Eileen decide ignorar el mensaje. Sí, piensa en que investigará quién estás detrás de esas amenazas, o, mejor dicho, que comprobará quién es, pero no se dejará amedrentar. Ella, a pesar de que Joseph la está tratando de la peor manera por sus estúpidas inseguridades y por ser un incrédulo sin remedio, no dará el brazo a torcer, así como así.Joseph ya le había dejado claro que no le daría el divorcio y ella, ahora más que nunca, no pensaba pedírselo. No importaba lo que tuviera que soportar, no les daría el gusto a sus enemigos de hacer lo que ellos querían.«¿Es eso o es que acaso amas a Joseph?», la interrogó la voz de su consciencia. No obstante, hizo hasta lo impensable por acallarla.En el momento en el que su mente divagaba por múltiples posibilidades y respuestas a todo lo que estaba aconteciendo en su vida en ese último tiempo, la vocecilla de Malena la sacó de sus cavilaciones.—¡Mamá! —gritó la pequeña, que, en cuanto la vio, salió corriendo a sus brazos.—Mi niña —la saludó
Eileen se siente entre la espada y la pared. Cualquiera sea la decisión que tome sabe que la llevará al abismo. Si decide divorciarse de Joseph, a como dé lugar, este se opondrá con todas sus fuerzas, como ya le había demostrado anteriormente, y, aunque lograra convencerlo, le haría la vida imposible a ella y a sus tres hijos. Por este mismo motivo, considera que lo mejor, a pesar de que Joseph se está comportando como un patán con ella, es continuar casada con él. De esa manera, al menos, tiene ese amparo. Porque ella está más que segura de que los hijos que espera son de él. Sí, Joseph no lo cree, pero, tarde o temprano, logrará demostrarle que está completamente equivocado. Por el momento, lo único que a Eileen le interesa es mantener el estatus por su hija, para que dejen de hacerle bullying en el colegio y para no tener que cambiarla de establecimiento educativo, así como también mantener su custodia. Por este mismo motivo, sin saber quién está al otro lado de la línea, escribe
A la mañana siguiente, Eileen se levantó sumamente temprano. Tenía la segunda audiencia por la tenencia de Malena y tenía que estar completamente lúcida, por muy cansada que se sintiera, para defenderse ante el juez.No podía permitir, bajo ningún concepto, que el maldito de su exesposo le quitara lo único y más preciado que se había atrevido a darle durante sus años de matrimonio.Sentía que todo su cuerpo se había vuelto de gelatina, a penas si se podía mantener en pie. Pero tenía que hacer todo lo que estuviera en sus manos para mantener la custodia de su hija. Luego iría al médico, dado que, por su previa experiencia, aquel sentimiento era poco común durante el embarazo.Cuando terminó de acicalarse, bajó las escaleras y, directamente, se encaminó hacia la puerta. Sin embargo, Mary la detuvo.—Señora Anderson, el desayuno está en la mesa.—Gracias, Mary, pero no tengo apetito. Comeré algo cuando regrese —aseguró.—Por favor, hágalo. Por su bien y el de los bebés —le pidió.—No te
Mientras Eileen se encontraba en la audiencia, Joseph no paraba de darle vueltas a aquel asunto. Según sus abogados, quienes habían investigado todo con detenimiento antes de presentarse a defender a su esposa, Charles estaba detrás de todo aquello. Sin embargo, algo dentro suyo le hacía creer que no era del todo así. No era que no pensara que el exmarido de su esposa estuviera urdiendo un plan en su contra, sin embargo, había muchas cosas que le hacían pensar que podía haber más de una persona involucrada.Cuando Eileen llegó a la mansión, dos horas después de haber salido hacia el juzgado, lo hizo con un rostro melancólico. Joseph no entendía que pasaba, qué era lo que le preocupaba tanto.La mujer se dirigió a la cocina, en busca de un bocadillo, y él la siguió sin más. Si bien estaba dolido por todo lo sucedido, quería saber qué diablos había pasado durante la audiencia.—¿Qué sucede? ¿Por qué tras esa cara tan larga?—Y a ti qué te importa —respondió la mujer mientras se preparab
