Capítulo2
Alguna vez pensé que Ulises sería mi salvación. Mis padres siempre me dijeron que éramos pobres, pero ahora me entero de que tanto Mariana como yo somos herederas del reconocido grupo empresarial Ortiz.

—Aitana, querida, todo nuestro dinero se ha ido en los tratamientos y estudios de Mariana, no nos queda más. Tienes que esforzarte trabajando para ayudar con el tratamiento de tu hermana —me decían.

Mariana siempre fue hermosa desde pequeña, con un excepcional talento musical, y la familia la trataba como su mayor tesoro. Por eso, le dieron a ella la única oportunidad de ir a la universidad, pagando las costosas cuotas para que estudiara en el Berklee College of Music en el extranjero. Mientras tanto, yo renuncié a mi puntaje de más de 600 en el examen de admisión, ni siquiera presenté solicitudes, y después de graduarme de la preparatoria, salí a trabajar lavando platos y haciendo entregas. Además, cada pocos meses tenía que donar sangre para Mariana.

Me di cuenta de que todo ese engaño fue simplemente para que aceptara voluntariamente ser el banco de sangre de Mariana. Desde la infancia, fui la ignorada, abandonada por mis padres en un pequeño apartamento para sobrevivir por mi cuenta.

—¿No puedes ser más considerada con tu hermana que está enferma?

—Aitana, debes ser comprensiva y obediente, papá y mamá ya están muy cansados cargando con la enfermedad de Mariana.

Cuando Mariana se metía en problemas, me regañaban a mí por no cuidarla bien; cuando yo obtenía excelentes calificaciones, me criticaban por ser poco realista. Pero cada vez que Mariana ganaba un concurso de piano, toda la familia se deshacía en elogios.

—¡Nuestra Mariana es extraordinaria! No solo es hermosa sino también talentosa, ¿quién será digno de nuestra luz de luna en el futuro?

No importaba lo que hiciera, mientras Mariana estuviera presente, todo lo mío estaba mal, era solo el payaso que resaltaba al cisne blanco. Mi infancia opresiva me hizo insegura y sensible. Todo cambió cuando llegué a la preparatoria y conocí a Ulises, mi compañero de clase.

En ese entonces, por no tener padres que me cuidaran, sufría acoso y humillaciones. Una vez me acorralaron en un callejón para tomarme fotos desnuda. Fue él quien me rescató, me defendió frente a todos, incluso me protegió con su cuerpo y recibió golpes por mí. Cuando todos me despreciaban y odiaban, él era diferente.

Después de que empezamos a salir, todos me llamaban cualquiera, diciendo que después de acostarme con pandilleros ahora seducía al joven señor Ulises. Yo ingenuamente pensaba que bromeaban, sin saber nada de su fortuna.

—En realidad, desde el principio quien me gustaba era Mariana —me dijo con desprecio—. Pero después Mariana se fue a estudiar al extranjero, y solo te perseguí porque te parecías un poco a ella, fue conformarme con menos.

Cerré los ojos. —Entonces nunca me amaste, siempre fui solo un reemplazo.

Ulises frunció el ceño. —¿Y tú qué, Aitana? Solo estás cansada de ser pobre y te fijaste en mi fortuna, soñando con ser una señora de alta sociedad, ¿en qué eres mejor?

Lo miré en silencio, con desprecio en la mirada, y solté una risa amarga.

—Ulises, dijiste que me protegerías toda la vida, que si no tenía paraguas, tú serías mi paraguas. Que cualquiera en el mundo podría traicionarme, pero tú nunca lo harías.

El dolor frío se extendía en mi corazón. Cuando mencioné esas promesas del pasado, pareció quedarse sin palabras por un momento, pero luego su mirada se llenó de desdén.

—¿Tú? ¿Quién te crees que eres?

Mientras hablaba, la bomba de anestesia ya había hecho efecto en mi cuerpo, dejándome sin posibilidad de resistir. Este hospital privado también era controlado por el grupo Ortiz, no tenía escapatoria, y las lágrimas caían por mi rostro con desesperación.

Se burló. —Deja de actuar, una persona materialista como tú, ¿cómo podría importarle dar un poco de sangre?

Ulises extendió la mano para ponerme la máscara de oxígeno, pero notó los aretes que llevaba puestos. Eran el primer accesorio que me había regalado; aquel día me llevó a una pequeña tienda fuera de la escuela para perforarme las orejas. Yo tenía miedo, pero él me dijo que con las orejas perforadas, la gente no pensaría que era una chica fácil de intimidar. Después de hacerlo, eligió casualmente un par de aretes de plástico en esa modesta tienda, eran dos nudos de la suerte. Me dijo que esos nudos guardarían mi suerte, para que pudiera acompañarlo con seguridad toda la vida. Los había atesorado y usado hasta hoy.

La expresión de Ulises se volvió indescifrable y suavizó su tono.

—Si salvas a Mariana esta vez, todavía tendré algo de cariño sincero por ti.

Negué suavemente con la cabeza. —Ulises, cuando muera, esparce mis cenizas en el mar.

Soltó mi mano con desprecio. —Con la tecnología médica actual, no es tan fácil morir, deja de actuar y dar lástima.

Después de decir esto, se fue a buscar a Mariana.

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