Eileen se humedeció los labios. Se sentía realmente ofendida por lo que Joseph estaba interpretando. ¿Es que acaso no era un hombre inteligente? ¿O había dejado su inteligencia y su capacidad de razonar en Sentosa? —Por supuesto que no —se rehusó. Joseph alzó las cejas, contrariado. ¿Qué diablos se pensaba esa mujer? ¿Cómo se atrevía a oponerse a lo que él consideraba una orden más que una petición? —¿Cómo que no? —preguntó mientras la fulminaba con la mirada. —No pienso arriesgar la vida de mis hijos por tus estúpidas inseguridades —respondió Eileen, enfrentándolo. —¿Estúpidas inseguridades? —preguntó con las cejas arqueadas—. ¿Le llamas estúpidas inseguridades a que me hayas drogado y te hayas ido a encontrar con tu exesposo mientras yo estaba en la clínica? —Su voz era completamente helada. —Joseph, yo no hice eso. No sé cómo hacer para que lo entiendas —repuso con el ceño fruncido. —No lo sé y como no tengo pruebas, el beneficio de la duda, al menos en mi caso, recae en que
Joseph salió de la consulta con el papel en la mano y Eileen lo siguió con el alma en un puño. No sabía por qué sentía tanto miedo cuando tenía la certeza de estar diciendo la verdad. Sin embargo, la cara del médico había hecho que el pánico la invadiera de pies a cabeza.Sin decir ni una sola palabra, Joseph se montó en el coche y Eileen lo imitó. El mutismo de su esposo le helaba la sangre. Quería saber de una vez por todas lo que decía aquel maldito papel, aunque ella ya supiera cuál era la verdad.—Joseph… —comenzó a decir, pero él alzó la mano y la detuvo.—Lo leeremos juntos, pero no aquí —le aclaró.Luego de manejar por unos cuantos minutos, que a Eileen se le antojaron eternos, Joseph se detuvo en el mismo café en el que tres meses atrás había firmado el contrato que los había llevado a contraer matrimonio.Joseph se apeó del vehículo y Eileen, una vez más, lo siguió. Su esposo tomó asiento en el mismo sitio que la vez anterior y esperó que ella lo imitara. Tras pedir un café
Cuando llegaron a la mansión, Eileen se encaminó al cuarto de Malena, quien en ese momento se encontraba en el colegio y se dejó caer en la cama de su pequeña. Se sentía sumamente dolida por lo que había sucedido. No era posible que el ADN diera coincidencia con Charles, cuando ella no había tenido más contacto con él que el hecho de dejarle en claro que no quería saber más nada con él. «Te haré la vida imposible». Las palabras de Charles resonaron en su cabeza. Aquello despertó de nuevo la idea que tenía en mente, pero… Suspiró. No tenía ni la más mínima prueba. ¿Cómo diablos podría dar con aquella respuesta? No tenía pruebas, pero prácticamente tampoco tenía dudas. En todo aquello había algo raro y ella tenía que dar con la respuesta. Cuando sintió que ya había llorado demasiado, se incorporó en la cama y miró todo a su alrededor. Su hija lo tenía todo y, si no lograba dar con la respuesta, si no lograba llegar a un mínimo acuerdo con Joseph, su pequeña perdería todo aquello,
Eileen se sentía desfallecer. A pesar de conocer a Charles, por un momento había creído que sus amenazas eran infundadas. Sin embargo, no habían pasado ni dos días de que habían regresado a la ciudad y el abogado de él ya le había enviado una citación al juzgado de menores.Eso quería decir que no importaba si ella se divorciaba o no de Joseph Anderson, lo que le importaba a Charles Mortensen era hacerle la vida imposible a como diera lugar.Luego de deshacerse del abrazo de Mary, subió las escaleras hasta el dormitorio de los invitados. No quería saber nada con Joseph. Todo aquello, aunque no fuera su culpa directa, tenía algo que ver con él.Se arrepentía de haber dado aquel manotazo de ahogado que le había ayudado a salir de la mismísima quiebra, pero que, poco a poco, la estaba hundiendo en la miseria.Cuando llegó al cuarto de invitados, el cual se encontraba cerca del despacho de Joseph, este salió de su oficina y la miró de arriba abajo con desdén, antes de continuar con su cam
