El amanecer se cuela por las ventanas cubiertas de cortinas improvisadas, dejando pequeños haces de luz que se extienden sobre el suelo de madera desgastada.
Renatto se despierta primero, su cuerpo en alerta como si nunca pudiera relajarse del todo. Observa a su alrededor, Isabella está dormida en una silla junto a Riccardo, con la cabeza apoyada en el borde del sofá donde su hermano descansa. Alain duerme cerca de Antoine en una pequeña cama, su carita relajada en un sueño profundo y pacífico. Esa imagen hace que el corazón de Renatto se contraiga, una sensación extraña que aún está aprendiendo a comprender.
A pesar de que el refugio tiene un par de habitaciones, nadie quiso moverse de allí, solo para estar alerta de lo que pudiese pasar.
Se levanta en silencio, intentando no despertar a nadie, y sale del refugio para caminar por la casa, termina escapando al jard&
Mientras tanto, muy lejos de allí, todo es completamente diferente.La mansión de Daniel Corleone, un monumento de mármol frío y acero, se alza imponente en las afueras de Roma, con gran lujo y comodidades que el hombre atesora más que cualquier otra cosa.La oscuridad de la noche se refleja en los ventanales como un presagio de la maldad que se gesta en su interior, el silencio cruel que surge desde la envidia a su hijo y la necedad de entregar el poder a alguien más.Daniel está sentado en una gran mesa de roble, rodeado de sus hombres más leales, todos con rostros duros y cicatrices que narran historias de violencia y traición. Muchas de las cuales solo son el reflejo de la manera en que él lleva sus negocios.Frente a Corleone, Viktor Sokolov, un hombre de presencia imponente, con una cicatriz que le cruza el rostro desde la ceja hasta el pómulo, observa con ojo
Tras el regreso de Renatto de su excursión con los nuevos aliados, tanto él como Riccardo dejan expuestos todos los secretos de Daniel Corleone.Luego de una breve reunión con todos, Renatto se lleva a Isabella a otro lugar, uno más privado y lejano. No quiere interrupciones para lo que tiene en mente.Ella lo observa con cierta desconfianza, pero no de la mala, sino esa que duda de si será una conversación normal o algo más íntimo.—Ya estamos aquí. ¿Qué querías hablar conmigo?Renatto se siente nervioso, pero no lo demuestra. Lo que está a punto de hacer está fuera de sus aptitudes, pero sabe que es lo correcto, lo que en realidad ha anhelado su corazón desde hace años.—Sé que desde que regresaste a mi vida…Ella se ríe.—Te recuerdo que no regresé, me llevaron a
El sol apenas comienza a despuntar en el horizonte cuando Isabella se prepara para la misión con la precisión de quien va a la guerra.La habitación está sumida en un silencio denso, interrumpido solo por el sonido metódico de sus movimientos. No hay nada que se le pase por alto, en su mente tiene la claridad de lo necesario para enfrentarse a su plan.Viste un atuendo oscuro, ajustado para facilitar el sigilo, y recoge su cabello en un moño apretado, de manera que su largo cabello no sea un obstáculo. Su rostro, normalmente expresivo, está endurecido por una determinación inquebrantable, esa que Renatto conoce a la perfección. Hoy no hay espacio para dudas.Renatto la observa desde la puerta, su silueta recortada contra la luz tenue del amanecer. Sus ojos reflejan una mezcla de frustración y miedo, pero también una aceptación renuente. Ha aprendido, a su pes
Luego de atender a Isabella y que ella le revelara el plan de Daniel, ambos se dedicaron a revisar los documentos que logró rescatar.El aire dentro del refugio se siente más pesado que nunca. La información obtenida en la infiltración de Isabella ha confirmado lo peor, Alonzo está retenido por Daniel Corleone y lo han comprobado llamando al refugio en donde lo dejaron, el que sufrió un ataque duro por parte de Daniel y Viktor.Renatto ya sospechaba que su padre intentaría usar a su hijo en su contra, pero verlo confirmado en los documentos y fotografías que enviaron sus hombres, lo ha encendido de furia.—Vamos por él. ¡Ahora! —la voz de Renatto es firme, pero Isabella sabe que está a punto de perder el control.—Renatto, si vamos sin un plan sólido, podríamos perderlo —Riccardo interviene desde el sofá donde aún se recupera de su herida, tratando de hacer entrar en razón a su hermano.—¿Qué clase de plan quieres? ¡No voy a esperar m
