Isabella despierta con la luz del amanecer filtrándose por las cortinas gruesas de la habitación. Parpadea lentamente, su mente aún nublada por el sueño, pero su cuerpo recuerda la intensidad de la noche anterior. Se encuentra envuelta en las sábanas de seda y el calor que la rodea no es solo el de la tela, sino el del hombre que duerme a su lado.Respira hondo, recordándose que aquello solo fue un paso más para lograr lo que quiere. Necesita a ese hombre comiendo de su mano, tal como Eva una vez lo hizo con él, para luego terminar destrozada.Se gira con lentitud, solo para permitirse un momento de paz antes de seguir con su actuación.Renatto permanece recostado, su pecho desnudo subiendo y bajando con una respiración tranquila, su brazo fuerte la rodea de manera posesiva, como si incluso en sueños se negara a dejarla ir. Isabella lo observa, en silencio, permitiéndose unos instantes de vulnerabilidad. Nunca lo había visto así, con el ceño relajado, sin la tensión habitual en su man
Luego de que Isabella salga de la ducha, busca qué ponerse para no salir con el vestido que usó la noche anterior, pero Renatto la retiene entre sus brazos antes de que pueda moverse demasiado lejos.Su agarre es firme, posesivo, una advertencia silenciosa de que no permitirá que lo deje atrás tan fácilmente. Isabella no se inmuta, pero su cuerpo se tensa. No quiere demostrar debilidad, no quiere darle más poder del que ya tiene sobre ella.Intenta ser indiferente como antes, pero ya no puede volver a eso.—¿A dónde crees que vas? —su voz es grave, con esa tonalidad oscura que siempre anuncia peligro.—A trabajar. ¿O acaso esperas que me quede aquí todo el día contigo? Te recuerdo que mi propósito aquí es enseñar y cuidar de Alonzo —su respuesta es cortante, casi desafiante, pero mantiene el tono neutral.Renatto l
Isabella sigue con su rutina diaria, ignorando deliberadamente la mirada intensa de Renatto cada vez que cruza una habitación frente a él. Sabe que la está observando, estudiando cada uno de sus movimientos, pero se obliga a actuar como si nada hubiera cambiado. No va a darle el poder de ver lo mucho que su mente está dividida, lo mucho que su cuerpo aún recuerda su tacto y cuánto ansía que vuelva a suceder.Pero Renatto no es un hombre que acepte la indiferencia.A lo largo del día, Isabella siente la presión invisible de su presencia. No importa si está en la biblioteca con Alonzo repasando sus lecciones o en la cocina revisando con Clara la organización de la casa, siempre está allí, al acecho. No se lo imagina, lo sabe. Es una sombra constante, un recordatorio vivo de que él no ha olvidado la noche anterior.Cuando la cena termina e Isabella intent
El rumor de la relación entre Renatto e Isabella se esparce como un incendio dentro de la mansión. Y es que tampoco lo mantienen en secreto, Renatto no deja de besarla y manosearla frente a todos, solo para dejar claro que ahora es su mujer y que todo a partir de ahora es diferente.Las miradas de los empleados y soldados de Renatto oscilan entre el respeto y la intriga. No es común que el capo haga pública su cercanía con una mujer, mucho menos que la introduzca en los asuntos de la familia. Si alguna vez tuvo una amante, ellos no se enteraron. Isabella lo sabe, y aunque mantiene su expresión serena, no ignora la tensión en el aire.Sabe que para varios es un desafío abierto de su parte, pero ahora poco importa que les moleste, porque se ha transformado en la mujer del capo, protegida, consentida y su segunda al mando, junto a Riccardo.En la cocina, Clara la observa con una sonrisa astuta mientras las demás empleadas cuchichean a su alrededor. Algunas mantienen su actitud osada, hac
La noticia de que Renatto Corleone ha tomado oficialmente a una mujer se extendió como pólvora en los círculos más altos de la ‘Ndrangheta. No es un secreto que Isabella ha estado a su lado, pero el reconocimiento implícito en sus actos recientes, la forma en que la ha integrado en sus reuniones y la manera en que ya nadie osa desafiar su presencia, es suficiente para que los grandes señores de la organización tomen cartas en el asunto.El sol apenas comienza a descender cuando los primeros autos llegan a la mansión. Vehículos de lujo, blindados y con las insignias de las familias más influyentes de Italia, estacionan en fila a lo largo del camino de entrada. Los hombres de Renatto ya están preparados, cada uno en su puesto, supervisando cada movimiento de los recién llegados. Isabella, vestida con un atuendo elegante, pero sobrio para no despertar los celos de Renatto, obs
Unos días después de la cena con los señores de la organización, el ambiente en la mansión Corleone se siente inusualmente tenso desde que Renatto anunció su viaje.La noticia de que Renatto debía viajar a Sudamérica corre rápidamente entre los hombres de la mansión. El capo rara vez deja San Luca por tanto tiempo, lo que significa que el negocio requiere su presencia inmediata. Isabella lo escucha de boca de Riccardo mientras termina de organizar los materiales de estudio de Alonzo.—¿Cuánto tiempo estará fuera? —pregunta sin levantar la vista de los libros.—No lo sabemos. Lo suficiente como para que debas tener cuidado —responde Riccardo, mirándola con atención—. Si algo pasa, me lo dirás a mí.—Como siempre —murmura Isabella.Horas después, la mansión vibra con el ajetreo de la partida de Renatto. Hombres van y vienen asegurándose de que todo esté en orden. Isabella mantiene la vista en Alonzo, que no deja de mirar con tristeza a su padre mientras este se despide de él.—No quiero
Renatto está en su oficina en Marsella, la primera parada antes de Sudamérica, revisando los últimos informes de la operación que acaban de finalizar, cuando su teléfono vibra sobre la mesa. El contacto en Italia ha enviado un mensaje cifrado. Al abrirlo, sus ojos se oscurecen y su mandíbula se tensa. La imagen en la pantalla muestra a Isabella, en lo que parece ser una situación comprometedora con uno de sus propios hombres.Su sangre hierve de inmediato, sin pensar en nada más que la traición de la mujer a la que le ha dado todo.Respira hondo, sintiendo cómo su control se resquebraja. No puede ser. No después de todo lo que han vivido. Pero las pruebas están frente a él: imágenes, videos, ángulos que muestran exactamente lo que cualquier hombre interpretaría como una traición. Su mente se llena de ira. Sin pensarlo dos veces, marca el
El sol comienza a salir en San Luca cuando el avión de Renatto aterriza en el aeródromo privado. No ha dicho una sola palabra desde que subió a la aeronave, sumido en un silencio peligroso, de esos que anuncian una tormenta destructiva.En su interior, una mezcla de furia, confusión y algo más que no puede definir lo consume desde que recibió las imágenes de Isabella en aquella situación comprometedora. La ira ha sido su única compañera durante el viaje, a pesar de las palabras de su hermano a favor de ella, pero ahora que pisa suelo italiano, la rabia se mezcla con una angustia extraña, una sensación que se niega a reconocer.Los autos negros lo esperan en la pista, listos para llevarlo directo a la mansión. Al llegar, Riccardo lo recibe en la entrada con el ceño fruncido, con la clara intención de hablar, pero Renatto no le da oportunidad.&md