El aire en la cabaña está cargado de tensión. Desde la llegada de Renatto, la dinámica entre todos ha cambiado. Isabella lo sabe, puede verlo en los gestos de Antoine, en la manera en que Alain estudia al hombre con una mezcla de curiosidad y reserva, y en la forma en que Renatto observa cada movimiento de su hijo perdido con incredulidad.
En un momento, el pequeño se acerca a él y le pregunta con inocencia.
—¿Por qué me robaste el rostro?
Renatto sonríe, porque él parece ser más inocente que Alonzo. Aunque no es de extrañar, su hijo pasó una mala vida al lado de Loretto, en cambio Alain parece ser feliz con lo poco que tiene, aunque sea muy precario.
—No te lo robé, te lo presté para que todos sepan quién eres y no se atrevan a hacerte daño.
El pequeño lo mira con el ceño fruncido, su misma
Riccardo ha llega a la cabaña con el rostro endurecido por los días de tensión. Tal vez por eso no se espera la sorpresa adentro.Es por eso por lo que, al entrar, su mirada se encuentra con la de un niño que lo deja paralizado por un instante. Es como ver a Alonzo, son dos gotas de agua increíbles, solo hay una diferencia inconfundible, los ojos de un verde brillante que parecen contener un universo propio y una alegría impresionante. Riccardo parpadea, procesando lo que ve, y sin decir una palabra se sienta junto al pequeño.El niño lo ve con curiosidad, da una mirada fugaz a su padre, como para saber a quién está mirando.—Hola, soy Riccardo —dice, finalmente, con una sonrisa que intenta ocultar su asombro.El niño lo observa con curiosidad, sin un atisbo de miedo, y responde con una voz suave y segura.—Yo soy Alain.Riccardo asie
El sol comienza a descender lentamente, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rojizos que en el bosque se ven como si fuera algo mágico, mientras la cabaña se sumerge en una tranquilidad engañosa.Dentro, Renatto está sentado junto a Alain, un momento raro de calma que parece inusual en su vida agitada. Alain le muestra un pequeño cuaderno lleno de dibujos infantiles, representaciones simples de su mundo en el bosque, árboles, una cabaña, su madre, y un hombre de cabello oscuro que sostiene su mano. Renatto lo observa en silencio, sintiendo un nudo en la garganta.—¿Ese soy yo? —pregunta finalmente, su voz ronca, señalando uno de los dibujos.Alain asiente con una sonrisa radiante que ilumina su rostro y algo va derritiendo el hielo en el corazón de Renatto. Ese que tiene ahí más de ocho años.—Sí, mamá me dijo que
El silencio se rompe solo con la respiración agitada de todos mientras se deslizan por entre los árboles.El bosque está envuelto en una neblina densa que parece aferrarse a la piel de cada uno, mezclándose con el olor metálico de la sangre y la tierra húmeda. Renatto sostiene a Alain con firmeza contra su pecho, sintiendo el latido acelerado del niño resonar contra el suyo.El pequeño ha dejado de llorar mostrando que quiere ser valiente, pero sus ojos verdes están empañados de confusión y miedo. Renatto no sabe cómo consolarlo, pero su instinto le dice que, por ahora, el simple acto de cargarlo y mantener una mano protectora en su cabeza es suficiente.Isabella camina a su lado, con el rostro endurecido por la preocupación. Sus manos están cubiertas de sangre mientras presiona una improvisada venda contra la herida de Riccardo, quien apenas mantiene los ojos abiertos. La herida en su abdomen es profunda, y cada movimiento parece arrancarle un gem
