—¿Me estás escuchando Victoria? Porque desde hace rato estoy hablando contigo y creo que no me estás prestando atención.
Batió la cabeza al escuchar la voz del árabe que la llamaba y ella apenas regresaba de las nubes. Se había quedado suspendida, flotando... El recuerdo ya había dejado de golpear su cabeza.—Lo siento, ¿qué decías?—Que el dinero ya lo ha sido transferido a una cuenta por lo que ya puedes disponer del mismo. Ten. —le dio una tarjeta.—¿Todo está aquí?—Todo está allí.—Vale, gracias.—Estamos hablando de un millón de dólares, Victoria.Lo vio asombrada, al principio solamente había pedido medio millón de dólares pero ahora suponía que la cifra se había doblado porque ya no solo había vendido su virginidad.—¿Tanto así?—Es solo la primera parte.—¿Qué?—No me mires así, intento ser justo por todo lo que estás haciendo por mí.—Claro, pero... Aún no sabemos si estoy embarazada.—Lo estás, ya lo estás, créeme. Aguarda unas semanas y te haces la prueba. Pero ve haciéndote a la idea de que es un sí.La miraba de soslayo rápidamente mientras volvía a centrarse en la carretera, en las atestadas calles de Nueva York.—Está bien.Al poco tiempo habían llegado a las afueras de su casa. Antes de que pudiera bajarse del auto el hombre aferró su antebrazo y la hizo volver para que lo mirara directamente a los ojos, ella no comprendía que era lo que quería decirle y por qué razón la retenía.—Espera, no estaré estos días en casa por lo que si quieres comunicarte conmigo tendrás que hacerlo a través de una videollamada. Tengo mucho trabajo en el exterior, cuídate mucho, estaré muy al pendiente de ti, incluso a la distancia —prometió mientras le permitía bajarse.Solo pudo asentir, de todos modos no se preocupaba realmente por ella, sino por la vida que probablemente ya estaba instalada en su interior....Ese día aprovechó de ir al hospital para ver a su madre. Sí, le había dicho al doctor que iría al siguiente día por la tarde pero ya no soportaba estar más tiempo sin ver a su progenitora. La echaba tanto de menos que solo quería estar cerca suyo y abrazarla, nunca soltarla.—Doctor, solo llamaba para avisarle que iré esta noche a ver a mamá y pasar unos minutos con ella, también tengo que contarle la buena noticia.—Claro, ya ha llegado el pago, me informaron desde la administración.—De acuerdo. Pero, yo aún no lo he hecho —confesó quedándose de piedra, escuchando las palabras del doctor.Ella aún no hacía el pago, cómo era posible que ya la deuda estaba saldada.—No comprendo. Vendrá a darle la buena noticia, y yo le digo que ya se ha cancelado todo lo concerniente al tratamiento de tu mamá.—Vale, iré en un rato.—Está bien.Cerró los ojos con fuerza y parpadeó lentamente tratando de conseguir cómo había ocurrido aquello. Aquel árabe invadió nuevamente a su cabeza, quitando la incógnita, entonces estuvo resuelta a llamarle y preguntar por eso.Tras dos intentos en los que falló, porque el magnate no contestaba sus llamadas, se lanzó un boca arriba sobre la cama y dejó el aparato a su lado. De seguro estaba muy ocupado y por eso no había cogido el teléfono.Mientras tanto empezó a arreglarse, ya estaba a poco de terminar de ponerse el pantalón de mezclilla y las zapatillas.—Hola, Victoria, si llamas por lo del hospital, sí, he sido yo, pagué el tratamiento de tu madre, no pongas ninguna objeción, todo esto es parte de tu pago. Lo siento, tengo mucho trabajo, hablamos luego, cuídate.Entonces le colgó.—¿Qué?Intentó llamarle de nuevo, pero la envió directo al buzón de mensajes. Maldijo en voz baja, obvio que no iba a tomarle de nuevo la llamada. Así que se terminó de vestir y tras cerciorarse de darle de comer al gato, salió de volada rumbo al hospital.Dos meses después...Victoria ese día no se había levantado muy bien. De hecho había despertado con el pie izquierdo, tenía mareos náuseas y un terrible dolor de cabeza que no se quitaban con nada. Solo quería quedarse tumbada en la cama y no recibir las molestias de nadie.