Brenda, una vez llegó al piso, decidió intentar contactar a Haidar. Su día había estado lleno de emociones, y necesitaba compartirlas con él. Sin embargo, cuando marcó su número, el hombre no respondió. Intentó nuevamente, con la esperanza de que esta vez contestara, pero el resultado fue el mismo. Tras varios intentos fallidos, se resignó. Dejando escapar un suspiro, se dejó caer en el sofá, sintiéndose desinflada y sola.Mientras miraba al techo, intentó tranquilizarse. Quizás Haidar estaba demasiado ocupado con sus asuntos de trabajo, pensó. Tal vez no había tenido tiempo de atender las llamadas. Pero, aunque trataba de convencerse de que esa era la razón, no podía evitar sentirse ignorada. La soledad pesaba en su pecho, y aunque no quería admitirlo, comenzaba a sentirse emocionalmente desplazada.No mucho tiempo después, Alexandra y Marilyn llegaron al apartamento. Ambas mujeres se mostraron animadas, como siempre, y Brenda, a pesar de su estado de ánimo, les dio la bienvenida con
Cuando Brenda y Haidar se metieron en la cama esa noche, el silencio entre ellos era profundo, casi palpable. Brenda quería desesperadamente saber qué era lo que pasaba por la cabeza de su esposo. Podía sentir su tensión, como si sus pensamientos hablaran en medio del silencio. Pero si él no se liberaba, si no se atrevía a decirle lo que lo inquietaba, sabía que no había nada que ella pudiera hacer. No estaba en sus manos. Como lo hacía siempre, Brenda se acurrucó sobre su pecho, buscando esa sensación de seguridad que él solía darle. Cerró los ojos, intentando dormirse, pero esa noche era diferente. La inquietud que parecía emanar de Haidar también la afectaba, como si la tristeza de él se filtrara en su propio ánimo. Se sentía inquieta, incapaz de conciliar el sueño.Después de algunos minutos, Brenda finalmente decidió romper el silencio.—Haidar, deberíamos empezar a pensar en nombres para los trillizos. ¿Sabes? Madelaine, Alexandra y Marilyn incluso se ofrecieron para darme opci
En el lujoso penthouse donde vivía Marlene, el silencio reinaba, solo interrumpido por sus propios pensamientos oscuros. Estaba sentada en el sofá, sosteniendo entre sus manos una ecografía que había guardado celosamente durante años. Era lo único que le quedaba de aquel bebé que nunca llegó a la vida. Una decisión que ella misma había tomado, pero que seguía atormentándola.Odiaba lo que había hecho, pero odiaba aún más a Haidar. Desde el principio, él había dejado claro que no quería tener hijos. Y ahora, años después, allí estaba él, casado y esperando trillizos. La sola idea la llenaba de rabia. Para ella, Haidar no merecía esa felicidad. No después de lo que había sucedido.Marlene dejó escapar un suspiro tembloroso antes de levantarse del sofá. Caminó lentamente, casi como si estuviera en trance, hacia una habitación que siempre visitaba cuando sus emociones la superaban. Cuando abrió la puerta, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin control.La habitación estaba decor
Haidar llegó a casa tambaleándose, otra vez embriagado. Sus pasos inestables resonaban en el pasillo mientras intentaba abrir la puerta del apartamento. Brenda lo esperaba en el sofá, con los brazos cruzados, su rostro reflejando una mezcla de impotencia, preocupación y molestia. Era la segunda vez esa semana que regresaba en ese estado, y cada vez le costaba más entender por qué él insistía en refugiarse en el alcohol.Cuando Haidar finalmente entró, su figura era un desastre. Su camisa estaba arrugada, su cabello desordenado, y el fuerte olor a alcohol llenaba el aire a su alrededor. Brenda se levantó al escuchar el ruido de la puerta, y al verlo en esas condiciones, sintió cómo su pecho se llenaba de frustración.—Haidar, ¿otra vez? —murmuró, más para sí misma que para él.Intentó acercarse a sostenerlo, pero pronto se dio cuenta de que no podría manejarlo sola. Aunque estaba embarazada, había intentado ser fuerte, pero Haidar estaba demasiado pesado para ella. Con un suspiro, fue
