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Capítulo 05

LA SUMISA

Capítulo 05

Támara Williams

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¡Hoy es mi primer día de trabajo y ya estoy metida en problemas!

Vivika me dio indicaciones algo confusas sobre "Dormir" con mi jefe que realmente no me habían quedado claras del todo.

¿Lo único que tenía que hacer, era estar a su lado para cerciorarme de que nada malo le sucediera? Se escuchaba como una tarea fácil, pero en verdad para mí no funcionaba de esa forma.

Negué con la cabeza para despejar todas estas tonterías que andaban nadando por mi mente en el instante en que sentí el cuerpo de presidente tambalearse de un lado hacia el otro.

Caminar hacia la recepción de la empresa fue difícil, eran pasada las once de la noche y para esta hora todos los empleados se encontraban en sus hogares y ni de hablar de Vivika; que apenas me dio la orden, se marchó dejándome sumergido en este mar turbulento, llamado "Magno Bellucci"

¡¿Por qué mi jefe pesa como un maldito mastodonte?! Su cuerpo musculoso era casi imposible de arrastrar por alguien de mi estatura, pero había decidido una cosa. Debía mantener mi posición en esta compañía, para así poder salir de la vida miserable que tengo en la actualidad.

Un cámaro último modelo se estacionó enfrente de nosotros y me eché hacia atrás sin saber que hacer.

—¿Eres Támara Williams?—asentí un poco dudosa ante la inquietud de la persona que estaba conduciendo el vehículo. Un tipo entrado en años y vestido de chófer me sonrió apenas escuchó mi respuesta.

—Soy Gerardo, el conductor personal del señor Magno. ¿Está todo listo?—

Arrugué la frente ante su cuestionamiento.

—Disculpe...—le llamé mientras que con mi mano libre abría la puerta trasera del coche—¿Hay alguna posibilidad de que el señor Bellucci, viaje sólo a casa?

Metí los pies del italiano y cerré la puerta de inmediato.

Gerardo entre abrió los ojos posando estos de una manera extraña sobre mí.

—Puede hacerlo...—Inhalé hondo y aliviado—Pero sí algo le sucede al señor Magno esta noche, usted será la única responsable...—agregó amenazante y destabilizándome un poco.

Ok, ok, ok, ya entendí.

Abrí de nuevo la puerta del coche, pero esta vez la que se encontraba al lado del piloto, pero la voz fuerte de chófer de la familia Bellucci me detuvo.

—¿Qué hace?—el sujeto observó el asiento en donde tenía pensado sentarme, para acto seguido dirigir sus ojos hacia el cuerpo del italiano.

—¡Pero él es demasiado grande! Yo no cabré allí...—grazné buscando la forma en que recapacitara sobre su demanda, pero de nada sirvió.

Una oleada de calor recorrió mi cuerpo cuando mis manos tocaron las piernas de mi jefe para poder acomodarlo mejor. La camisa que llevaba puesta estaba entre abierta así que fue casi imposible no verle los tatuajes de diferentes formas y colores que decoraban su fornido pecho.

Cuando por fin logré sentarlo, suspiré extendidamente; como si por algún motivo me sintiese aliviada por algo.

Llegar a la mansión de lujo en donde vivía mi jefe, no nos tomó mucho tiempo, eso sí, apenas nos bajamos del coche, Gerardo, al igual que Vivika, brillaron por su ausencia.

Los empleados de la residencia que nos veían entrar, solo le hacían reverencia al señor Bellucci aún estando este dormido y eso me sorprendió un tanto.

¿Cuánto respeto le tenían al magnate estas personas?

Gracias al cielo pude encontrar con facilidad el piso en donde el italiano tenía su habitación aunque todo estaba completamente oscuro; mis hombros me dolían demasiado pero aún no podía parar. Faltaba todavía llevarlo a la cama.

¡Carajo! Eso se escuchó tan indecente. ¿En qué m****a andas pensando, Támara Williams?

Su cuerpo cayó como un enorme costal de papas sobre el colchón blando de su cama.

Mi pecho subía y bajaba rápidamente. Traerlo hasta aquí había sido un enorme desafío y de solo pensar que esta no sería la primera vez que me toque hacer esto, ya me habían ganas de renunciar.

Caminé algunos pasos hasta llegar a él, sus piernas tocaban el suelo, así que con algo de esfuerzo extra logré acomodarlo y sacarle los zapatos para que durmiera mejor.

—¿Debería quitarle la ropa? ¿Pero sí se molesta por eso? ¿Y sí luego desea demandarme por acoso?—Me pregunté mientras tiraban un poco de mi cabello con mis manos.

¡Soy un desastre!

Magno comenzó a removerse sobre el colchón, así que corrí hasta el baño para buscar algo con que limpiarle el sudor y no durmiese incómodo.

—Aghj—lo escuché quejarse y lo entendí. Al menos debería de quitarle la camisa. Mis piernas titubearon ante esto, para mí sería la segunda vez quitándole una prenda de vestir al señor Bellucci, pero luego caí en cuenta que este era mi trabajo y aunque no quisiera, debía hacerlo.

