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El chico rubio se quedó en su lugar, mirándolo avanzar.

Bien, Andrei no era un amargado y era amable con su gente. ¿Pero qué era eso? Tenía algo raro en la cara y en su actitud ese día. ¿Habría recibido una buena noticia acerca de su nuevo estadio?

Sólo algo como eso podía tenerlo distraído, puesto que no era un estado en el que solía estar incluso en su propia casa. Siempre estaba pensativo, y noticias como esas encendían esos ojos, que al juicio de todos, eran los más fríos e indolentes que jamás habían visto.

—¿Igor?

Su suave voz femenina lo hizo voltearse, saliendo de la extrañeza que le provocaba ver a Andrei en otro mundo y recordando al instante el mal rato que habían pasado ella y él días atrás, luego de haber descubierto su frustrado e infantil intento de suicidio.

—Elisa, ¿cómo estás?

—Bien… —sonrió y Igor deseó que dejara de sonreír, porque le hacía sentir idiota. Centró sus ojos en el cabello de la bailarina y estaba húmedo también. Arqueó una ceja y ese “bien” le hizo f
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