—No te preocupes, ¿es un problema grave?—No, tranquila. Nada importante, te amo.—Y yo a ti mi niña. Te amo muchísimo, estamos en contacto.Victoria volvió a sentir un poderoso mareo, tan extraño que la sacudió de los pies a la cabeza, era terrible sentirse de esa forma, como si estuviera enferma, pero en el fondo, sabía que realmente la razón de todos esos síntomas la dirigían a lo irremediable, un embarazo, justo el objetivo del árabe hecho realidad.De todos modos se sentía nerviosa y su corazón latía sin parar.Se le hizo un nudo en la garganta, de solo pensar qué dentro de ella ya había una vida creciendo, también le aterraba las exigencias que pondría aquel hombre, una vez se confirmara el embarazo.Caminó de un lado al otro en su habitación, buscando la forma de recuperar la tranquilidad de hallar esa serenidad tan reclamada por su sistema pero ahora mismo era un manojo de nervios. Se le hacía un nudo en el estómago y ya las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos para pronto hacer su desborde sobre sus mejillas.Ingresó al baño, se lavó la cara, se cepilló los dientes y luego tomó una ducha corta. Entonces aferrada lavabo que había en el sanitario y mirándose el reflejo en aquel espejo, se rompió nuevamente. No tenía experiencia pero sabía que las mujeres embarazadas pasaban por una montaña rusa de emociones y eso era lo que ella estaba viviendo justo en ese momento, se sentía deprimida, triste y asustada.Todo era incierto.Antes de informarle al millonario sobre su estado de salud y todo lo que estaba experimentando, tomó la decisión de ir a alguna farmacia, la más cercana de la ciudad y comprar dos pruebas de embarazo.El hombre que atendía afortunadamente no era el señor de siempre, que por sus visitas concurridas, ya sea para comprar alguna medicina de su madre o cualquier otra cosa que necesitaba, le conocía.Lo mejor era descubrirlo por ella misma antes que nadie.Salió de la farmacia sintiéndose más nerviosa que nunca, también con la paranoia en la cabeza de que caminando todas las miradas caían sobre ella pero solo era su cabeza señalandola a sí misma. La verdad es que las personas estaban centradas en sus propios asuntos, además no era la primera ni sería la última en pasar por una situación similar.Victoria siguió las instrucciones, pasado el tiempo indicado, giró la prueba.—Positivo. Lo has conseguido Rashid Ansarifard —soltó mirando el espejo, derramando algunas lágrimas.Ahora más que nunca necesitaba ser fuerte y afrontar la situación. Pensó en su madre, en como ella se pondría al saberlo. Ella seguía creyendo que la ayuda monetaria había llegado de una señora, al punto de considerarla un ángel y la solución de los problemas, un completo milagro. Cuando la verdad era que nada de eso era cierto.¿Cómo podría ir hasta ella y contarle que estaba esperando un bebé y encima tendría que entregarlo al nacer porque todo se trataba de un contrato a cambio de mucho dinero?Probablemente su madre se iba a sentir culpable. Y ella solo quería que estuviera tranquila, que se curara. Sorbió por la nariz y aguardó un rato allí. Después se encaminó hasta la cocina de su casa y empezó a buscar algo de comer. A pesar de lo fatal que se sentía el hambre no quería abandonarla. De hecho ahora tenía casi siempre un apetito muy voraz. Y eso la hacía sentir extraña. No era el tipo de personas que comía y comía sin parar, ahora suponía que con el embarazo eso había cambiado. Las ganas de comer un enorme plato, no fue suficiente para ella, pues al cabo de unas horas ya estaba preparándose un aperitivo. Maldijo en voz baja cuando recordó la visita que le prometió a su madre. No creía como era posible olvidar ir hasta el hospital. Pero con tantas cosas en la cabeza era normal que eso le sucediera. No se lo perdonaría sí faltaba ese día. Así que le dejó un mensaje y le prometió ir lo antes posible. Su madre no era de usar mucho el móvil, pero si respondía a los textos c
