Dos días después, Renatto despierta en la penumbra de su habitación con un dolor sordo latiendo en su espalda. Su primer instinto es moverse, pero un peso cálido sobre su mano lo mantiene inmóvil. Abre los ojos lentamente y lo primero que ve es el rostro de Isabella, dormida en una silla a su lado, con la cabeza apoyada en el colchón.
Su ropa sigue manchada de sangre seca y tierra, excepto por la camisa que está mancha, pero es de él. Las sombras bajo sus ojos y la palidez de su piel delatan que no ha dormido bien en días. Su cabello cae desordenado sobre su rostro, y su respiración es pausada, pero irregular, como si incluso en sueños estuviera alerta.
Renatto intenta girarse, pero un dolor agudo lo hace gruñir. Isabella se sobresalta al instante, sus ojos parpadean con confusión hasta que lo ve despierto. En un segundo, su expresión se endurece y su mano lo
Isabella despierta con la sensación de que algo está fuera de lugar. Su cuerpo se siente pesado y cansado, pero lo que más la desorienta es la calidez que la envuelve. Su mente aún está aturdida, pero al abrir los ojos se encuentra con un techo desconocido. No está en su cuarto, no está en la bodega...Ese lugar le parece desconocido, hasta que los recuerdo de lo ocurrido hace unos días le llegan. Se gira solo un poco, nota una mano sobre su vientre y al mirar a su lado, lo comprende. Está en la habitación de Renatto.Se incorpora rápidamente, pero al hacerlo, el dolor en su costado le recuerda lo que ha pasado. Siente una punzada aguda, pero lo ignora. Se gira por completo y lo ve. Renatto sigue dormido a su lado, su respiración acompasada, su expresión relajada por primera vez en lo que parece una eternidad.Están solos, lo cual le dice que los dos e
Tras ducharse y comer algo, la determinación de Isabella irrumpió en el cuarto de Renatto nuevamente.Sus ojos, la firmeza de su decisión en cuanto a despistar a la policía, a terminar con todo eso de una vez. Sin esperar más, Renatto da órdenes y todo comienza a moverse para ejecutar el plan.Isabella se encuentra junto a Renatto en el interior de un vehículo, con los cristales polarizados ocultándolos de la vista de los agentes que patrullan la zona. La tensión es palpable, la policía ha avanzado más rápido de lo que esperaban, cerrando las rutas de escape y arrinconándolos en un área comprometida. Renatto aprieta los dientes, sus nudillos blancos alrededor del volante mientras evalúa la situación.—Nos están acorralando —masculla Riccardo, que observa el mapa digital de la zona en una tableta—. Si seguimos espe
Luego de dejar las órdenes claras de protección y vigilia, Riccardo sugiere que tanto Renatto como Isabella deben descansar.Sus heridas son recientes y cualquier complicación en ese momento no sería lo mejor.Sin tener más que hacer, ambos aceptan la sugerencia. Sin embargo, una cosa es meterse a la cama a dormir, y otra muy distinta hacerlo.Isabella se encuentra en un estado de vigilia y duda que pueda conseguir algo más que estar acostada. Por su parte, Renatto, se recuesta en la cama de su hijo para hacerlo dormir, pensando en que todo lo ocurrido no puede ser casualidad. Él ha siempre ha sido cuidadoso y la aparición de tantos traidores no le agrada para nada.Tras un largo día, la casa se encuentra en completo silencio. Afuera, la noche es oscura y el sonido del viento contra las ventanas crea una atmósfera de calma momentánea. Isabella se levanta con sigilo
El regreso a San Luca es silencioso. Isabella va en el asiento trasero junto a Alonzo, quien duerme profundamente después de todo lo sucedido. Renatto, al volante, mantiene la mirada fija en el camino, pero su mente está enredada en pensamientos que lo atormentan. No deja de recordar el beso en la cocina, la sensación de sus labios, sus caricias, el modo en que ella no se alejó… hasta que lo hizo.Han decidido hacer el camino por carretera porque les ha parecido más seguro. Nada les aseguraba que el aeropuerto pudiese ser su vía de escape.Cuando llegan a la mansión tras varios días de viaje, Isabella despierta a Alonzo con suavidad y lo lleva a su habitación.—Extrañaba mi cama —dice, bostezando cansado.—Esperemos que no tengas que dejarla en mucho tiempo —un beso en su frente y una sonrisa—. Buenas noches, hermoso.Alonzo sonr