Se llevó una mano a la boca, tratando de contener las emociones que amenazaban con desbordarse. No quería que nadie la encontrara con esa foto, así que la devolvió al cajón con mucho cuidado y cerró todo como estaba. Salió del cuarto de armario rápidamente, todavía con el recuerdo de esas palabras rondando en su mente.Alexandra hizo acto de presencia en ese momento con la intención de dejar algunas frazadas y cobijas. Sin embargo, de inmediato notó que Brenda estaba allí mirando un punto fijo, como si hubiera sido absorbida por sus propios pensamientos y la mujer se interesó en saber que le estaba ocurriendo. —¿Qué pasa? —Alexandra —la miró fijamente a los ojos —. ¿Cuánto tiempo tienes trabajando para Haidar? —Oh, pues casi diez años ¿por qué? —De acuerdo. —¿Por qué lo preguntas? —Me dio curiosidad. —¿Es todo? —No —admitió capturando la atención de la morena quién de inmediato se sentó a su lado —. Hay tanto que no sé de Haidar. Pensé que tú podrías saber algo más. —Linda, s
Madelaine tenía el día libre. No tenía trabajo pendiente en el estudio, así que decidió aprovechar el tiempo para visitar a su amiga Brenda. Al llegar al apartamento, fue recibida por Alexandra, quien, como siempre, la acogió con una sonrisa amable.—Madelaine, qué gusto verte —dijo Alexandra, abriendo la puerta—. Brenda está arriba, en su habitación. Puedes esperarla aquí en el sofá, o si prefieres, puedo avisarle que has venido.—Gracias, Alexandra. Creo que esperaré aquí un momento —respondió Madelaine mientras se acomodaba en el sofá de la sala.Alexandra, con la amabilidad que la caracterizaba, se dirigió a la habitación de arriba. Tocó suavemente la puerta de Brenda, pero no obtuvo respuesta. Le preocupaba el silencio. Pero ella tampoco podía darle las respuestas que buscaba. —Brenda, no quiero molestarte, pero debo avisarte que tu amiga Madelaine está aquí. ¿Qué le digo? —inquirió desde el otro lado de la puerta, con un tono de voz tranquilo.Después de unos segundos, la puert
Después de terminar la película, Brenda y Madelaine seguían sentadas cómodamente en la cama, envueltas en una manta que compartían. La película había logrado distraer a Brenda por un rato, y aunque sus preocupaciones seguían presentes en un rincón de su mente, se sentía más ligera en compañía de su amiga.Madelaine, por su parte, parecía más animada. Había estado observando a Brenda, tratando de elegir el momento adecuado para hablarle de algo que llevaba tiempo queriendo compartir. Finalmente, decidió que era hora.—Brenda, tengo que contarte algo. —Madelaine sonrió tímidamente mientras jugaba con un mechón de su cabello—. Jamal y yo… estamos mejor que nunca, siento que hasta podríamos formalizar nuestra relación de otra forma. Aunque no me quiero precipitar a los hechos. Brenda giró la cabeza hacia su amiga, con una expresión de sorpresa y curiosidad.—¿En serio? ¡Eso es maravilloso, Madelaine! —exclamó con entusiasmo, su tono genuinamente feliz por su amiga—. ¿Y cómo te sientes al
Marlene estaba decidida. Su corazón ardía de odio y resentimiento, y su único objetivo era enviar a Haidar al infierno. No le importaba lo que tuviera que hacer o a quién tuviera que arrastrar en el proceso. Él pagaría por todo lo que le había hecho, por cada lágrima que había derramado, por cada noche en la que el dolor la había consumido.Durante días, planeó cuidadosamente el golpe. Sabía que no bastaba con herirlo emocionalmente; quería destruirlo públicamente, despojarlo de su reputación y dejarlo expuesto ante todos. Y finalmente, encontró el momento perfecto para actuar. Era hora de desatar su venganza.En su oficina, Haidar estaba sumergido en su trabajo diario, revisando documentos y atendiendo llamadas importantes. Todo parecía ser un día como cualquier otro, hasta que Aurora, su asistente, ingresó apresuradamente. Su rostro estaba pálido, y había una mezcla de nerviosismo y urgencia en sus ojos.—Señor, hay algo de lo que debo informarle —comenzó diciendo, con un tono tenso