Unos ojos rojos se giraron a verla y entre los pliegues de los labios de aquel hombre había sangre... ¡Su sangre!De pronto un mareo comenzó a apoderarse de ella, Nero la tenía entre sus brazos, pero él no parecía ser Nero, ese era Raí.Una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre. No era una llena de maldad ni de ganas de hacerle daño, era una que reflejaba amabilidad y alegría, algo que ella no entendía porque ahora se sentía mal.Su cuerpo comenzaba a hervir como si tuviese la fiebre al tope, sentía que sus ojos se apretaban en sus cuencas causándole dolor de cabeza, sentía su cuerpo crujir lentamente mientras sus huesos iban amoldándose en alguna forma extraña, los mareos no cesaban en las continuas palabras de alguien dentro de su cabeza no querían parar.—¿Qué me está pasando? —le preguntó ella y Raí la acunó en sus brazos.Sabía que estaba preocupada y posiblemente asustada por aquel cambio tan repentino, pero aquellos intensos malestares solo duraban unos pocos minutos.—Tran
La luna dejo caer su brillo esplendoroso sobre Nero y Luz, ambos se veían con una intensidad que jamás habían sentido. Ella se veía preciosa, la luna hacia un juego perfecto con su pelaje. Raí buscaba la forma más sutil de salir y casi rogarle a Luz que lo dejará conocerla, pero parecía tan terminada y en realidad lo era. Por supuesto que lo amaba, era una cualidad que la hacía solamente suya, pero también en aquel momento era una preocupación y un estorbo. —¿Por qué dices eso? —le preguntó él enarcando una ceja—. El mundo no es tan malo como lo pintan muchos. Nuestro mundo es muy diferente al de los humanos comunes. Luz frunció los labios y le dirigió una mirada llena de reproche.—¿Aún odias a los humanos...? —No... Claro que no, preciosa, ¡Ya no soy igual al hombre de antes, el imbécil que conociste de desapareció y solo quedé yo! —soltó Nero intentando acercarse a ella con aquel gesto de arrepentimiento. Y si se arrepentía de haber sido un idiota con ella, de su odio hacia
—Intervengan al paciente inmediatamente, estoy en asuntos importantes que no puedo dejar. Tan pronto como los termines, saldré hacia allá. La voz de la mujer le erizó la piel a Luz. Escucharla después de lo que le había pasado solo le agitaba el corazón. Miles de preguntas venían a su cabeza mientras Nero sujetaba fuerte su mano y abría aquella puerta para dejar ver a Olivia. —Buenos… días —saludo la mujer colgando el teléfono—. Me pidieron venir aquí por una emergencia, pero nunca pensé que fuera con ustedes. Es decir, los veo bastante bien… —¡Y lo estamos, doctora! —la interrumpió Nero con voz fuerte y demandante mientras se acercaba con Luz en dirección a la mujer que pasaba saliva nerviosa—. La verdadera pregunta aquí es: ¿por qué nos envió con esas mujeres? Olivia dio un paso atrás nerviosa. —No se de lo que estás hablando… —Si lo sabes —afirmó Nero, pero Olivia siguió negando—, en todo caso no vine a molestarte ni a hacerte perder el tiempo o yo el mío, lo que quiero es mu
En la habitación solo se escuchaban dos respiraciones agitadas: la de Olivia y la de Luz. Y mientras ellas pensaban escenarios catastróficos que pidieron haber pasado, Raí suponía razones para las intenciones de aquel hombre. —Es tu... ¿tu...? —tartamudeó Luz dejando escapar aire de sus pulmones y tratando a toda costa de mantener la paz en su interior—. ¿Tú sabías que todo esto sucedería? Los ojos de Olivia se giraron en dirección a la pareja que la veía muy atentamente y un segundo después negaba. —¿Qué quieren entonces de mi? —inquirió Luz ya desesperada.—La pregunta no es lo que quiero yo —respondió la doctora alborotando sus cabellos con un revolcón de sus manos que luego fue a dar a su rostro—. La verdadera pregunta es: ¿Qué es lo que quiere mi hermano de ti? La doctora podía escuchar cada latido desesperado que venía de aquel hombre. aparentemente ya no era Raí, Nero parecía haber tomado su lugar y lucía seriamente preocupado.Y sin aguantarse más hizo aquella pregunta:—¿