El anuncio de que los señores han llegado resuena por la mansión, pero Isabella se abstiene de mostrarse aún. Se esconde en la cocina, afinando los últimos detalles de la cena, asegurándose de que todo esté perfecto. Su respiración es serena, pero dentro de sí sabe que la tensión está a punto de estallar.Desde el momento en que Renatto la vio con ese vestido, su expresión cambió. No supo si fue enojo, sorpresa o algo más primitivo, pero lo que sí sabe es que su silencio fue una respuesta suficiente.Cuando Renatto aparece en el salón, ajustándose la corbata y acomodando el saco de su traje, su ceño se frunce al notar la ausencia de Isabella.—¿Dónde está esa mujer del demonio? —gruñe, girando la mirada en busca de ella.Riccardo, con su usual aire divertido, se ríe y con la cab
Isabella camina con paso firme por el pasillo, consciente de que Renatto la sigue, por lo que decide usar todo lo que tiene para seducirlo.Puede sentir su mirada clavada en su espalda, pesada, abrasadora, como un fuego que la consume sin tocarla. Su respiración es pausada, medida, como si intentara controlar algo que está a punto de desbordarse. Pero Isabella no acelera el paso ni vacila. No le dará la satisfacción de verla nerviosa.Cuando llega a su habitación e intenta empujar la puerta para entrar, una mano fuerte se apoya contra la madera, deteniéndola. El calor de Renatto la envuelve cuando se acerca a su espalda y su aliento roza la piel expuesta de su cuello.—¿A dónde crees que vas? —su voz es un gruñido bajo y contenido, mientras su mano libre, grande y poderosa, la rodea para quedar justo en su vientre.Isabella suspira, sin girarse aún.—A dormir, como cualquier persona normal a estas horas. ¿Necesitas algo más de mí?—Tú no eres una persona normal… no para mí —Renatto pr
Isabella despierta con la luz del amanecer filtrándose por las cortinas gruesas de la habitación. Parpadea lentamente, su mente aún nublada por el sueño, pero su cuerpo recuerda la intensidad de la noche anterior. Se encuentra envuelta en las sábanas de seda y el calor que la rodea no es solo el de la tela, sino el del hombre que duerme a su lado.Respira hondo, recordándose que aquello solo fue un paso más para lograr lo que quiere. Necesita a ese hombre comiendo de su mano, tal como Eva una vez lo hizo con él, para luego terminar destrozada.Se gira con lentitud, solo para permitirse un momento de paz antes de seguir con su actuación.Renatto permanece recostado, su pecho desnudo subiendo y bajando con una respiración tranquila, su brazo fuerte la rodea de manera posesiva, como si incluso en sueños se negara a dejarla ir. Isabella lo observa, en silencio, permitiéndose unos instantes de vulnerabilidad. Nunca lo había visto así, con el ceño relajado, sin la tensión habitual en su man
Luego de que Isabella salga de la ducha, busca qué ponerse para no salir con el vestido que usó la noche anterior, pero Renatto la retiene entre sus brazos antes de que pueda moverse demasiado lejos.Su agarre es firme, posesivo, una advertencia silenciosa de que no permitirá que lo deje atrás tan fácilmente. Isabella no se inmuta, pero su cuerpo se tensa. No quiere demostrar debilidad, no quiere darle más poder del que ya tiene sobre ella.Intenta ser indiferente como antes, pero ya no puede volver a eso.—¿A dónde crees que vas? —su voz es grave, con esa tonalidad oscura que siempre anuncia peligro.—A trabajar. ¿O acaso esperas que me quede aquí todo el día contigo? Te recuerdo que mi propósito aquí es enseñar y cuidar de Alonzo —su respuesta es cortante, casi desafiante, pero mantiene el tono neutral.Renatto l