Nero sintió como un yunque le aplastaba la cabeza y miles de cuchillos le atravesaban el corazón. Luz no despertó y Henry no contestó su celular. Llamar a Ofelia ni siquiera era pensable porque la señora no tenía celular.Prácticamente iba de una angustia a otra y no parecía que el universo quisiera ponerlo a descansar.—Por favor, niña, no te vayas de mi lado—murmuró, viéndola palidecer.Furioso, arrojó el celular en la parte trasera del auto y condujo rápidamente al primer hospital donde pudieran ser atendidos y que apareciera en el camino. Unos minutos después, finalmente logró ver una clínica al costado de la carretera, giró el volante de un tajo y detuvo el auto frente a la entrada del hospital sin importarle estacionarlo.Tomó a Luz en sus brazos sintiendo ese líquido tibio correr entre sus manos y quedarse en su abdomen, manchando su camisa, mientras trataba de contener las lágrimas dentro de él.Apareció una doctora con varias enfermeras y al ver la cantidad de sangre derramad
Cinco minutos Henry veía la pantalla de su teléfono con preocupación mientras conducían en dirección a aquel hospital.El completo silencio no les conducía a nada más que angustia. Desde hace rato llevaban viendo cada uno en una dirección diferentes y sin pronunciar ni una sola palabra.Henry no despegaba la vista del camino y del GPS mientras seguía la dirección a que al hospital. Y Ofelia no paraba de mirar los árboles y el paisaje pasa rápidamente por el espacio de su ventana.Ambos se sentían preocupados pero más que preocupado se sentían culpables. Ellos habían sido quienes los enviaron a ese bosque con el único fin egoísta de que se reconciliaran y habían acabado heridos.Unos minutos después el GPS se logró romper el silencio entre ambos y marcó el aviso de que estaban cerca de su destino.Algo que le robó el aliento a la señora que se llevó una mano al pecho y luego dijo:—¿Cómo crees que esté ella? —sus ojos estaban húmedos y la voz le salió entrecortada—. Se supone que tenía
La voz de Nero se quebraba por segundos en lo que le contaba a Henry lo que había sucedido en aquel instante. El corazón en su pecho no dejaba de presionar y latir con fuerza como si quisiera salir corriendo. —Amigo... Nero... No fue culpa tuya, lo sabes... ¿no? —intentó decir Henry mientras palmeaba su hombro—. Ninguno tenía planificado que eso sucedería o que ese hombre aparecería y no sabemos que es lo que quiere. La respiración de Nero se cortó por un segundo antes de responder. —... yo se lo que quiere. Henry lo miró con una expresión de desconcierto. No entendía muy bien como es que él se daba una idea de lo que una persona así podría querer, pero como aquel hombre había sido parte de su pasado. Lo mejor sería que escucharlo. —¿Podemos ayudar en algo? Nero se volteó a verlo lentamente con la respiración entrecortada y nervioso. —¿Pueden cuidar de la mansión y de... de Luz? Henry achicó los ojos y respiró con pesadez. —¿Qué vas a hacer amigo? No te aventures en algo des
Para más del medio día Nero ya estaba de vuelta en el hospital con lo que había comprado más algo rico de comer. Era muy probable de que ninguno hubiera comido aún nada y Henry no había podido acompañarlo porque debía de cuidar de Luz mientras él no estaba, por otro lado Ofelia no quería separarse de ella, así que le resultaba difícil que alguien lo acompañará. Caminó por el pasillo con dificultad y con ayuda de su trasero abrió la puerta de entrada para encontrarse con el rostro sonriente de Luz. Una sonrisa de dibujó en sus labios y de pronto sintió que el corazón se le calentó. —Estás... despierta... —murmuró con la voz entrecortada, pasando saliva.Estaba nervioso, feliz de verla, pero algo de la culpa de Raí estaba comiéndose su corazón lentamente. Ella le devolvió la sonrisa y bajo la mirada hacia sus manos mientras jugueteaba con sus dedos y sus mejillas se encendían. Apretó los labios nerviosa lista para responderle. —Saldremos un momento para que compartan a solas —inf