Durante el trayecto de regreso, Alonzo no dijo una palabra. Renatto se encontró entre su ropa una foto de él, alzando a Alain, mientras escapaban de la cabaña. Y eso le dijo todo lo que su hijo estaba pensando.Cuando llegan, el ambiente en la mansión temporal se siente más tenso de lo habitual. La llegada de Alonzo no ha traído la tranquilidad que todos esperaban, sino una sombra de incertidumbre y cautela. Desde que Renatto y su equipo lograron rescatarlo, el niño ha permanecido en un inquietante silencio, observándolo todo con ojos analíticos y una expresión que no corresponde a la de un niño de su edad.Isabella lo observa con el corazón encogido. Su hijo, su pequeño Alonzo, el niño que alguna vez fue más serio y reservado, ahora tiene algo más en su mirada, una frialdad que no le pertenece, como la de su padre. Y tiene miedo.Algo dentro de ella l
El auto negro de vidrios tintados entra en la propiedad con una lentitud cautelosa. No es normal que una mansión de esa envergadura tenga las puertas abiertas sin seguridad en ninguna parte, pero Barzini sabe que no es así, por eso va tranquilo frente al volante, es su compañero que va adelante quien tiene miedo. Renatto Corleone no es de los que deje nada al azar. Cuando llegan al frente de la casa, dos grupos de ocho hombres cada uno rodean los autos, ve cómo sacan a su compañero y lo lanzan al suelo, en cambio él baja sin temor y ve al hombre que lo apunta a la cabeza. —Traigo una joya preciosa para tu jefe. —¡Es mejor que te vayas, esta casa es propiedad privada! —Barzini solo sonríe y mira a su alrededor, ubicando a su primo en la entrada, quien observa con curiosidad. —¡Riccardo! —lo llama y el hombre abre los ojos—. Traje lo que te prometí. —¿Es en serio? —le dice acercándose al auto. Armin abre la puerta y Riccardo mira a los ojos del niño frente a él. —No tengas miedo
Adaptarse a la idea de que tiene un hijo a Renatto no le lleva nada, es algo que siempre quiso y si no debe estar con una mujer de por medio es mucho mejor. Porque la descendencia lo es todo en su negocio, eso lo sabe desde pequeño, cuando su propio padre le dijo muchas veces que solo lo había engendrado para tener a los Corleone en el poder. Nunca fue un padre amoroso y, aunque nunca le puso la mano encima a riesgo de que su abuelo se la cortara, tampoco fue el progenitor más amoroso. Y de su madre ni hablar. A la biológica la tuvo hasta los seis años, cuando se enfermó gravemente un día y se la llevaron al hospital, para luego volver tres días después en un ataúd. Por ella supo lo que era el amor de madre, porque de las otras cinco que pasaron por su vida no aprendió nada, además de que las mujeres son un estorbo que grita y llora mucho, ayudan poco y a la primera falta, abandonan. El viaje a San Luca lo hicieron con hermetismo, el más animado fue Riccardo porque para él tener
Si hay algo que Renatto valora de su hermano es que, cuando le pide que haga algo realmente importante para él, Riccardo no se mide en cumplir la orden, por eso no le extraña verlo sentado en su propio despacho (igual de grande que el suyo, porque él jamás lo ha visto ni como lacayo ni como su sustituto) y con un alto de expedientes qué está revisando arduamente. —No te estreses, solo te pedí a la mejor. —Sí, pero no especificaste a la mejor para quién —murmura entre dientes y luego se ríe cuando lanza otra carpeta a la basura—. Tu hijo ha sido muy específico con lo que espera de una tutora, así que se ha vuelto algo complicado. —¿Me estás diciendo que sigues órdenes de un niño? ¡Pero qué bajo has caído, hermano! —No es cualquier niño, es mi sobrino —responde con orgullo—. Además, tú mismo se lo dijiste a nuestro padre, primero tu palabra y segundo la de Alonzo. —Era para joderlo un poco, sabes que tú y yo estamos en el mismo lugar —se sienta frente a él y es casi como si estuvi