Tras la salida del hombre, Isabella se siente en libertad de revelarle su secreto a Renatto.
Isabella sabe que ahora tienen poco tiempo antes de que los hombres que los persiguen se den cuenta de la jugada con el rastreador, si es que no lo saben ya. No pueden quedarse allí por más tiempo.
—Tenemos que irnos rápido —declara Isabella con firmeza.
Se dirige al cuarto de trastes, cierra la puerta y activa toda la protección de la casa antes de marcharse.
—¿A dónde? —pregunta Renatto, todavía sin quitarle los ojos de encima.
Ella toma su mano y lo arrastra con ella, sin dudar un solo segundo. Renatto no se resiste, aunque puede sentir cómo su mente trata de encontrar una lógica en todo lo que está sucediendo. Isabella lo guía hasta la trampilla apenas visible, la que se encuentra bajo una vieja alfombra en la que nadie sospecharía.<
Renatto no puede apartar la mirada del niño frente a él. Sus ojos verdes, idénticos a los de Eva, parecen perforarlo, como si fueran un recordatorio cruel de todo lo que ha estado en la oscuridad durante años. El niño lo observa con curiosidad, sin comprender la tormenta interna que se desata dentro de él.—¿Por qué nunca me dijiste que él existía? —su voz es tensa, cargada de reproche, pero también de algo más profundo. Algo que ni él mismo puede nombrar.Isabella, quien hasta ahora se ha mantenido firme, respira hondo. Sabe que este momento iba a llegar, pero no imaginó que sería de esta forma, en medio de una persecución y con tantas verdades saliendo a la luz de manera abrumadora.—Porque no confiaba en ti —su respuesta es clara, sin rodeos. Su mirada se mantiene fija en la de Renatto, desafiándolo a neg
Isabella despierta con un peso en el pecho, como si el aire se negara a llenar por completo sus pulmones. Su mente aún está atrapada en la niebla del desmayo, entre los recuerdos que han regresado con violencia y la verdad que ahora conoce.La luz tenue que se filtra por la ventana apenas ilumina la cabaña, pero es suficiente para que distinga las sombras de dos figuras sentadas a su lado. Renatto y Antoine.Sus ojos se llenan de lágrimas al pensar que todos esos años protegió a su hijo, no era simplemente el sobrino que adoptó como suyo para darle amor. ¡Es su hijo biológico!Suyo y de Renatto Corleone, el hombre que quería destruir.Su hermano es el primero en notar que ha recuperado la consciencia. Se inclina ligeramente y le pasa un vaso con agua. Isabella parpadea un par de veces antes de incorporarse con dificultad. Su cuerpo está agotado, pero su espíri
El ambiente en la cabaña sigue cargado de tensión tras las revelaciones recientes. Renatto apenas ha dormido, su mente es un torbellino de pensamientos y estratagemas. Saber que su padre le arrebató no solo a Eva, sino también a sus hijos, lo carcome por dentro. Pero, por primera vez en su vida, siente que moverse con impulsividad podría ser un error fatal.Renatto camina de un lado a otro en la cabaña, sus pensamientos son un caos. A pesar de todo lo que ha sucedido en las últimas horas, su instinto le dice que debe actuar de inmediato. Su padre ha estado moviendo las piezas desde las sombras por demasiado tiempo, y ahora que sabe la verdad, siente la necesidad de ir a Roma y arrancarlo de raíz. Sin embargo, su mente no es lo único que está dividido: su corazón también lo está.Isabella lo observa en silencio desde la mesa de la pequeña cocina, con el ce&nti
El aire en la cabaña está cargado de tensión. Desde la llegada de Renatto, la dinámica entre todos ha cambiado. Isabella lo sabe, puede verlo en los gestos de Antoine, en la manera en que Alain estudia al hombre con una mezcla de curiosidad y reserva, y en la forma en que Renatto observa cada movimiento de su hijo perdido con incredulidad.En un momento, el pequeño se acerca a él y le pregunta con inocencia.—¿Por qué me robaste el rostro?Renatto sonríe, porque él parece ser más inocente que Alonzo. Aunque no es de extrañar, su hijo pasó una mala vida al lado de Loretto, en cambio Alain parece ser feliz con lo poco que tiene, aunque sea muy precario.—No te lo robé, te lo presté para que todos sepan quién eres y no se atrevan a hacerte daño.El pequeño lo mira con el ceño fruncido, su misma
