Y el día llegó. Cuándo anocheció y se miró al espejo de cuerpo completo con aquella ropa puesta tan exhibicionista se sintió aplastada por el sentimiento de culpa que ya se hacía presente en su sistema. La lencería a su medida la hizo sentir asqueada. ¿Qué es lo que pasaba con ella? La presión era grande, aún así se empujó a seguir adelante. No tenía otra opción que hacerlo. Se puso un abrigo sobre la ropa, entonces se quedó a la espera de Rashid, quién pasaría buscándola cerca de las diez, de ahí partirían a un hotel. Las manos le temblaban así como todo su cuerpo, no era ella, sino otra persona la que ocupaba aquel lugar. Se repetía vez tras vez, quizá para aminorar la culpa, que solo lo hacía por su madre. Salió de casa cuando escuchó aquel claxon que sonaba sin parar, era el árabe. Estaba a nada de ocurrir, a nada de ser desvirgada por ese espécimen de hombre. Cuando entró al auto, el perfume del aludido la asesinó, era tan fuerte, olía a todo eso, a un deseo fortuito, a esa no
—¿Me estás escuchando Victoria? Porque desde hace rato estoy hablando contigo y creo que no me estás prestando atención. Batió la cabeza al escuchar la voz del árabe que la llamaba y ella apenas regresaba de las nubes. Se había quedado suspendida, flotando... El recuerdo ya había dejado de golpear su cabeza. —Lo siento, ¿qué decías? —Que el dinero ya lo ha sido transferido a una cuenta por lo que ya puedes disponer del mismo. Ten. —le dio una tarjeta. —¿Todo está aquí? —Todo está allí. —Vale, gracias. —Estamos hablando de un millón de dólares, Victoria. Lo vio asombrada, al principio solamente había pedido medio millón de dólares pero ahora suponía que la cifra se había doblado porque ya no solo había vendido su virginidad.—¿Tanto así? —Es solo la primera parte. —¿Qué? —No me mires así, intento ser justo por todo lo que estás haciendo por mí. —Claro, pero... Aún no sabemos si estoy embarazada. —Lo estás, ya lo estás, créeme. Aguarda unas semanas y te haces la prueba. Per
Probablemente su madre se iba a sentir culpable. Y ella solo quería que estuviera tranquila, que se curara. Sorbió por la nariz y aguardó un rato allí. Después se encaminó hasta la cocina de su casa y empezó a buscar algo de comer. A pesar de lo fatal que se sentía el hambre no quería abandonarla. De hecho ahora tenía casi siempre un apetito muy voraz. Y eso la hacía sentir extraña. No era el tipo de personas que comía y comía sin parar, ahora suponía que con el embarazo eso había cambiado. Las ganas de comer un enorme plato, no fue suficiente para ella, pues al cabo de unas horas ya estaba preparándose un aperitivo. Maldijo en voz baja cuando recordó la visita que le prometió a su madre. No creía como era posible olvidar ir hasta el hospital. Pero con tantas cosas en la cabeza era normal que eso le sucediera. No se lo perdonaría sí faltaba ese día. Así que le dejó un mensaje y le prometió ir lo antes posible. Su madre no era de usar mucho el móvil, pero si respondía a los textos c
Sí bien su madre no era de las personas que siempre estaba pendiente de lo que se llevaba a la boca o de lo que podría engordar como ciertos alimentos, siempre le había educado a su hija para que se alimentara de forma correcta y se mantuviera siempre saludable. Victoria no era de esas personas que comía sin parar, pero repetía un segundo plato y Julia evidenciaba el gran cambio que tenía su hija en ese momento, había ganado peso y eso no solo se notaba en sus mofletes. —Estás más rellenita, y me parece que luces incluso más hermosa de lo que ya eres, pero sabes que no debes comer mucho. Lo necesario sí. —¿Crees que no se consciente de ello mamá? Yo solo estoy comiendo lo de siempre, bueno, uno que otro postre también puede que por eso he ganado más peso. Pero no estoy gorda mamá. —añadió con los ojos de par en par a lo que su madre sonrió y le acarició la mejilla.—No. Tú no estás gorda, eres la joven más hermosa de esta tierra, perfecta. Así que olvida lo que te dije, solo quiero
