Capítulo37
Doña Rosario golpeó el suelo, diciendo:

—¡Ya les dije maldita sea que se lo llevaran todo, y ahora no queda nada! ¡Ni siquiera podré comprar mis condenadas medicinas!

Theobald se sintió muy incómodo, pero solo pudo consolar a su madre:

—No te preocupes madre, el campo de batalla del sur pronto necesitará a Desislava y a mí. Volveremos para alcanzar más méritos.

Doña Rosario lloraba con voz desgarradora:

—¡¿Cómo puede ser tan despiadada?! ¡No es más que una esposa igual en rango! ¿Por qué no puede tolerarlo? ¡Es solo una maldita huérfana, y de verdad se cree una dama noble!

Theobald torció la boca. Ella era la hija legítima de la familia de Vivar, naturalmente tiene un estatus más elevado.

—¡Bien merecido que exterminaran a toda su familia como a cucarachas, bien merecido se lo tenían! —gritó Doña Rosario, llena de ira.

Theobald también pensó que era extraño que los comandos de los Valles de Montealto hubieran exterminado a toda la familia Vivar. ¿Por qué mataron a ancianos, mujeres
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