Eileen se sentía desfallecer. A pesar de conocer a Charles, por un momento había creído que sus amenazas eran infundadas. Sin embargo, no habían pasado ni dos días de que habían regresado a la ciudad y el abogado de él ya le había enviado una citación al juzgado de menores.Eso quería decir que no importaba si ella se divorciaba o no de Joseph Anderson, lo que le importaba a Charles Mortensen era hacerle la vida imposible a como diera lugar.Luego de deshacerse del abrazo de Mary, subió las escaleras hasta el dormitorio de los invitados. No quería saber nada con Joseph. Todo aquello, aunque no fuera su culpa directa, tenía algo que ver con él.Se arrepentía de haber dado aquel manotazo de ahogado que le había ayudado a salir de la mismísima quiebra, pero que, poco a poco, la estaba hundiendo en la miseria.Cuando llegó al cuarto de invitados, el cual se encontraba cerca del despacho de Joseph, este salió de su oficina y la miró de arriba abajo con desdén, antes de continuar con su cam
La primera audiencia terminó en la absoluta nada. Realmente, Eileen sentía que había sido una total y completa pérdida de tiempo.Lo único que había logrado el abogado que la representaba era que el juez hiciera una nueva citación para que Eileen pudiese presentar sus propias pruebas de que Charles era quien había abandonado a la familia y que él había sido el promiscuo que había enviado al garete todo lo que habían construido durante diez años.Cuando salió del juzgado, Eileen se despidió del abogado y paró un taxi. Rápidamente, se montó en él y le indicó la dirección de Anderson Inc.En cuanto llegó a la empresa, le pagó al taxista y se apeó del coche a toda velocidad. No se sentía del todo bien, pero creía que el hecho de volver a la rutina la haría recuperarse un poco. Al menos, alejaría la angustia y la incertidumbre en la que, repentinamente, se había visto sumergida por culpa de Charles y Joseph.Una vez que se encontró en el interior del edificio, todos la saludaron con efusiv
Cuando Eileen se marchó hecha una furia, Joseph se quedó de pie mirando la puerta por la que había desaparecido. Rápidamente, salió de su despacho y se acercó a la oficina de su nueva secretaria, quien observaba la escena con expectación. —No le hagas caso —le dijo con un tono frío—. Está con las hormonas demasiado revueltas. Ya sabes…, mujeres. La muchacha alzó la vista y lo miró con las cejas arqueadas. Ladeó la cabeza y le dedicó una media sonrisa, antes de ponerse de pie y acercarse a él. Posó una mano sobre el pecho de Joseph y comenzó a recorrer su cuerpo, contoneándose. —¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Joseph con el ceño fruncido. —Déjame que te quite el estrés —pidió, sin dejar de acariciarlo. Joseph comenzó a encenderse, aquella muchacha era de lo más atractiva, sin embargo, a pesar de las dudas que tenía acerca de su esposa, era incapaz de serle infiel, mucho menos, entre las paredes de la empresa. Con lentitud, pero con firmeza, tomó las manos de April y la a
Tras recibir la llamada de Malena, Joseph salió corriendo hacia el colegio. Tenía que hablar con sus abogados, pero antes haría aquella parada rápida. No podía dejar a la pequeña a la deriva.Hizo una llamada rápida a sus abogados y les pidió que retrasaran la reunión por unas dos horas, a lo cual accedieron sin rechistar. Después de todo, todos conocían a Joseph Anderson, y sabían que sus palabras más que pedidos eran órdenes.Malena le había comunicado que estaba siendo acosada por un grupo de niños del colegio y que le estaban haciendo la vida imposible por ser su hijastra.Joseph no lo dudó un momento y se encaminó hacia el edificio de la escuela. Se sentía preocupado y angustiado por el bienestar de aquella chiquilla que, no sabía muy bien cómo, se había ganado su corazón.Sin que ella se diera cuenta, tomó el asunto por sus propias manos y no solo confrontó a los acosadores, mientras Malena se encontraba en clases, sino que también habló con la directora.—Necesito que llame ya
