Al día siguiente, Luz llegó al café con las energías renovadas y a medida que los siguientes dos días fueron pasando, se ganó el corazón de los clientes con su amabilidad y simpatía. Carlos estaba impresionado con su dedicación y el cuidado que ponía en cada taza de café que servía. Pero aun con todo aquello ella no podía dejar de pensar en Nero. No podía evitar preguntarse por qué él estaba tan interesado en que tomara su propuesta si incluso había tomado la decisión de buscarle un trabajo para sacarla de su vida. —Hay que ver que los hombres son complicados —rumeó en silencio—. En serio, ¿quién puede entenderlo? Un momento es todo arrogante y al siguiente actúa como si quisiera protegerme del mundo entero —continuó reflexionando en voz alta, arrugando la frente mientras trataba de descifrar la lógica detrás de las acciones de Nero. Luz dio unos pasos por la habitación mientras seguía con su refunfuño, pero luego se detuvo y suspiró, sintiendo la frustración crecer dentro de ella.
Luz se encontraba en su habitación, sumida en su sueño, cuando escuchó un suave golpe en la puerta. Se levantó todavía medio dormida y sin asomarse por la mirilla de la puerta, la abrió. ―¿Nero? —se preguntó a sí misma, adormilada, mientras restregaba su rostro con su mano—. ¿Qué haces aquí? ―espetó con desconcierto. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras veía a Nero tomar aire y desordenar su cabello. ―Necesitaba verte… y hablar contigo —insistió haciéndola a un lado para entrar—. Aquello no se puede quedar así y no voy a dejarte con algo equivocado en la cabeza, niña. Luz apretó los labios, tratando de ocultar la agitación que sentía. No quería hablar de aquello, pero estaba claro que Nero era tan necio como una mula y por la forma en que la había movido a un lado para cruzar, todo indicaba que no se iría de allí sin una respuesta. ―¿Hablar? ¿De qué? —preguntó llevándose una mano a la frente con desagrado y cerrando la puerta—. ¿Qué no te parece suficiente lo embarr
Nero adelantaba trabajo en la comodidad de su cama, cuando un olor peculiar y desagradable llegó a sus fosas nasales perturbando la poca paz que tenía. Pero ni el fastidio logro hacerlo despegar la vista de la pantalla de la laptop. La puerta se abrió dejándolo oír unos pasos tenues y pronto se cerró, Nero ni siquiera levantó la vista para ver a la figura frente a él que tenía aquel gesto de desagrado, no necesitaba hacerlo porque ya sabía de quien se trataba. Y aquella mujer que llegaba a los pies de su cama no parecía ni remotamente arrepentida de sus acciones. —Aquí estoy tal y como me lo pidió, señor. Nero asintió, pero antes de que ella pudiera darse la vuelta y buscar cualquier excusa para irse, la increpó con rapidez. —Escucha atentamente, Grimory. Vas a quedarte en uno de los cuartos de invitados —le ordenó y la vio fruncir el ceño—. Nos acompañarás en el desayuno para que le expliques a Luz lo que hiciste y lo que correspondía tu papel. —¿Disculpe? —murmuró desconcertada—
El cielo nocturno estaba envuelto en sombras, solo era iluminado por la luz plateada de la luna llena que deslumbraba la sombría habitación en la que estaban. Un gruñido cortó el aire y un escalofrío recorrió la espalda de Luz mientras aquel hombre se acercaba a ella con una mirada depredadora.—No deberías estar aquí sola —advirtió haciéndola retroceder—. Tu lugar está al lado de tu alfa… luna. Porque si no, te pueden ocurrir cosas muy malas… Y Oliver tenía la completa razón, porque antes de que ella pudiera reaccionar a sus palabras, la sujetó con fuerza y sus colmillos fueron a clavarse en su cuello, arrancándole un grito desgarrador que el hombre cubrió rápidamente con su mano. El dolor la envolvía mientras sus músculos se tensaban y la conciencia se le desvanecía con la única imagen borrosa del hombre que caminaba con tranquilidad hacia la puerta y retiraba el seguro con una sonrisa despiadada. Pronto todo se volvió negro y una voz no paraba de resonar en su cabeza.“Despiert