Eileen no supo en qué momento se había quedado dormida, cuando oyó la voz característica de Malena, quien la zarandeaba intentando despertarla.—¡Mamá! ¡Mamá! —repetía una y otra vez la pequeña.—Hola, mi niña —dijo Eileen con voz somnolienta—. Perdona, no sé en qué momento me he quedado dormida.—Estás demasiado cansada, mami. Y eso que ya no estás trabajando. ¿Estás enferma? —la interrogó la chiquilla.Eileen, a pesar de conocer a su hija y la capacidad deductiva de esta, se sorprendió de que se diera cuenta de su estado de cansancio prolongado, el cual no solo estaba dado por las malditas audiencias y la preocupación que le producía Charles en los últimos días, sino también al embarazo.—No te preocupes, cariño. Mamá está bien, solo un poco cansada. Pero nada de lo que preocuparse —la tranquilizó mientras le acariciaba el cabello.Cuando tomó su móvil vio que tenía un mensaje de texto de un número desconocido, por lo que no le dio importancia, ni siquiera lo leyó, y enfocó su mirada
Eileen se dio la vuelta en la cama y abrió los ojos lentamente. Le dolía la cabeza y los párpados le resultaban pesados.Frunció el ceño al verse en la habitación principal y no en el dormitorio que solía ocupar cada noche, a tan solo unas puertas del despacho de Joseph.Sorprendida, se incorporó en la cama y miró hacia su derecha, donde se encontró con que Joseph estaba sentado en una butaca junto a ella.—Por fin despiertas —dijo el hombre, que se notaba que no había dormido en toda la noche, mientras se ponía de pie y se acercaba a ella.Automáticamente, Eileen se alejó de él. Tras lo pasado la noche anterior, sentía miedo de que le diera una paliza. Si bien había sido una simple cachetada, por su experiencia con Charles, una simple cachetada era el inicio de algo mucho más grande.—¿Qué sucede? —preguntó el hombre, preocupado—. ¿Estás bien?Eileen se llevó una mano a la cabeza, la cual le punzaba como si le estuvieran clavando un picahielos en el cráneo.—¿Ahora te preocupas por m
Joseph sonrió, un tanto incómodo con la situación, y llamó la atención de Malena.—Ven, Male, siéntate a desayunar y deja que tu madre también lo haga.—Pero, papi, dijiste que mamá tenía algo que contarme. ¿Es cierto, mami? —preguntó en dirección a Eileen.—Así es, cariño. —Asintió y sonrió tanto o más incómoda que Joseph.La niña sonrió y asintió, antes de tomar asiento nuevamente en su lugar y comenzar a comer con ansias.En verdad, Eileen no tenía nada de apetito, realmente, se sentía tan eufórica como incrédula de todo lo que había pasado, que tenía el estómago completamente cerrado. Aun así, decidió comer algo. Después de todo, en el estado en el que se encontraba no podía permitirse no ingerir ni el más mínimo alimento.Cuando los tres terminaron con el desayuno, la niña, que no había parado de hablar en todo momento, haciendo reír a Joseph y a Eileen, se detuvo de pronto, los miró alternadamente a ambos y preguntó:—¿No me dirán nada?Eileen suspiró. Había intentado extender a
Joseph miró el monitor de su computador y suspiró cansado. Durante la última semana se la había pasado trabajando, buscando dónde estaba la maldita fisura de la empresa. Había un hueco y ni él ni sus administradores podían descubrir dónde estaba aquella fuga.Inspiró profundo y se llevó las manos a la cabeza y se revolvió el cabello.Para colmo de males, su madre aún se encontraba hospitalizada y, cada vez que iba a visitarla, no hacía más que hablar pestes de su nuera, alabando a la maldita Patsy que se la pasaba día y noche, turnándose con sus hermanas, Beatrice y Stella, para cuidarla.No le gustaba para nada la idea, pero sentía que, si no lograba que Eileen fuera a verla, le haría la vida a imposible. Ya demasiado tenía con soportar sus propios pensamientos sobre su esposa como para que su madre introdujera más ideas y sospechas en su mente.Suspiró, apagó el ordenador, tomó la chaqueta de su traje, que había colgado de la silla y salió de la oficina.Tenía que hablar con Eileen