50. Estas en problemas

Para Mía no fue suficiente esa sola cachetada, quería seguir golpeándolo hasta descargar toda la rabia y la impotencia que sentía por dentro, pero sabía que para obtener la venganza que quería, debía ser paciente.

—Te largas de mi oficina —señala la puerta— mientras sigas de idiota, no te atrevas a venir aquí. No te quiero cerca de mí. A partir de ahora, que Peter sea nuestro intermediario.

Gerard la ve con sus ojos inyectados en sangre. Nunca, ninguna mujer se había atrevido a levantarle la mano.

—Eso lo veremos, colega.

Sale de la oficina aún con la mejilla ardiendo. Siente la mirada de la mujer sentada frente a la oficina de Mía y al verse en el espejo del ascensor, ve su mejilla roja.

Nicolás sigue en la puerta de la oficina, perplejo por lo que acaba de presenciar, ve salir a Gerard sin decir una palabra, mientras que a Mía la vez sentarse en la silla sofocada, si pudiera echaría humo por la nariz y orejas.

—Nunca te había visto tan enojada como ahora, ¿quieres hablarlo?

Se sient
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