En la habitación, ambos se acomodaron en la cama. Brenda, como de costumbre, se acurrucó a su lado, apoyando la cabeza en su pecho. Haidar, aún sintiéndose culpable, comenzó a trazar círculos suaves sobre su hombro. Era un gesto que siempre la calmaba, y poco a poco, Brenda fue cediendo al sueño.Haidar cerró los ojos, dejando que el cansancio físico lo venciera, pero su mente estaba lejos de la paz. De repente, el sueño se volvió oscuro, y las imágenes del pasado comenzaron a tomar forma. Era una pesadilla, pero al mismo tiempo, una realidad que había vivido en carne propia.Se vio a sí mismo otra vez esa noche oscura, cuando todo fue un desastre. ***Era una noche lluviosa, y el cielo parecía llorar con fuerza mientras los truenos resonaban en la distancia. Haidar, de tan solo diez años, estaba sentado en la parte trasera del auto. Su pequeño rostro estaba iluminado por la emoción de lo que sería su primera aventura de camping junto a su padre, Abdul. El hombre conducía con una so
Haidar despertó de golpe, su respiración entrecortada y su pecho subiendo y bajando rápidamente. El sudor cubría su frente, y su corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de su pecho. Todavía se sentía prisionero de aquel horror. Brenda, que dormía a su lado, comenzó a moverse ligeramente, como si hubiera sentido su agitación. Haidar la observó por un momento, no podía dejar que ella supiera de su pasado, nunca. Así que, tampoco permitió que ella se diera cuenta de aquella pesadilla que tuvo. De manera cautelosa se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. ***Haidar se sentó en uno de los taburetes de la cocina, su mente aún atrapada en las sombras de su pesadilla. El recuerdo de ese día lo había perseguido durante años, pero esta vez parecía afectarlo más. Quizás porque durante años, intentó ahogar ese dolor, ocupándose de muchas cosas en el trabajo, llenándose de responsabilidades y más. Pero el dolor seguía ahí, desgarrándolo desde adentro.Por más que intentaba c
Brenda deslizó una pequeña sonrisa de agradecimiento cuando su amiga Madelaine le entregó una taza de té caliente. Sus manos aún temblaban mientras sostenía la taza, y Madelaine lo notó al instante. Aunque Brenda intentaba mostrarse tranquila, era evidente que estaba preocupada, y eso también afectaba a Madelaine. No podía evitar sentir el dolor de su amiga, especialmente sabiendo que Brenda estaba embarazada. Cualquier alteración o preocupación no era buena para ella ni para los bebés que llevaba en su vientre.Era una mañana de sábado tranquila, pero para Brenda, la calma era solo superficial. Había decidido visitar a su amiga para desahogarse, incapaz de guardar más la angustia que sentía en su interior. Madelaine, siempre dispuesta a escuchar, la miraba con atención, esperando que Brenda encontrara las palabras para compartir lo que la atormentaba.—¿Dices que estuvo llorando por su pasado? —preguntó finalmente Madelaine, con un tono tranquilo pero lleno de preocupación.Brenda as
La doctora continuó explicando algunos detalles importantes sobre el embarazo, recordándole a Brenda que debía seguir cuidándose y mantener el control regular. Madelaine, siempre atenta, escuchaba cada palabra como si ella misma fuera la madre. Era evidente cuánto se preocupaba por Brenda y cuánto disfrutaba ser parte de este proceso.Cuando salieron del consultorio, ambas seguían rebosantes de felicidad. La noticia de los trillizos –y ahora saber que serían dos niñas y un niño– era un motivo para celebrar. Decidieron detenerse en una pequeña cafetería cercana, un lugar acogedor donde solían pasar tiempo juntas.Se sentaron cerca de la ventana, con vistas al bullicio de la calle. Madelaine, aún emocionada, no podía dejar de hablar.—¡Tienes que decirme qué nombres piensas ponerles! —exclamó mientras removía su café con una cucharilla—. ¡Esto es tan emocionante, Brenda! Tres pequeños… ¡y dos niñas! Me muero de curiosidad.Brenda soltó una risa suave, llevándose las manos al vientre mie