La primera audiencia terminó en la absoluta nada. Realmente, Eileen sentía que había sido una total y completa pérdida de tiempo.Lo único que había logrado el abogado que la representaba era que el juez hiciera una nueva citación para que Eileen pudiese presentar sus propias pruebas de que Charles era quien había abandonado a la familia y que él había sido el promiscuo que había enviado al garete todo lo que habían construido durante diez años.Cuando salió del juzgado, Eileen se despidió del abogado y paró un taxi. Rápidamente, se montó en él y le indicó la dirección de Anderson Inc.En cuanto llegó a la empresa, le pagó al taxista y se apeó del coche a toda velocidad. No se sentía del todo bien, pero creía que el hecho de volver a la rutina la haría recuperarse un poco. Al menos, alejaría la angustia y la incertidumbre en la que, repentinamente, se había visto sumergida por culpa de Charles y Joseph.Una vez que se encontró en el interior del edificio, todos la saludaron con efusiv
Cuando Eileen se marchó hecha una furia, Joseph se quedó de pie mirando la puerta por la que había desaparecido. Rápidamente, salió de su despacho y se acercó a la oficina de su nueva secretaria, quien observaba la escena con expectación. —No le hagas caso —le dijo con un tono frío—. Está con las hormonas demasiado revueltas. Ya sabes…, mujeres. La muchacha alzó la vista y lo miró con las cejas arqueadas. Ladeó la cabeza y le dedicó una media sonrisa, antes de ponerse de pie y acercarse a él. Posó una mano sobre el pecho de Joseph y comenzó a recorrer su cuerpo, contoneándose. —¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Joseph con el ceño fruncido. —Déjame que te quite el estrés —pidió, sin dejar de acariciarlo. Joseph comenzó a encenderse, aquella muchacha era de lo más atractiva, sin embargo, a pesar de las dudas que tenía acerca de su esposa, era incapaz de serle infiel, mucho menos, entre las paredes de la empresa. Con lentitud, pero con firmeza, tomó las manos de April y la a
Tras recibir la llamada de Malena, Joseph salió corriendo hacia el colegio. Tenía que hablar con sus abogados, pero antes haría aquella parada rápida. No podía dejar a la pequeña a la deriva.Hizo una llamada rápida a sus abogados y les pidió que retrasaran la reunión por unas dos horas, a lo cual accedieron sin rechistar. Después de todo, todos conocían a Joseph Anderson, y sabían que sus palabras más que pedidos eran órdenes.Malena le había comunicado que estaba siendo acosada por un grupo de niños del colegio y que le estaban haciendo la vida imposible por ser su hijastra.Joseph no lo dudó un momento y se encaminó hacia el edificio de la escuela. Se sentía preocupado y angustiado por el bienestar de aquella chiquilla que, no sabía muy bien cómo, se había ganado su corazón.Sin que ella se diera cuenta, tomó el asunto por sus propias manos y no solo confrontó a los acosadores, mientras Malena se encontraba en clases, sino que también habló con la directora.—Necesito que llame ya
Eileen decide ignorar el mensaje. Sí, piensa en que investigará quién estás detrás de esas amenazas, o, mejor dicho, que comprobará quién es, pero no se dejará amedrentar. Ella, a pesar de que Joseph la está tratando de la peor manera por sus estúpidas inseguridades y por ser un incrédulo sin remedio, no dará el brazo a torcer, así como así.Joseph ya le había dejado claro que no le daría el divorcio y ella, ahora más que nunca, no pensaba pedírselo. No importaba lo que tuviera que soportar, no les daría el gusto a sus enemigos de hacer lo que ellos querían.«¿Es eso o es que acaso amas a Joseph?», la interrogó la voz de su consciencia. No obstante, hizo hasta lo impensable por acallarla.En el momento en el que su mente divagaba por múltiples posibilidades y respuestas a todo lo que estaba aconteciendo en su vida en ese último tiempo, la vocecilla de Malena la sacó de sus cavilaciones.—¡Mamá! —gritó la pequeña, que, en cuanto la vio, salió corriendo a sus brazos.—Mi niña —la saludó