Renatto está en su oficina en Marsella, la primera parada antes de Sudamérica, revisando los últimos informes de la operación que acaban de finalizar, cuando su teléfono vibra sobre la mesa. El contacto en Italia ha enviado un mensaje cifrado. Al abrirlo, sus ojos se oscurecen y su mandíbula se tensa. La imagen en la pantalla muestra a Isabella, en lo que parece ser una situación comprometedora con uno de sus propios hombres.
Su sangre hierve de inmediato, sin pensar en nada más que la traición de la mujer a la que le ha dado todo.
Respira hondo, sintiendo cómo su control se resquebraja. No puede ser. No después de todo lo que han vivido. Pero las pruebas están frente a él: imágenes, videos, ángulos que muestran exactamente lo que cualquier hombre interpretaría como una traición. Su mente se llena de ira. Sin pensarlo dos veces, marca el
El sol comienza a salir en San Luca cuando el avión de Renatto aterriza en el aeródromo privado. No ha dicho una sola palabra desde que subió a la aeronave, sumido en un silencio peligroso, de esos que anuncian una tormenta destructiva.En su interior, una mezcla de furia, confusión y algo más que no puede definir lo consume desde que recibió las imágenes de Isabella en aquella situación comprometedora. La ira ha sido su única compañera durante el viaje, a pesar de las palabras de su hermano a favor de ella, pero ahora que pisa suelo italiano, la rabia se mezcla con una angustia extraña, una sensación que se niega a reconocer.Los autos negros lo esperan en la pista, listos para llevarlo directo a la mansión. Al llegar, Riccardo lo recibe en la entrada con el ceño fruncido, con la clara intención de hablar, pero Renatto no le da oportunidad.&md
El médico regresa para revisarla, dejando tranquilo a Renatto en cuanto que está bien, solo dormida. Probablemente por el shock.Riccardo se marcha para dejarles privacidad. Si en verdad es ella, tendrán mucho que hablar, tal vez se maten, pero es algo que debe ocurrir solo entre ellos. Los terceros salen sobrando en una batalla campal que no tiene perdedores ni ganadores.Un par de horas después, Isabella despierta con la respiración agitada, su pecho sube y baja descontroladamente mientras intenta asimilar lo que acaba de ocurrir. Su mente es un caos de recuerdos, algunos desordenados, otros tan vívidos que duelen como si estuviera reviviéndolos en ese preciso instante.Se sienta asustada, intentando establecer cuál es la realidad actual y cuál es la que acaba de golpearla.Está en la cama de Renatto, pero no sabe cómo llegó ahí. Mira el techo con el corazón latiéndole con violencia en el pecho. Todo está oscuro, las cortinas cerradas bloq
Isabella se abraza el cuerpo, no sabe qué hacer.De lo único que está segura es de sentirse tan vulnerable como aquella vez que la sacaron de la mansión. En esa oportunidad, su futuro era incierto, solo pintaba a ser oscuro, tal como ahora con la mirada de Renatto sobre ella.—Quiero que me digas, ¿por qué ellos supieron antes que yo de tu embarazo?Los ojos de Isabella se cristalizan, su mirada fija en la de Renatto. Es la única manera que le crea, verlo a los ojos y decirle la verdad.—Tu padre puso gente que me seguía. Ese día salí de casa para ir a la farmacia, tenía días sintiéndome mal y las sospechas eran… —frunce el ceño, se lleva las manos al vientre.—Recuerdo esos días antes de que te fueras…Isabella lo interrumpe, saliendo de la cama para no tener que verlo más hacia
