirada cautivadora era capaz de atrapar presas con curvas con facilidad, y sus labios perfectamente delineados resultaban provocativos, con un color similar a la sangre mezclada con el agua. ¡Maldición! Este hombre no es de este mundo; mojo mis bragas por él y no lo puedo negar. Simplemente, me cautiva con su mirada, y un simple toque suyo me domina al punto de considerarme su esclava por la eternidad.—Eduard —pronuncié agitada—, hazlo ya.—Aún no. Necesito sentirte —respondió, despojándome gradualmente de mis bragas hasta que quedé completa
A la mañana siguiente, desperté somnolienta, detesto las casas con ventanas que dejan entrar el sol en las mañanas, cegándome al abrir los ojos.Me acomodé en la cama, deseando todo menos levantarme; anhelaba un día completo de descanso solo para mí, me siento agotada.Espera...—Mierda—murmuré, sentándome en la cama y cubriendo mis pechos desnudos con la cobija. Miré a mi lado y Eduard no estaba. ¿Cuánto tiempo dormí? Recordé que no estaba en mi apartamento, sino en el de mi jefe. Después de todo lo que hicimos anoche, quedé cansada y adolorida.Lo hicimos tres veces, y Eduard siempre fue rudo. Además, cada vez que lo hicimos, me ató las muñecas y se adueñó de mi cuerpo a su antojo. Aparte de eso, no dejaba de decirme al oído que le pertenezco, incluso que no podía fijarme en nadie más que no fuera él. Fue tan posesivo anoche, me hizo gemir varias veces, y si no lo hacía, me obligaba con embestidas bastante salvajes.No sabía que era tan dominante.Me incorporé lentamente, mis piernas
—¡Sandra! —Amanda me gritó, y di un respingo del susto.—Loca demente, no grites así, no estoy sorda —gruñí, volviendo a la realidad.—Te estamos hablando; desde que llegamos, estás rara —dijo Lilian, tomando un sorbo de su bebida. Estamos en la hora del almuerzo después de una jornada de trabajo, me siento cansada y mi cuerpo adolorido no me ayuda para nada.Desde que salí del apartamento, he estado pensativa. Estaba más concentrada en el trabajo porque Eduard no está en la empresa. No sé dónde estará, ni siquiera me dijo si se encuentra de viaje o sigue en la ciudad.Pero lo que me tiene distraída es el asunto de mi padre, o más bien, el mensaje que me envió Alicia. Aunque no sé cómo tuvo ese descaro, sabe perfectamente que no me llevo bien con su familia. Ella y su hermano me arrebataron el cariño de mi padre, o creo que nunca hubo afecto.—Chicas, necesito un consejo —comenté, captando la atención de ambas, las cuales metían un bocado de comida en su boca, y yo ni siquiera había pr
Es hora de la salida del personal, y como no tengo planes para esta noche, pensé en ir a casa de mi abuela para verificar cómo está de salud.Me sentí extraña hoy porque no vi a Eduard. Siento que hay algo diferente en mí, tal vez sea un trastorno o simplemente la necesidad de estar con él. Lo extraño mucho y debería abordar estos sentimientos tan intensos.—¡Vaya! ¡Miren quién está aquí! —escuché decir a Amanda entusiasmada mientras salíamos de la empresa. Afuera, estaba estacionado un auto, ¿era de Carter?.—Creo que viene por ti, Lilian —comenté mirándola de reojo. Lilian tenía las mejillas rojas y parecía sorprendida, tal vez no esperaba verlo, o tal vez sí sabía que vendría por ella.—Carter... —murmuró ella por lo bajo. Él, al notar que lo observábamos, se acercó con una sonrisa transparente y dulce.—Buenas noches, chicas —saludó el galán. A Lilian le plantó un beso en la mejilla, dejándola más roja de lo que ya estaba.—Bueno, bueno, bueno, ¿de qué me perdí? —preguntó Amanda co