Olivia era una mujer fuerte y decidida como su padre: el alfa de una manada antigua. Y valiente como su madre: una humana que vivía en Brooklyn. A sus 22 años decidió que su vida en la manada había llegado a su fin. No era lobo como su hermano y padre ni humana como su madre, y eso era algo que la hacía sentir fuera de foco. Las personas del pueblo la veían mal e incluso la maltrataban, sin importar cuántas vidas salvará, jamás era suficiente. Así que un día, cuando ya no soporto más tortura y la única solución de su padre fue encerrarla porque castigar a su pueblo por maltratar a su propia hija no era bien visto para él; huyó de la cueva donde la tenían encerrada y se dedicó a estudiar medicina para hoy en día ser una gran doctora. —Les recomiendo que la lleven a las montañas. Solo allí salvarán a esa niña. Si no la llevan, morirá. Todos voltearon a verla con interés pero nadie dijo nada. Solo se mantuvieron en silencio, observándola. ¿Había dicho algo sobre un sitio que solo los
El auto se detuvo justo frente a aquella mujer que esperaba pacientemente la llegada del alfa. La curiosidad por saber que hacía un desterrado en sus tierras era mucho más grande que la historia que arrastraba su lobo. Cuando Nero se bajó del auto y se paró frente a ella con esa figura imponente a la mujer le temblaron las piernas. El hombre frente a ella tenía un pasado oscuro, motivo por el cual su ex mejor amigo tomo decisiones equivocadas. —Vaya, que sorpresa, ¿qué te trae por aquí, alfa? —preguntó la mujer firme con un roble y sin ninguna expresión en el rostro. Nero se lo pensó un instante antes de responder hasta que finalmente se lo dijo. —Vine para que ayudes a mi mujer. Está grave y todo es a causa de ese alfa tuyo... —¿Mío? No quiero recordarle que yo no soy de su manada, desterrado —replicó la mujer con odio—, déjeme recordarle que usted vino a mis tierras, no yo a las suyas. Él pasó un trago de saliva y agachó la cabeza, momento en el cual la mujer lo vio con impres
Luz arrugó el rostro cuando escucho a la mujer decir aquello. Tenía muchas preguntas por hacer desde que se vio en aquel hospital con ese hoyo en el estómago, recuerdos que no eran suyos venían a su mente y entre ellos estaba ella… una mujer de cabello blanco y piel igual de pálida que traía consigo unos ojos amarillos.¿Quién era ella? ¿La conocía? Por supuesto que la conocía, lo sabía, porque muy en el fondo alguien le respondía aquella pregunta.—¿De qué deberes estás hablando? —preguntó ella con aquel sentimiento rondando su corazón.Nero se tensó ante la pregunta de Luz, esperaba que aquello pudiera explicárselo a su debido tiempo y claramente ese tiempo no era ahora.—¡Ningún deber… tú no tienes ninguno, no eres una luna! —se apresuró a decir él y miró con resentimiento a la mujer que sonreía con malicia—. ¿Podemos avanzar? Eso son cosas de lobos y ella no es un lobo… es un humano… —dijo mirándola fijamente con aquel brillo rojizo emergiendo sutilmente en una alerta de peligro q
Corrió como si su vida dependiera de eso a la puerta de la cabaña y tocó con fuerza tantas veces le fueran necesarias, pero nadie salió de allí para atenderlo ni la puerta se abría. Solo podía escuchar los lamentos y las súplicas de Luz para que se detuviera aquel dolor estremecedor. Nero sentía que su corazón se partía a la mitad, jamás la había escuchado llorar ni siquiera gritar de dolor como lo estaba haciendo y esa no era la peor parte, lo peor era que en su interior, Raí lo rasguñaba sin parar y él tenía que lidiar con ambas emociones. Finalmente las lágrimas acabaron resbalando por sus mejillas y cayó de rodillas al suelo pidiéndole al cielo que aquel sufrimiento acabara. Estaba sufriendo más él que Luz o eso pensaba. Poco después, los gritos cesaron y las puertas se abrieron. La primera en salir fue Ofelia; tenía el rostro pálido y una mirada amarga que se posó por segundos en Nero, y luego se fue con Henry. Ofelia tomo del brazo al hombre y lo arrastro hasta de vuel