El regreso a San Luca es silencioso. Isabella va en el asiento trasero junto a Alonzo, quien duerme profundamente después de todo lo sucedido. Renatto, al volante, mantiene la mirada fija en el camino, pero su mente está enredada en pensamientos que lo atormentan. No deja de recordar el beso en la cocina, la sensación de sus labios, sus caricias, el modo en que ella no se alejó… hasta que lo hizo.
Han decidido hacer el camino por carretera porque les ha parecido más seguro. Nada les aseguraba que el aeropuerto pudiese ser su vía de escape.
Cuando llegan a la mansión tras varios días de viaje, Isabella despierta a Alonzo con suavidad y lo lleva a su habitación.
—Extrañaba mi cama —dice, bostezando cansado.
—Esperemos que no tengas que dejarla en mucho tiempo —un beso en su frente y una sonrisa—. Buenas noches, hermoso.
Alonzo sonr
El anuncio de que los señores han llegado resuena por la mansión, pero Isabella se abstiene de mostrarse aún. Se esconde en la cocina, afinando los últimos detalles de la cena, asegurándose de que todo esté perfecto. Su respiración es serena, pero dentro de sí sabe que la tensión está a punto de estallar.Desde el momento en que Renatto la vio con ese vestido, su expresión cambió. No supo si fue enojo, sorpresa o algo más primitivo, pero lo que sí sabe es que su silencio fue una respuesta suficiente.Cuando Renatto aparece en el salón, ajustándose la corbata y acomodando el saco de su traje, su ceño se frunce al notar la ausencia de Isabella.—¿Dónde está esa mujer del demonio? —gruñe, girando la mirada en busca de ella.Riccardo, con su usual aire divertido, se ríe y con la cab
Isabella camina con paso firme por el pasillo, consciente de que Renatto la sigue, por lo que decide usar todo lo que tiene para seducirlo.Puede sentir su mirada clavada en su espalda, pesada, abrasadora, como un fuego que la consume sin tocarla. Su respiración es pausada, medida, como si intentara controlar algo que está a punto de desbordarse. Pero Isabella no acelera el paso ni vacila. No le dará la satisfacción de verla nerviosa.Cuando llega a su habitación e intenta empujar la puerta para entrar, una mano fuerte se apoya contra la madera, deteniéndola. El calor de Renatto la envuelve cuando se acerca a su espalda y su aliento roza la piel expuesta de su cuello.—¿A dónde crees que vas? —su voz es un gruñido bajo y contenido, mientras su mano libre, grande y poderosa, la rodea para quedar justo en su vientre.Isabella suspira, sin girarse aún.—A dormir, como cualquier persona normal a estas horas. ¿Necesitas algo más de mí?—Tú no eres una persona normal… no para mí —Renatto pr
Isabella despierta con la luz del amanecer filtrándose por las cortinas gruesas de la habitación. Parpadea lentamente, su mente aún nublada por el sueño, pero su cuerpo recuerda la intensidad de la noche anterior. Se encuentra envuelta en las sábanas de seda y el calor que la rodea no es solo el de la tela, sino el del hombre que duerme a su lado.Respira hondo, recordándose que aquello solo fue un paso más para lograr lo que quiere. Necesita a ese hombre comiendo de su mano, tal como Eva una vez lo hizo con él, para luego terminar destrozada.Se gira con lentitud, solo para permitirse un momento de paz antes de seguir con su actuación.Renatto permanece recostado, su pecho desnudo subiendo y bajando con una respiración tranquila, su brazo fuerte la rodea de manera posesiva, como si incluso en sueños se negara a dejarla ir. Isabella lo observa, en silencio, permitiéndose unos instantes de vulnerabilidad. Nunca lo había visto así, con el ceño relajado, sin la tensión habitual en su man
Luego de que Isabella salga de la ducha, busca qué ponerse para no salir con el vestido que usó la noche anterior, pero Renatto la retiene entre sus brazos antes de que pueda moverse demasiado lejos.Su agarre es firme, posesivo, una advertencia silenciosa de que no permitirá que lo deje atrás tan fácilmente. Isabella no se inmuta, pero su cuerpo se tensa. No quiere demostrar debilidad, no quiere darle más poder del que ya tiene sobre ella.Intenta ser indiferente como antes, pero ya no puede volver a eso.—¿A dónde crees que vas? —su voz es grave, con esa tonalidad oscura que siempre anuncia peligro.—A trabajar. ¿O acaso esperas que me quede aquí todo el día contigo? Te recuerdo que mi propósito aquí es enseñar y cuidar de Alonzo —su respuesta es cortante, casi desafiante, pero mantiene el tono neutral.Renatto l
