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5. Capítulo: "Positivo"

—¿Me estás escuchando Victoria? Porque desde hace rato estoy hablando contigo y creo que no me estás prestando atención.

Batió la cabeza al escuchar la voz del árabe que la llamaba y ella apenas regresaba de las nubes. Se había quedado suspendida, flotando... El recuerdo ya había dejado de golpear su cabeza.

—Lo siento, ¿qué decías?

—Que el dinero ya lo ha sido transferido a una cuenta por lo que ya puedes disponer del mismo. Ten. —le dio una tarjeta.

—¿Todo está aquí?

—Todo está allí.

—Vale, gracias.

—Estamos hablando de un millón de dólares, Victoria.

Lo vio asombrada, al principio solamente había pedido medio millón de dólares pero ahora suponía que la cifra se había doblado porque ya no solo había vendido su virginidad.

—¿Tanto así?

—Es solo la primera parte.

—¿Qué?

—No me mires así, intento ser justo por todo lo que estás haciendo por mí.

—Claro, pero... Aún no sabemos si estoy embarazada.

—Lo estás, ya lo estás, créeme. Aguarda unas semanas y te haces la prueba. Pero ve haciéndote a la idea de que es un sí.

La miraba de soslayo rápidamente mientras volvía a centrarse en la carretera, en las atestadas calles de Nueva York.

—Está bien.

Al poco tiempo habían llegado a las afueras de su casa. Antes de que pudiera bajarse del auto el hombre aferró su antebrazo y la hizo volver para que lo mirara directamente a los ojos, ella no comprendía que era lo que quería decirle y por qué razón la retenía.

—Espera, no estaré estos días en casa por lo que si quieres comunicarte conmigo tendrás que hacerlo a través de una videollamada. Tengo mucho trabajo en el exterior, cuídate mucho, estaré muy al pendiente de ti, incluso a la distancia —prometió mientras le permitía bajarse.

Solo pudo asentir, de todos modos no se preocupaba realmente por ella, sino por la vida que probablemente ya estaba instalada en su interior.

...

Ese día aprovechó de ir al hospital para ver a su madre. Sí, le había dicho al doctor que iría al siguiente día por la tarde pero ya no soportaba estar más tiempo sin ver a su progenitora. La echaba tanto de menos que solo quería estar cerca suyo y abrazarla, nunca soltarla.

—Doctor, solo llamaba para avisarle que iré esta noche a ver a mamá y pasar unos minutos con ella, también tengo que contarle la buena noticia.

—Claro, ya ha llegado el pago, me informaron desde la administración.

—De acuerdo. Pero, yo aún no lo he hecho —confesó quedándose de piedra, escuchando las palabras del doctor.

Ella aún no hacía el pago, cómo era posible que ya la deuda estaba saldada.

—No comprendo. Vendrá a darle la buena noticia, y yo le digo que ya se ha cancelado todo lo concerniente al tratamiento de tu mamá.

—Vale, iré en un rato.

—Está bien.

Cerró los ojos con fuerza y parpadeó lentamente tratando de conseguir cómo había ocurrido aquello. Aquel árabe invadió nuevamente a su cabeza, quitando la incógnita, entonces estuvo resuelta a llamarle y preguntar por eso.

Tras dos intentos en los que falló, porque el magnate no contestaba sus llamadas, se lanzó un boca arriba sobre la cama y dejó el aparato a su lado. De seguro estaba muy ocupado y por eso no había cogido el teléfono.

Mientras tanto empezó a arreglarse, ya estaba a poco de terminar de ponerse el pantalón de mezclilla y las zapatillas.

—Hola, Victoria, si llamas por lo del hospital, sí, he sido yo, pagué el tratamiento de tu madre, no pongas ninguna objeción, todo esto es parte de tu pago. Lo siento, tengo mucho trabajo, hablamos luego, cuídate.

Entonces le colgó.

—¿Qué?

Intentó llamarle de nuevo, pero la envió directo al buzón de mensajes. Maldijo en voz baja, obvio que no iba a tomarle de nuevo la llamada. Así que se terminó de vestir y tras cerciorarse de darle de comer al gato, salió de volada rumbo al hospital.

Dos meses después...

Victoria ese día no se había levantado muy bien. De hecho había despertado con el pie izquierdo, tenía mareos náuseas y un terrible dolor de cabeza que no se quitaban con nada. Solo quería quedarse tumbada en la cama y no recibir las molestias de nadie.

—No te preocupes, ¿es un problema grave?

—No, tranquila. Nada importante, te amo.

—Y yo a ti mi niña. Te amo muchísimo, estamos en contacto.

Victoria volvió a sentir un poderoso mareo, tan extraño que la sacudió de los pies a la cabeza, era terrible sentirse de esa forma, como si estuviera enferma, pero en el fondo, sabía que realmente la razón de todos esos síntomas la dirigían a lo irremediable, un embarazo, justo el objetivo del árabe hecho realidad.

De todos modos se sentía nerviosa y su corazón latía sin parar.

Se le hizo un nudo en la garganta, de solo pensar qué dentro de ella ya había una vida creciendo, también le aterraba las exigencias que pondría aquel hombre, una vez se confirmara el embarazo.

Caminó de un lado al otro en su habitación, buscando la forma de recuperar la tranquilidad de hallar esa serenidad tan reclamada por su sistema pero ahora mismo era un manojo de nervios. Se le hacía un nudo en el estómago y ya las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos para pronto hacer su desborde sobre sus mejillas.

Ingresó al baño, se lavó la cara, se cepilló los dientes y luego tomó una ducha corta. Entonces aferrada lavabo que había en el sanitario y mirándose el reflejo en aquel espejo, se rompió nuevamente. No tenía experiencia pero sabía que las mujeres embarazadas pasaban por una montaña rusa de emociones y eso era lo que ella estaba viviendo justo en ese momento, se sentía deprimida, triste y asustada.

Todo era incierto.

Antes de informarle al millonario sobre su estado de salud y todo lo que estaba experimentando, tomó la decisión de ir a alguna farmacia, la más cercana de la ciudad y comprar dos pruebas de embarazo.

El hombre que atendía afortunadamente no era el señor de siempre, que por sus visitas concurridas, ya sea para comprar alguna medicina de su madre o cualquier otra cosa que necesitaba, le conocía.

Lo mejor era descubrirlo por ella misma antes que nadie.

Salió de la farmacia sintiéndose más nerviosa que nunca, también con la paranoia en la cabeza de que caminando todas las miradas caían sobre ella pero solo era su cabeza señalandola a sí misma. La verdad es que las personas estaban centradas en sus propios asuntos, además no era la primera ni sería la última en pasar por una situación similar.

Victoria siguió las instrucciones, pasado el tiempo indicado, giró la prueba.

—Positivo. Lo has conseguido Rashid Ansarifard —soltó mirando el espejo, derramando algunas lágrimas.

Ahora más que nunca necesitaba ser fuerte y afrontar la situación. Pensó en su madre, en como ella se pondría al saberlo. Ella seguía creyendo que la ayuda monetaria había llegado de una señora, al punto de considerarla un ángel y la solución de los problemas, un completo milagro. Cuando la verdad era que nada de eso era cierto.

¿Cómo podría ir hasta ella y contarle que estaba esperando un bebé y encima tendría que entregarlo al nacer porque todo se trataba de un contrato a cambio de mucho dinero?

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