Dos días después de llegar al refugio improvisado, Isabella les dice que es momento de moverse. Renatto no se opone, ni siquiera porque su hermano esté aún convaleciente, quedarse en un lugar por muchos días no es seguro en la situación que están viviendo.Sin perder más tiempo, organizan todo, toman todas las provisiones que pueden y parten de allí hacia el sureste. Riccardo agradece que la herida no fue demasiado grave, aunque la entrada fue en el abdomen, la trayectoria fue extraña y no rozó ningún órgano, al menos eso fue lo que Isabella notó al sacarla.—¿Cuándo veremos a mi hermano? —la voz de Alain, un susurro contenido por la emoción y los nervios de la situación.—Muy pronto, hijo —responde Renatto sin soltarlo.—Cada vez nos acercamos más a un lugar seguro —Isabella
El refugio temporal ofrece un silencio que grita más fuerte que cualquier disparo. Las paredes desgastadas por el tiempo parecen absorber el eco de la tensión que flota en el aire.Renatto nunca pensó encontrarse en una situación como esta. Siempre tuvo el control absoluto de su gente y ahora, entregar el poder a su padre o a cualquier otro no es una opción.Sabe que eso solo pondría en peligro a su familia.Isabella, sumida en sus propios pensamientos, se sienta junto a Riccardo, cuidando su herida con una dedicación que va más allá de lo físico. Siempre tuvo aprecio por él, ahora lo sabe. Sus manos firmes, pero delicadas, se mueven con la precisión de alguien que ha hecho esto demasiadas veces.Mientras limpia la sangre seca y cambia el vendaje, su mente se desliza hacia el pasado, hacia los días oscuros en los que Daniel Corleone la manipuló con una facili
El amanecer se cuela por las ventanas cubiertas de cortinas improvisadas, dejando pequeños haces de luz que se extienden sobre el suelo de madera desgastada.Renatto se despierta primero, su cuerpo en alerta como si nunca pudiera relajarse del todo. Observa a su alrededor, Isabella está dormida en una silla junto a Riccardo, con la cabeza apoyada en el borde del sofá donde su hermano descansa. Alain duerme cerca de Antoine en una pequeña cama, su carita relajada en un sueño profundo y pacífico. Esa imagen hace que el corazón de Renatto se contraiga, una sensación extraña que aún está aprendiendo a comprender.A pesar de que el refugio tiene un par de habitaciones, nadie quiso moverse de allí, solo para estar alerta de lo que pudiese pasar.Se levanta en silencio, intentando no despertar a nadie, y sale del refugio para caminar por la casa, termina escapando al jard&
Mientras tanto, muy lejos de allí, todo es completamente diferente.La mansión de Daniel Corleone, un monumento de mármol frío y acero, se alza imponente en las afueras de Roma, con gran lujo y comodidades que el hombre atesora más que cualquier otra cosa.La oscuridad de la noche se refleja en los ventanales como un presagio de la maldad que se gesta en su interior, el silencio cruel que surge desde la envidia a su hijo y la necedad de entregar el poder a alguien más.Daniel está sentado en una gran mesa de roble, rodeado de sus hombres más leales, todos con rostros duros y cicatrices que narran historias de violencia y traición. Muchas de las cuales solo son el reflejo de la manera en que él lleva sus negocios.Frente a Corleone, Viktor Sokolov, un hombre de presencia imponente, con una cicatriz que le cruza el rostro desde la ceja hasta el pómulo, observa con ojo
Tras el regreso de Renatto de su excursión con los nuevos aliados, tanto él como Riccardo dejan expuestos todos los secretos de Daniel Corleone.Luego de una breve reunión con todos, Renatto se lleva a Isabella a otro lugar, uno más privado y lejano. No quiere interrupciones para lo que tiene en mente.Ella lo observa con cierta desconfianza, pero no de la mala, sino esa que duda de si será una conversación normal o algo más íntimo.—Ya estamos aquí. ¿Qué querías hablar conmigo?Renatto se siente nervioso, pero no lo demuestra. Lo que está a punto de hacer está fuera de sus aptitudes, pero sabe que es lo correcto, lo que en realidad ha anhelado su corazón desde hace años.—Sé que desde que regresaste a mi vida…Ella se ríe.—Te recuerdo que no regresé, me llevaron a