Nero había conocido a Olivia cuando ni siquiera sabía limpiarse los mocos ella sola. Siempre estaba pegada a Oliver como una sanguijuela, curiosa de todo lo que hacía y de las cosas que aquel chiquillo siempre descubría.Con el tiempo fue desarrollando ese amor por lo prohibido por ciertos objetos y materiales, así como su amor por el actual heredero a ser líder.Sin embargo para ella eso no se terminó en una fantasía o un capricho de una chiquilla que recién se enamoraba, en su lugar fue creciendo a medida que pasaban los años y solo aumento hasta que una noche todo el pueblo se enteró de quien sería la luna de sangre de hierro.—¡Esa noche fue la última vez que la vi, te lo juro, Luz! —murmuró Nero tomándole la mano con fuerza mientras ella veía perdida algún libro de la biblioteca y suspiraba cansada—. Ni siquiera tenía idea de que albergaba algún sentimiento hacia mí. Incluso pensé que me odiaba después de lo de lo sucedido…Luz asintió.—Escucha, voy a tomar un poco de aire. ¿De
El viaje fue tortuoso y en un completo silencio incomodo entre los dos. Cada cierto tiempo Nero abría la boca para decir algo, pero cavaba cerrándola y se concentraba en la carretera. Luz por otro lado se mantenía con la vista fija en aquellos árboles que no paraban de pasar con rapidez, hasta que una figura entre ellos llamo su atención.Una pequeña loba blanca corría entre los árboles con gran libertad, su pelaje era peinado por el viento y cuando sus ojos esmeralda conectaron con los de Luz, ella sintió un aleteo en su pecho.—Amelia… —susurró Luz con el palpitar del corazón acelerado violentamente, pegando las manos a la ventana del auto.Nero la volteó a ver sorprendido y estaciono el auto a un costado de la carretera. Luz bajo rápidamente y ojeo con avidez el lugar hasta que localizo a aquella loba que la veía con atención desde la sombra de los árboles.Su corazón latía salvajemente y una ansiedad por correr a su lado se hizo cada vez más acentuada hasta que Nero se pegó a su e
Marciel avanzó por un sendero que se alejaba lentamente del pueblo. Nero podía sentir como los olores de las personas en sus casas se dispersaban a medida que se alejaban y eso realmente no le impresionó mucho. Si al hombre que buscaban le gustaba la paz eso era lo más normal del mundo, pero lo que se llevó por sorpresa fue ese grito de horror que salió de los labios de Luz.Un hombre sujetó a Luz con fuerza mientras la hoja reluciente de una navaja de afeitar brillaba en su cuello.—¡Vete, desterrado, no eres bienvenido aquí! —el hombre dictó con odio y muchos otros detrás lo apoyaron.—No le hagas daño… —pidió Nero ignorando su advertencia, levantando las manos y dando un paso atrás, viendo la mirada asustada de Luz—. Ella no tiene la culpa de mis acciones ni de mi pasado… por favor, libérenla.El hombre alternaba su mirada entre Luz y Nero. No confiaba en ninguno de ellos. Sin embargo, era cierto que esa mujer no tenía la culpa de los errores que había cometido.—Si la dejo ir
Marciel podía traicionar a quien fuera, pero jamás a Zacarías, nunca al hombre que lo ayudo en aquellos momentos donde hasta dormir se le hacía insoportable.Sin embargo, saber que Zacarías si había podido mentirle con respecto a su estadía en el pueblo y aquel viaje falso que se inventó, le dolía profundamente.—¿Por qué mintió con respecto a su estadía, señor? ¿Tan poco confía en mí…? —murmuró Marciel evitando que su voz sonara rasgada.Zacarías se le quedó viendo con cierta tristeza, viendo que en los ojos de Marciel destellaba un pequeño brillo de resentimiento. Realmente no le había mentido, si estaba camino a su viaje cuando Olivia lo llamo, indicándole que Nero y Luz irían a verlo, por eso se había dado media vuelta y regresado al pueblo, pero nada más llegar escucho gritos de todos y una aura algo perturbadora que emergía de las lejanías del pueblo.—No mentí, Marciel, efectivamente salí del pueblo.—¿De paseo por los alrededores? —intervino Luz sin poder evitarlo.Zacarías fr