Sí bien su madre no era de las personas que siempre estaba pendiente de lo que se llevaba a la boca o de lo que podría engordar como ciertos alimentos, siempre le había educado a su hija para que se alimentara de forma correcta y se mantuviera siempre saludable. Victoria no era de esas personas que comía sin parar, pero repetía un segundo plato y Julia evidenciaba el gran cambio que tenía su hija en ese momento, había ganado peso y eso no solo se notaba en sus mofletes. —Estás más rellenita, y me parece que luces incluso más hermosa de lo que ya eres, pero sabes que no debes comer mucho. Lo necesario sí. —¿Crees que no se consciente de ello mamá? Yo solo estoy comiendo lo de siempre, bueno, uno que otro postre también puede que por eso he ganado más peso. Pero no estoy gorda mamá. —añadió con los ojos de par en par a lo que su madre sonrió y le acarició la mejilla.—No. Tú no estás gorda, eres la joven más hermosa de esta tierra, perfecta. Así que olvida lo que te dije, solo quiero
Rashid conducía a su compañía. Odiaba el terrible tráfico que siempre se hacía cada vez que iba de camino al trabajo y mucho más en la mañana. Era normal en la ciudad. Algo a lo que él, no se acostumbraba. Por supuesto debido a eso ya se sentía malhumorado y furioso, era de los que siempre llegaba de forma puntual a la compañía, pero ahora lamentablemente llegaría tarde a una reunión importante que tenía con unos socios. Después del molesto tráfico, por fin había llegado al parking subterráneo de la compañía. Y pronto apareció en su camino la asistente, la mujer tenía unos ojos muy expresivos, dando la impresión de que siempre andaba muy asustadiza. Aunque siendo así, no era para menos tomando en cuenta el tipo de jefe que tenía la pobre. —Señor, aquí tengo todo lo que me ha pedido y también su itinerario, si necesita otra cosa... —Candace, ahora mismo quiero un café bien cargado por favor, y dile a Mariola que no podré reunirme con ella como habíamos acordado, que lo siento mucho
Por la tarde Rashid supo que Victoria estaba otra vez en el hospital, y tras su salida de la compañía, decidió ir a verle. Ella se sorprendió de encontrarlo ahí. Y no, no era una coincidencia. —Rashid —expresó en medio del pasillo del hospital. ¿Acaso la había estado siguiendo? El hombre, que venía aún trajeado, sin decir una sola palabra ante su saludo sorpresivo, la cogió de la mano para dirigirse a un asiento. Victoria sintió como una especie de electricidad la recorría a través de sus dedos mientras él le sostenía la mano en la suya. Pero omitió el efecto por el simple hecho de parecerle ridículo e inaceptable. —¿Por qué estás aquí? Deberías dejarme tranquila, no soy una niña pequeña y sé perfectamente lo que debo hacer.—Al parecer has olvidado cada palabra que te dije, entiende Victoria qué tienes dentro de ti a mi hijo y debo velar por tu seguridad. —Es justo eso lo que detesto, que me trates como si fuera una chiquilla y no me va a pasar nada por tomar un taxi, de hecho m