Eileen decide ignorar el mensaje. Sí, piensa en que investigará quién estás detrás de esas amenazas, o, mejor dicho, que comprobará quién es, pero no se dejará amedrentar. Ella, a pesar de que Joseph la está tratando de la peor manera por sus estúpidas inseguridades y por ser un incrédulo sin remedio, no dará el brazo a torcer, así como así.Joseph ya le había dejado claro que no le daría el divorcio y ella, ahora más que nunca, no pensaba pedírselo. No importaba lo que tuviera que soportar, no les daría el gusto a sus enemigos de hacer lo que ellos querían.«¿Es eso o es que acaso amas a Joseph?», la interrogó la voz de su consciencia. No obstante, hizo hasta lo impensable por acallarla.En el momento en el que su mente divagaba por múltiples posibilidades y respuestas a todo lo que estaba aconteciendo en su vida en ese último tiempo, la vocecilla de Malena la sacó de sus cavilaciones.—¡Mamá! —gritó la pequeña, que, en cuanto la vio, salió corriendo a sus brazos.—Mi niña —la saludó
Eileen se siente entre la espada y la pared. Cualquiera sea la decisión que tome sabe que la llevará al abismo. Si decide divorciarse de Joseph, a como dé lugar, este se opondrá con todas sus fuerzas, como ya le había demostrado anteriormente, y, aunque lograra convencerlo, le haría la vida imposible a ella y a sus tres hijos. Por este mismo motivo, considera que lo mejor, a pesar de que Joseph se está comportando como un patán con ella, es continuar casada con él. De esa manera, al menos, tiene ese amparo. Porque ella está más que segura de que los hijos que espera son de él. Sí, Joseph no lo cree, pero, tarde o temprano, logrará demostrarle que está completamente equivocado. Por el momento, lo único que a Eileen le interesa es mantener el estatus por su hija, para que dejen de hacerle bullying en el colegio y para no tener que cambiarla de establecimiento educativo, así como también mantener su custodia. Por este mismo motivo, sin saber quién está al otro lado de la línea, escribe
A la mañana siguiente, Eileen se levantó sumamente temprano. Tenía la segunda audiencia por la tenencia de Malena y tenía que estar completamente lúcida, por muy cansada que se sintiera, para defenderse ante el juez.No podía permitir, bajo ningún concepto, que el maldito de su exesposo le quitara lo único y más preciado que se había atrevido a darle durante sus años de matrimonio.Sentía que todo su cuerpo se había vuelto de gelatina, a penas si se podía mantener en pie. Pero tenía que hacer todo lo que estuviera en sus manos para mantener la custodia de su hija. Luego iría al médico, dado que, por su previa experiencia, aquel sentimiento era poco común durante el embarazo.Cuando terminó de acicalarse, bajó las escaleras y, directamente, se encaminó hacia la puerta. Sin embargo, Mary la detuvo.—Señora Anderson, el desayuno está en la mesa.—Gracias, Mary, pero no tengo apetito. Comeré algo cuando regrese —aseguró.—Por favor, hágalo. Por su bien y el de los bebés —le pidió.—No te
Mientras Eileen se encontraba en la audiencia, Joseph no paraba de darle vueltas a aquel asunto. Según sus abogados, quienes habían investigado todo con detenimiento antes de presentarse a defender a su esposa, Charles estaba detrás de todo aquello. Sin embargo, algo dentro suyo le hacía creer que no era del todo así. No era que no pensara que el exmarido de su esposa estuviera urdiendo un plan en su contra, sin embargo, había muchas cosas que le hacían pensar que podía haber más de una persona involucrada.Cuando Eileen llegó a la mansión, dos horas después de haber salido hacia el juzgado, lo hizo con un rostro melancólico. Joseph no entendía que pasaba, qué era lo que le preocupaba tanto.La mujer se dirigió a la cocina, en busca de un bocadillo, y él la siguió sin más. Si bien estaba dolido por todo lo sucedido, quería saber qué diablos había pasado durante la audiencia.—¿Qué sucede? ¿Por qué tras esa cara tan larga?—Y a ti qué te importa —respondió la mujer mientras se preparab