Isabella sigue con su rutina diaria, ignorando deliberadamente la mirada intensa de Renatto cada vez que cruza una habitación frente a él. Sabe que la está observando, estudiando cada uno de sus movimientos, pero se obliga a actuar como si nada hubiera cambiado. No va a darle el poder de ver lo mucho que su mente está dividida, lo mucho que su cuerpo aún recuerda su tacto y cuánto ansía que vuelva a suceder.Pero Renatto no es un hombre que acepte la indiferencia.A lo largo del día, Isabella siente la presión invisible de su presencia. No importa si está en la biblioteca con Alonzo repasando sus lecciones o en la cocina revisando con Clara la organización de la casa, siempre está allí, al acecho. No se lo imagina, lo sabe. Es una sombra constante, un recordatorio vivo de que él no ha olvidado la noche anterior.Cuando la cena termina e Isabella intent
El rumor de la relación entre Renatto e Isabella se esparce como un incendio dentro de la mansión. Y es que tampoco lo mantienen en secreto, Renatto no deja de besarla y manosearla frente a todos, solo para dejar claro que ahora es su mujer y que todo a partir de ahora es diferente.Las miradas de los empleados y soldados de Renatto oscilan entre el respeto y la intriga. No es común que el capo haga pública su cercanía con una mujer, mucho menos que la introduzca en los asuntos de la familia. Si alguna vez tuvo una amante, ellos no se enteraron. Isabella lo sabe, y aunque mantiene su expresión serena, no ignora la tensión en el aire.Sabe que para varios es un desafío abierto de su parte, pero ahora poco importa que les moleste, porque se ha transformado en la mujer del capo, protegida, consentida y su segunda al mando, junto a Riccardo.En la cocina, Clara la observa con una sonrisa astuta mientras las demás empleadas cuchichean a su alrededor. Algunas mantienen su actitud osada, hac
La noticia de que Renatto Corleone ha tomado oficialmente a una mujer se extendió como pólvora en los círculos más altos de la ‘Ndrangheta. No es un secreto que Isabella ha estado a su lado, pero el reconocimiento implícito en sus actos recientes, la forma en que la ha integrado en sus reuniones y la manera en que ya nadie osa desafiar su presencia, es suficiente para que los grandes señores de la organización tomen cartas en el asunto.El sol apenas comienza a descender cuando los primeros autos llegan a la mansión. Vehículos de lujo, blindados y con las insignias de las familias más influyentes de Italia, estacionan en fila a lo largo del camino de entrada. Los hombres de Renatto ya están preparados, cada uno en su puesto, supervisando cada movimiento de los recién llegados. Isabella, vestida con un atuendo elegante, pero sobrio para no despertar los celos de Renatto, obs
Unos días después de la cena con los señores de la organización, el ambiente en la mansión Corleone se siente inusualmente tenso desde que Renatto anunció su viaje.La noticia de que Renatto debía viajar a Sudamérica corre rápidamente entre los hombres de la mansión. El capo rara vez deja San Luca por tanto tiempo, lo que significa que el negocio requiere su presencia inmediata. Isabella lo escucha de boca de Riccardo mientras termina de organizar los materiales de estudio de Alonzo.—¿Cuánto tiempo estará fuera? —pregunta sin levantar la vista de los libros.—No lo sabemos. Lo suficiente como para que debas tener cuidado —responde Riccardo, mirándola con atención—. Si algo pasa, me lo dirás a mí.—Como siempre —murmura Isabella.Horas después, la mansión vibra con el ajetreo de la partida de Renatto. Hombres van y vienen asegurándose de que todo esté en orden. Isabella mantiene la vista en Alonzo, que no deja de mirar con tristeza a su padre mientras este se despide de él.—No quiero