La Sumisa
La Sumisa
Por: RenliEscritora
PRÓLOGO

LA SUMISA

Prólogo

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No estaba para nada segura de lo que hacía, pero algo dentro de mi pecho me gritaba que me encontraba en lo correcto. Que este era mi lugar en el mundo. Toqué un par de veces la puerta de esta lujosa mansión en donde el gerente general de la empresa en donde trabajo me ha enviado a entregar unos papeles importantes que el señor Belucci debía firmar el día de hoy.

Tiré un poco de la perilla de la puerta al no escuchar respuesta de nadie, pasé saliva con dificultad al recordar que, si hacía algo mal, el señor Magno no me lo iba a perdonar, y seguramente me va a echar de la empresa y no estaba dispuesta a perder este trabajo y ahora menos que mi madre murió.

Adentro de la residencia Belucci se sentía cálido, a diferencia del frío de la noche que carcomía mis huesos, mis piernas se sentían débiles y ese olor a canela y aceites que envuelve toda la mansión me embriagaba apenas di el primer paso hacia dentro.

Muchos de mis compañeros de trabajo me habían dicho que el genio del presidente de la compañía era comparado con los peores tiranos de la historia de la humanidad y hoy fui testigo de eso.

Algunos me decían que si hacía algo mal lo más probable es que el presidente me tirara algo y si llegaba a protestar o rechistar las consecuencias serían peores de lo que me sucedió hoy cuando en vez de llevarle un expreso americano le traje fue un latte.

Estuve tan asustada por horas que creía que sus insultos iban a acabar con mi estabilidad emocional.

—¿Ho... Hola? —solté con mi voz quebrada, son casi las ocho de la noche y si tardo más tiempo aquí no podré entregar este documento en la empresa, rodeé con mis manos mi estómago al sentir mi barriga gruñir por el hambre que tengo. Mis pies se retuercen, pero aunque me mate por irrumpir en su casa a esta hora de la noche debo hacerlo obligarlo a firmar como sea en este mismo instante.

Puedo sentir mi móvil vibrar dentro del bolsillo de mi americana y brinco aterrada al recordar que hoy era la fiesta de aniversario de los padres de Mark, mi novio desde la adolescencia y que amaba con toda mi alma a pesar de que sentía que todo dentro de mi estaba roto.

Subo las escaleras con cuidado, todo en este lugar tiene un toque italiano tan elegante que sé que nunca en mi vida voy a poder pagar. Mis manos me tiemblan, pero frunzo el ceño al escuchar un par de golpes provenientes de una de las tantas habitaciones que se encuentran en este pasillo.

Mis hombros se mueven de arriba hacia abajo al toparme cara a cara con una pintura que abarca casi toda una pared del señor Magno Belucci y que por ser de noche y al estar todo tan oscuro no pude apreciar muy bien, pero termino parpadeando de nuevo al volver al escuchar un quejido ahora más agudo que el anterior que proviene de la habitación del fondo la cual capta toda mi atención al tener algo demasiado peculiar.

La puerta es roja.

Los quejidos y lamentos se volvían a medida que pasaba el tiempo mucho más fuertes e inquietantes. La idea de que algo realmente malo estaba sucediendo aquí llenaron mis pensamientos, así que busqué mi móvil para llamar a la policía, pero me detuve al comprender que era lo que está sucediendo. Mi jefe estaba teniendo sexo con alguna de las mujeres que se le vivían tirando encima día tras día.

Maldito y sexy promiscuo.

¡Contrólate, Tam, tú puedes hacerlo! ¡Interrumpe la orgia del presidente y sácalo de esa habitación y hazlo que firme!

Inhalé todo el aire necesario, pero retrocedí de inmediato.

¡No!

¡No podía hacerlo! ¿Sí se molesta conmigo? ¿Qué sucedería si me desaparece y jamás encuentran mi cadáver? Todo mi cuerpo estaba temblando y lo mejor que podía hacer ahora era irme de aquí lo más rápido que pudiera. Como decía mi abuela, "Prefiero que digan aquí corrió que aquí murió"

Eso, hazlo Támara, huye de aquí como la cobarde que eres, pero solo tienes diecinueve años, soy demasiado pequeña y torpe y sin duda alguna un solo golpe del señor presidente me mataría enseguida.

¡Odiaba mi vida!

Me di media vuelta para largarme de este lugar ahora mismo.

—¿Qué haces aquí, lagartija? —la voz ronca del italiano me hizo brincar en mi fallida huida.

Había sido atrapada, ¡Voy a morir! ¡Voy a morir! ¿Y si a Magno Belucci le llaman tirano porque es un psicópata?

¡Quiero vivir, virgencita!

Me giré con cuidado hasta quedar cara a cara con mi tirano jefe, mis ojos viajan hasta su cuerpo desnudo y fuerte, ¡Oh por Dios! ¿Esa polla es de verdad?, ladeo la cabeza intentando concentrarme y luego de algunos segundos vuelvo a recomponerme al recordar porque estoy aquí—Su hermano me mandó a que firmara esto, señor. —le mostré los papeles. —No quería interrumpir su momento a solas con su novi...

Una chica desnuda y pálida salió de la nada y mi mundo se reinició, Magno abrió los ojos para verme rápidamente y ambos colapsar en el instante. ¿Me acabo de caer?

¿Lo que estoy viendo es real?

Esa chica está amarrada como si fuese un tamal… Esperen… ¿Qué m****a tiene en sus pezones? ¡¿Lo que tiene en la mano es un pene de goma?!

¡Mi jefe es un pervertido!

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