Rashid conducía a su compañía. Odiaba el terrible tráfico que siempre se hacía cada vez que iba de camino al trabajo y mucho más en la mañana. Era normal en la ciudad. Algo a lo que él, no se acostumbraba. Por supuesto debido a eso ya se sentía malhumorado y furioso, era de los que siempre llegaba de forma puntual a la compañía, pero ahora lamentablemente llegaría tarde a una reunión importante que tenía con unos socios. Después del molesto tráfico, por fin había llegado al parking subterráneo de la compañía. Y pronto apareció en su camino la asistente, la mujer tenía unos ojos muy expresivos, dando la impresión de que siempre andaba muy asustadiza. Aunque siendo así, no era para menos tomando en cuenta el tipo de jefe que tenía la pobre. —Señor, aquí tengo todo lo que me ha pedido y también su itinerario, si necesita otra cosa... —Candace, ahora mismo quiero un café bien cargado por favor, y dile a Mariola que no podré reunirme con ella como habíamos acordado, que lo siento mucho
Por la tarde Rashid supo que Victoria estaba otra vez en el hospital, y tras su salida de la compañía, decidió ir a verle. Ella se sorprendió de encontrarlo ahí. Y no, no era una coincidencia. —Rashid —expresó en medio del pasillo del hospital. ¿Acaso la había estado siguiendo? El hombre, que venía aún trajeado, sin decir una sola palabra ante su saludo sorpresivo, la cogió de la mano para dirigirse a un asiento. Victoria sintió como una especie de electricidad la recorría a través de sus dedos mientras él le sostenía la mano en la suya. Pero omitió el efecto por el simple hecho de parecerle ridículo e inaceptable. —¿Por qué estás aquí? Deberías dejarme tranquila, no soy una niña pequeña y sé perfectamente lo que debo hacer.—Al parecer has olvidado cada palabra que te dije, entiende Victoria qué tienes dentro de ti a mi hijo y debo velar por tu seguridad. —Es justo eso lo que detesto, que me trates como si fuera una chiquilla y no me va a pasar nada por tomar un taxi, de hecho m
—Doctora Jones, aquí estamos. Iremos a la consulta pronto. —De acuerdo, los voy a estar esperando en mi consultorio. Deslizó una sonrisa y se retiró dejándolo a los dos a solas. Ella no tardó en recriminar al millonario por lo que había dicho. —¿Por qué ahora soy la señora Ansarifard, eh? Yo creo que esto es demasiado, ¿No crees que te estás pasando ya? —lanzó, asesinando al aludido con la mirada. —Te volveré a besar si continúas así de felina. Vamos, no hay tiempo que perder. —Atrévete, tonto árabe. —¿Tonto, dices? Mierda, Victoria. No estoy para tus insultos infantiles, vamos. La muchacha rodó los ojos y lo siguió a regañadientes. No era necesario que la llamara de esa forma y le dijera a las personas que era la señora Ansarifard ni en sueños ni loca sería la esposa de un hombre como él. —Primero dices que soy tu prometida y ahora andas contándole al mundo que me convertí en la señora ansarifard. Todo esto tiene que ser una completa y una maldita pesadilla. Respiró exaspera
Días después...La noticia de la desaparición de Coral, llegó a oídos de Rashid esa mañana. Su abogado, Salvatore apareció de pronto dejándole saber que en efecto, estaba involucrado con aquella desaparición. —No hay de qué preocuparse por nada esa mujer ya no está en el país y sigue con vida si es lo que te estás preguntando.—¿Cómo es que has logrado que aceptara irse de los Estados Unidos? —inquirió con mucha curiosidad, recordando que la mujer se había mostrado renuente.—Es una drogadicta, una mujer que consume estupefacientes sin parar. Estando esa información bajo mi dominio, la he usado para presionarla, así es como se fue. Lo importante es que no va a volver a molestarte, es lo que interesa. —Menos mal has logrado deshacerte de ella sin llegar a otra instancia peor. —Así es. ¿Tienes junta en un rato? —No, la he cancelado, por cierto, ya el otro asunto es un afirmativo. —¿De verdad? —Sí, seré padre. —Felicidades, Rashid. Pero... ¿Tú de verdad crees que ella va a querer