Sus mejillas estaban enrojecidas; no tenía conocimiento de cuánto había bebido, pero al ver el desastre en el que se volvió, deduje por mí misma que no era muy bueno con esto.

Dudé un segundo antes de posar mis manos sobre el borde de la tela que cubría su torso, pero terminé cerrando los ojos para retirar el primer botón y así despojarlo de su ropa, como si volver a verlo semidesnudo fuese un enorme pecado para mí.

Busqué rápidamente la toalla húmeda para deslizarla sobre sus brazos firmes y así retirar la suciedad que se había acumulado en su cuerpo por el día pesado que vivió hoy.

—¿Dónde está mi whisky...?—brinqué sobre mi puesto al escucharlo hablar entre dormido—Yo...—susurró abriendo así un poco los ojos y retiré en el instante la toalla de su brazo derecho.—¿Dónde estoy...? ¿Quién...?—El presidente hizo el intento de colocarse en pie, pero lo sostuve de los hombros para que volviese a su lugar.

—Señor...—lo llamé; pero entré en pánico cuando de un solo empujón echó mi cuerpo hacia un lado.

Reboté un par de veces sobre la cama  y aunque por dentro estaba maldiciendo mi tamaño y estatura eso no era lo peor en este instante, más bien era la forma en la que el italiano me estaba observando.

—Te vez adorable... Támara William...—¡Dios! ¡¿Por qué este hombre tiene tanta testosterona en exceso?! Su voz suena más sensual y erótica que de costumbre—¿Podrías...?

Sus palabras se cortaron mientras que él caía encima de mí y no solo esto, ¡Ese bastardo se había quedado dormido!

—Señor...—susurré picando un poco en sus mejillas con mis dedos, pero este ni se inmutó en responder ante mi llamado—Señor... Señor Bellucci...Me estoy...—¿Esa cosa dura que estaba casi perforando mi estómago que era?

¡No entres en pánico, Tam! ¡No entres en pánico!

¡Sí entro en pánico! ¡Dios! ¿De qué tamaño era esa cosa?

—Dé... Já...Me... ¡Dormir!—graznó sumamente molesto—Solo quédate quieta...

¿Qué me quede quieta mientras que su monstruosa polla está a nada de atravesarme el estómago?

¡Maldita la hora en que acepté este trabajo!

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No comprendía aún porque seguía con vida luego de pasar la noche entera con el presidente de la compañía "Go Space" y la bestia dentro de sus pantalones, pero al menos estaba agradecida con el universo por darme la oportunidad de seguir respirando y al menos eso creía hasta hace unos minutos.

Todos en la oficina estaban tan alterados, corriendo de un lado hacia otro; ya que el señor Bellucci había amanecido de muy mal genio hoy.

Vivika salió despavorida del despacho de Magno y sabía que mi sentencia de muerte había llegado al verla caminar como alma que llevaba el diablo en dirección hacia mí.

—Un latte descremado...—masculló pasando por encima de todos y sin ni siquiera mirarme.

Recorrí rápidamente la cafetería de la compañía para solicitar de inmediato el pedido del presidente. Una vez me entregaron mi orden salí corriendo hacia su oficina buscando la forma de no regarme el líquido caliente encima.

Toqué un par de veces la puerta de su despacho entre tanto con voz autoritaria me pidió que entrase al lugar.

Mis piernas se sentían torpes, Magno se había quitado la americana mientras que su ceño estaba duramente fruncido.

—Aquí... Aquí... Tiene señor...—mordí mi labio inferior buscando la forma de volver a mis cabales. Estaba demasiado nerviosa y verle escupir el café que le acababa de entregar me puso peor.

—¡¿Qué es esta m****a?!

Preguntó tirando el vaso enfrente de mí. El líquido salpicó mis zapatos.

—Latte...

Espeté mirando el suelo.

—¿Latte? ¡¿Cuando yo he tomado un maldito latte, Tamara?! Haz tu puto trabajo bien...

—Vivika dijo...—salté de nuevo cuando el italiano estrelló uno de los libros de contabilidad que estaban sobre su escritorio contra la pared.

—Los errores de Vivika D'Angelo, no deben ser los tuyo... ¡Sal de mi vista!—gritó pero no supe que hacer—¡¿Por qué nadie hace lo que quiero?!—Magno tomó la americana que reposaba sobre el espaldar de su silla giratoria y abandonó el lugar dejando mi cuerpo temblando todavía.

Cuando salí de la oficina todos mis compañeros de trabajo me quedaron mirando, mi respiración estaba irregular y las ganas de llorar estaban a punto de explotar.

Me senté sobre mi escritorio y a su vez tapé mi rostro con mis manos.

Sentía vergüenza.

Indignación.

Y me sentía estúpida.

—¿Eres Támara?

Levanté la cabeza para encontrarme un par de ojos azules como el océano infinito que me observaban con algo de recelo—Soy Valentino Bellucci, hermano menor de tu jefe...—anexó tirando un portafolio de papeles sobre mi escritorio—Necesito que ubiques al presidente y le hagas firmar esto hoy mismo.

Agarré los papeles y asentí.—¿Sabe usted donde podría estar el señor Bellucci?

—... En su casa...

Apreté las piernas de inmediato.

No otra vez...

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