Capítulo41
Los invitados se habían ido todos, solo quedaban un grupo de soldados groseros. Doña Rosario estaba tan enfadada que casi le da un ataque al corazón.

Los demás en la residencia del General también estaban perplejos; nunca habían visto una celebración de boda organizada de esa manera, y menos aun cuando era un matrimonio otorgado por el Su Alteza.

Si se corría la voz, seguramente la residencia del General se convertiría en el hazmerreír en toda la capital del Reino.

Theobald encontró a la señora Minerva, y su ira ya no pudo contenerse más. Golpeó la mesa y dijo:

—Cuñada, si no querías ayudarme a organizar la boda de manera digna, me lo hubieses dicho. Ahora una buena fiesta de bodas se ha convertido en una broma, todos los invitados se han ido. ¿Cómo podré mantener mi posición en la corte en el con semejante desagravio?

La señora Minerva, llena también de agravio, dejó caer sus lágrimas.

—Yo solo seguí la lista de invitados para organizar todo, ¿cómo iba a saber que vendría tanta gente?
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