—Doctora Jones, aquí estamos. Iremos a la consulta pronto. —De acuerdo, los voy a estar esperando en mi consultorio. Deslizó una sonrisa y se retiró dejándolo a los dos a solas. Ella no tardó en recriminar al millonario por lo que había dicho. —¿Por qué ahora soy la señora Ansarifard, eh? Yo creo que esto es demasiado, ¿No crees que te estás pasando ya? —lanzó, asesinando al aludido con la mirada. —Te volveré a besar si continúas así de felina. Vamos, no hay tiempo que perder. —Atrévete, tonto árabe. —¿Tonto, dices? Mierda, Victoria. No estoy para tus insultos infantiles, vamos. La muchacha rodó los ojos y lo siguió a regañadientes. No era necesario que la llamara de esa forma y le dijera a las personas que era la señora Ansarifard ni en sueños ni loca sería la esposa de un hombre como él. —Primero dices que soy tu prometida y ahora andas contándole al mundo que me convertí en la señora ansarifard. Todo esto tiene que ser una completa y una maldita pesadilla. Respiró exaspera
Días después...La noticia de la desaparición de Coral, llegó a oídos de Rashid esa mañana. Su abogado, Salvatore apareció de pronto dejándole saber que en efecto, estaba involucrado con aquella desaparición. —No hay de qué preocuparse por nada esa mujer ya no está en el país y sigue con vida si es lo que te estás preguntando.—¿Cómo es que has logrado que aceptara irse de los Estados Unidos? —inquirió con mucha curiosidad, recordando que la mujer se había mostrado renuente.—Es una drogadicta, una mujer que consume estupefacientes sin parar. Estando esa información bajo mi dominio, la he usado para presionarla, así es como se fue. Lo importante es que no va a volver a molestarte, es lo que interesa. —Menos mal has logrado deshacerte de ella sin llegar a otra instancia peor. —Así es. ¿Tienes junta en un rato? —No, la he cancelado, por cierto, ya el otro asunto es un afirmativo. —¿De verdad? —Sí, seré padre. —Felicidades, Rashid. Pero... ¿Tú de verdad crees que ella va a querer
El magnate dejó las bolsas sobre el mesón y comenzó a sacar lo que había traído, se trataba de varios alimentos adecuados para la alimentación de la joven. Ella se quedó sorprendida al ver todo lo que sacaba de la bolsa aunque también un poco enfadada pues ella misma pudo haber ido al mercado por todo eso sin necesidad de que él lo trajera a casa. —Creo que ya te estás pasando quizás piensas que esto es algo amable pero me parece un insulto hacia mi persona sé perfectamente Cómo debo cuidarme y lo que la doctora me dijo en la consulta esto es innecesario lo que has hecho. —Cuida tus palabras Victoria. Ya te dicho que me preocupo por el bebé qué estás esperando y es lo único que me importa. —El bebé del qué hablas también es mi hijo. No importa que esto se trate de un estúpido contrato y al cabo de unos meses deba a dártelo, eso nunca romperá el vínculo que ahora me une a él. Siempre existirá. —No creo que debas pensar en eso yo nunca le voy a hablar a ese bebé sobre ti. Es mío d
Aquella mañana tan oscura donde todos vestían de negro y el cielo parecía haberse puesto de acuerdo con la situación, al parecer se avecinaba una tormenta. El viento sacudía no solo los árboles cercanos de aquel cementerio sino también los cabellos de la joven convirtiéndose en una caricia de seda por su sistema qué caía en la desolación de la intensa tristeza, ante la gigantesca pérdida que sufrió, el vacío en su interior era tan hondo que nada podría llenarlo. Rashid le pasó un brazo sobre sus hombros y la atrajo a ella, volviendo a confirmar que seguía junto a ella, la joven aún no podía creer que estaba al frente de un adiós uno que siquiera quería pronunciar y por eso solo podía ser capaz de dejar una rosa blanca cerca de la lápida, antes de marcharse con Rashid. Subieron al auto, ella de copiloto, en silencio. Apenas y decía una palabra. Rashid estaba resuelto a llevarse a la joven a su casa. Era impensable que Victoria siguiera viviendo a solas y encima con todo lo que había