Brenda, una vez llegó al piso, decidió intentar contactar a Haidar. Su día había estado lleno de emociones, y necesitaba compartirlas con él. Sin embargo, cuando marcó su número, el hombre no respondió. Intentó nuevamente, con la esperanza de que esta vez contestara, pero el resultado fue el mismo. Tras varios intentos fallidos, se resignó. Dejando escapar un suspiro, se dejó caer en el sofá, sintiéndose desinflada y sola.Mientras miraba al techo, intentó tranquilizarse. Quizás Haidar estaba demasiado ocupado con sus asuntos de trabajo, pensó. Tal vez no había tenido tiempo de atender las llamadas. Pero, aunque trataba de convencerse de que esa era la razón, no podía evitar sentirse ignorada. La soledad pesaba en su pecho, y aunque no quería admitirlo, comenzaba a sentirse emocionalmente desplazada.No mucho tiempo después, Alexandra y Marilyn llegaron al apartamento. Ambas mujeres se mostraron animadas, como siempre, y Brenda, a pesar de su estado de ánimo, les dio la bienvenida con
Cuando Brenda y Haidar se metieron en la cama esa noche, el silencio entre ellos era profundo, casi palpable. Brenda quería desesperadamente saber qué era lo que pasaba por la cabeza de su esposo. Podía sentir su tensión, como si sus pensamientos hablaran en medio del silencio. Pero si él no se liberaba, si no se atrevía a decirle lo que lo inquietaba, sabía que no había nada que ella pudiera hacer. No estaba en sus manos. Como lo hacía siempre, Brenda se acurrucó sobre su pecho, buscando esa sensación de seguridad que él solía darle. Cerró los ojos, intentando dormirse, pero esa noche era diferente. La inquietud que parecía emanar de Haidar también la afectaba, como si la tristeza de él se filtrara en su propio ánimo. Se sentía inquieta, incapaz de conciliar el sueño.Después de algunos minutos, Brenda finalmente decidió romper el silencio.—Haidar, deberíamos empezar a pensar en nombres para los trillizos. ¿Sabes? Madelaine, Alexandra y Marilyn incluso se ofrecieron para darme opci
En el lujoso penthouse donde vivía Marlene, el silencio reinaba, solo interrumpido por sus propios pensamientos oscuros. Estaba sentada en el sofá, sosteniendo entre sus manos una ecografía que había guardado celosamente durante años. Era lo único que le quedaba de aquel bebé que nunca llegó a la vida. Una decisión que ella misma había tomado, pero que seguía atormentándola.Odiaba lo que había hecho, pero odiaba aún más a Haidar. Desde el principio, él había dejado claro que no quería tener hijos. Y ahora, años después, allí estaba él, casado y esperando trillizos. La sola idea la llenaba de rabia. Para ella, Haidar no merecía esa felicidad. No después de lo que había sucedido.Marlene dejó escapar un suspiro tembloroso antes de levantarse del sofá. Caminó lentamente, casi como si estuviera en trance, hacia una habitación que siempre visitaba cuando sus emociones la superaban. Cuando abrió la puerta, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin control.La habitación estaba decor
Haidar llegó a casa tambaleándose, otra vez embriagado. Sus pasos inestables resonaban en el pasillo mientras intentaba abrir la puerta del apartamento. Brenda lo esperaba en el sofá, con los brazos cruzados, su rostro reflejando una mezcla de impotencia, preocupación y molestia. Era la segunda vez esa semana que regresaba en ese estado, y cada vez le costaba más entender por qué él insistía en refugiarse en el alcohol.Cuando Haidar finalmente entró, su figura era un desastre. Su camisa estaba arrugada, su cabello desordenado, y el fuerte olor a alcohol llenaba el aire a su alrededor. Brenda se levantó al escuchar el ruido de la puerta, y al verlo en esas condiciones, sintió cómo su pecho se llenaba de frustración.—Haidar, ¿otra vez? —murmuró, más para sí misma que para él.Intentó acercarse a sostenerlo, pero pronto se dio cuenta de que no podría manejarlo sola. Aunque estaba embarazada, había intentado ser fuerte, pero Haidar estaba demasiado pesado para ella. Con un suspiro, fue