Riccardo ha llega a la cabaña con el rostro endurecido por los días de tensión. Tal vez por eso no se espera la sorpresa adentro.Es por eso por lo que, al entrar, su mirada se encuentra con la de un niño que lo deja paralizado por un instante. Es como ver a Alonzo, son dos gotas de agua increíbles, solo hay una diferencia inconfundible, los ojos de un verde brillante que parecen contener un universo propio y una alegría impresionante. Riccardo parpadea, procesando lo que ve, y sin decir una palabra se sienta junto al pequeño.El niño lo ve con curiosidad, da una mirada fugaz a su padre, como para saber a quién está mirando.—Hola, soy Riccardo —dice, finalmente, con una sonrisa que intenta ocultar su asombro.El niño lo observa con curiosidad, sin un atisbo de miedo, y responde con una voz suave y segura.—Yo soy Alain.Riccardo asie
El sol comienza a descender lentamente, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rojizos que en el bosque se ven como si fuera algo mágico, mientras la cabaña se sumerge en una tranquilidad engañosa.Dentro, Renatto está sentado junto a Alain, un momento raro de calma que parece inusual en su vida agitada. Alain le muestra un pequeño cuaderno lleno de dibujos infantiles, representaciones simples de su mundo en el bosque, árboles, una cabaña, su madre, y un hombre de cabello oscuro que sostiene su mano. Renatto lo observa en silencio, sintiendo un nudo en la garganta.—¿Ese soy yo? —pregunta finalmente, su voz ronca, señalando uno de los dibujos.Alain asiente con una sonrisa radiante que ilumina su rostro y algo va derritiendo el hielo en el corazón de Renatto. Ese que tiene ahí más de ocho años.—Sí, mamá me dijo que
El silencio se rompe solo con la respiración agitada de todos mientras se deslizan por entre los árboles.El bosque está envuelto en una neblina densa que parece aferrarse a la piel de cada uno, mezclándose con el olor metálico de la sangre y la tierra húmeda. Renatto sostiene a Alain con firmeza contra su pecho, sintiendo el latido acelerado del niño resonar contra el suyo.El pequeño ha dejado de llorar mostrando que quiere ser valiente, pero sus ojos verdes están empañados de confusión y miedo. Renatto no sabe cómo consolarlo, pero su instinto le dice que, por ahora, el simple acto de cargarlo y mantener una mano protectora en su cabeza es suficiente.Isabella camina a su lado, con el rostro endurecido por la preocupación. Sus manos están cubiertas de sangre mientras presiona una improvisada venda contra la herida de Riccardo, quien apenas mantiene los ojos abiertos. La herida en su abdomen es profunda, y cada movimiento parece arrancarle un gem
Dos días después de llegar al refugio improvisado, Isabella les dice que es momento de moverse. Renatto no se opone, ni siquiera porque su hermano esté aún convaleciente, quedarse en un lugar por muchos días no es seguro en la situación que están viviendo.Sin perder más tiempo, organizan todo, toman todas las provisiones que pueden y parten de allí hacia el sureste. Riccardo agradece que la herida no fue demasiado grave, aunque la entrada fue en el abdomen, la trayectoria fue extraña y no rozó ningún órgano, al menos eso fue lo que Isabella notó al sacarla.—¿Cuándo veremos a mi hermano? —la voz de Alain, un susurro contenido por la emoción y los nervios de la situación.—Muy pronto, hijo —responde Renatto sin soltarlo.—Cada vez nos acercamos más a un lugar seguro —Isabella