Nero sintió que las lágrimas le subieron a los ojos y un nudo se apretó con fuerza en su garganta cuando se levantó empapado en sudor a media noche. El eco de los gritos de Luz resonaba en su mente noche tras noche desde hacía ya unas semanas. Se llevó una mano a la cara para taparse los ojos y respiró profundo, tratando de calmarse mientras guardaba silencio y viajaba a aquellos recuerdos que le hacían un nudo en el estómago. —Solo fue un mal sueño, Nero, no desesperes… —murmuró para sí mismo con un suspiro pesado. —¿Un mal sueño? ¿Estás intentando hacer una mala broma? Nero levantó su mirada en dirección a su amigo, que yacía en el umbral de la puerta de su habitación, cruzado de brazos y con una mirada de desaprobación. Pocas veces en la vida Fer lo había visto con aquella forma y Nero sabía que si estaba allí con su cara de pocos amigos se debía a Henry. —¿Qué haces aquí, Fer? —¿Qué que hago aquí? ¿Qué demonios crees que hago aquí? ¡Vine para hacerte entrar en razón, eso hago
—¿Qué crees que estás haciendo con eso en tus manos, Luz? —Soltó Nero con un tono de voz agresivo y Luz abrió los ojos asustada—. No tienes derecho a hurgar en mis cosas.Sus cejas se fruncieron en un intento de tratar de entender lo que decía el hombre que se había convertido en una bestia por un simple vestido, las manos le sudaban y miles de escenarios pasaban por su cabeza, pero ninguno lo creía posible, no con él.—¿Buscar entre tus cosas? Pero fuiste tú quien me dio permiso, idiota —dijo secamente, viendo cómo se ponía rojo de rabia.Las manos de Nero temblaban y no de nervios, estaba enfadado hasta ponerse colorado de rabia.—¡Aun así, no tienes derecho a tenerlo en tus manos!Nero se acercó a ella con un gesto dominante y agresivo, Luz dio un paso atrás, pero Nero lo que quería era ese vestido y sin dudarlo se lo arrancó de las manos con tanta agresividad que Luz se sorprendió.—¿Qué demonios te pasa? ¡Es solo un pedazo de tela vieja e inútil! ¡Un vestido sencillo de los días
Luz Ortiz estaba sentada en el borde de su enorme cama mirando esa jaula que medía el doble del tamaño de su antiguo apartamento. Tenía la mirada triste y perdida en aquella pared de color blanco puro, y solo podía sentir el dolor punzante que iba aumentando en su mejilla.—Maldito Nero… ¿Cómo pudo hacerme eso…? —sollozó.Sintió que su mejilla palpitaba y su corazón era el que le dolía.En todo el tiempo que había conocido al hombre, nunca lo había visto tan enojado por un viejo trozo de tela. Para ella, ese momento fue como si Nero y Raí se hubieran unido, revelando una parte de cada uno como si hubieran acordado intimidarla.Luz arrugó la cara y pensó que seguramente no había sido Raí quien le había sacado esos ojos rojos. Ella había entendido que eran de él, pero según le que dijo Nero, Raí era un espíritu dulce y justo, algo que no encajaba en el rompecabezas de aquella escena que tanto le molestaba."Imposible. Raí no es un idiota como Nero, lo conocí y el cachorro era demasiado
La chica cerró la puerta y se dio la vuelta para ver aquella casa vacía, desprovista de calor y con una nueva escena de traición a la confianza. Apoyó la espalda en la puerta que tenía detrás, dejó caer la cabeza y lloró hasta que sintió que todo el dolor la abandonaba. Todavía no se podía creer que Nero le hubiera hecho eso y que encima viniera con la cara bien lavada a pedir hablar con ella.Comprendió que darle eso no había sido la idea más sana que había tenido en su momento. Para empezar, nunca la había tenido. Pero la visión de aquella botella en sus manos junto con el deseo de vengarse, desató todo el infierno que estaba pasando. Se levantó del suelo cuando sintió aquel hormigueo en sus piernas. Pensó en ir a dormir y despejarse de todo, pero la preocupación de saber cómo se encontraba él no la dejaba. Solo podía dar vueltas por toda la casa y caminar sin cansancio. Finalmente camino hasta la puerta de su habitación, pego la frente contra la puerta y dejó escapar un susp