La noche cae con un manto espeso de sombras sobre San Luca mientras Renatto, Isabella y Riccardo se separan en direcciones opuestas. Aunque a Renatto le pesa el tener que dejar a su hijo al cuidado de su hermano, no le queda más remedio que aceptarlo.El plan es claro, confundir a sus perseguidores y ganar tiempo para reagruparse en otro lugar de Italia junto a las familias que los pueden proteger.Isabella conduce con Renatto en el asiento del copiloto, bajo su total protesta, su rostro una máscara de acero, sin delatar la tormenta interna que la consume. Renatto está tenso, su mandíbula apretada con una furia contenida que lo hace peligroso.No confía en ella, Isabella lo sabe, lo siente en cada mirada que le lanza de reojo. Aunque Isabella lo ignora, su prioridad es llevarlo a un lugar seguro y salvarle el pellejo, porque hay cuentas que ajustar con todos los que le hicieron daño.Después de recorrer caminos secundarios y evitar carreteras principales, finalmente llegan a la casa s
Tras la salida del hombre, Isabella se siente en libertad de revelarle su secreto a Renatto.Isabella sabe que ahora tienen poco tiempo antes de que los hombres que los persiguen se den cuenta de la jugada con el rastreador, si es que no lo saben ya. No pueden quedarse allí por más tiempo.—Tenemos que irnos rápido —declara Isabella con firmeza.Se dirige al cuarto de trastes, cierra la puerta y activa toda la protección de la casa antes de marcharse.—¿A dónde? —pregunta Renatto, todavía sin quitarle los ojos de encima.Ella toma su mano y lo arrastra con ella, sin dudar un solo segundo. Renatto no se resiste, aunque puede sentir cómo su mente trata de encontrar una lógica en todo lo que está sucediendo. Isabella lo guía hasta la trampilla apenas visible, la que se encuentra bajo una vieja alfombra en la que nadie sospecharía.<
Renatto no puede apartar la mirada del niño frente a él. Sus ojos verdes, idénticos a los de Eva, parecen perforarlo, como si fueran un recordatorio cruel de todo lo que ha estado en la oscuridad durante años. El niño lo observa con curiosidad, sin comprender la tormenta interna que se desata dentro de él.—¿Por qué nunca me dijiste que él existía? —su voz es tensa, cargada de reproche, pero también de algo más profundo. Algo que ni él mismo puede nombrar.Isabella, quien hasta ahora se ha mantenido firme, respira hondo. Sabe que este momento iba a llegar, pero no imaginó que sería de esta forma, en medio de una persecución y con tantas verdades saliendo a la luz de manera abrumadora.—Porque no confiaba en ti —su respuesta es clara, sin rodeos. Su mirada se mantiene fija en la de Renatto, desafiándolo a neg
Isabella despierta con un peso en el pecho, como si el aire se negara a llenar por completo sus pulmones. Su mente aún está atrapada en la niebla del desmayo, entre los recuerdos que han regresado con violencia y la verdad que ahora conoce.La luz tenue que se filtra por la ventana apenas ilumina la cabaña, pero es suficiente para que distinga las sombras de dos figuras sentadas a su lado. Renatto y Antoine.Sus ojos se llenan de lágrimas al pensar que todos esos años protegió a su hijo, no era simplemente el sobrino que adoptó como suyo para darle amor. ¡Es su hijo biológico!Suyo y de Renatto Corleone, el hombre que quería destruir.Su hermano es el primero en notar que ha recuperado la consciencia. Se inclina ligeramente y le pasa un vaso con agua. Isabella parpadea un par de veces antes de incorporarse con dificultad. Su cuerpo está agotado, pero su espíri
El ambiente en la cabaña sigue cargado de tensión tras las revelaciones recientes. Renatto apenas ha dormido, su mente es un torbellino de pensamientos y estratagemas. Saber que su padre le arrebató no solo a Eva, sino también a sus hijos, lo carcome por dentro. Pero, por primera vez en su vida, siente que moverse con impulsividad podría ser un error fatal.Renatto camina de un lado a otro en la cabaña, sus pensamientos son un caos. A pesar de todo lo que ha sucedido en las últimas horas, su instinto le dice que debe actuar de inmediato. Su padre ha estado moviendo las piezas desde las sombras por demasiado tiempo, y ahora que sabe la verdad, siente la necesidad de ir a Roma y arrancarlo de raíz. Sin embargo, su mente no es lo único que está dividido: su corazón también lo está.Isabella lo observa en silencio desde la mesa de la pequeña cocina, con el ce&nti