Desperté atontada y con una sensación de mareo y necesidad en el estómago a causa de una medicación sedante muy fuerte, en un lugar impoluto donde todo es blanco, pulcro y con un olor a desinfectante asqueroso que me produce nauseas: “Un hospital". Un murmullo de voces y un llanto lastimero llenan mis oídos y reconozco la voz de mi hermana Annia, mis ojos se llenan de lágrimas y mi pecho arde de miedo y aflicción por partes iguales, no tengo dolor físico, a este nivel ya nada me duele, solo el alma y mi corazón roto en mil pedazos, pisoteado por unos hombres gigantes que me maltrataron y mataron mi inocencia, mi dignidad y toda mi vida hasta que muera; no sin antes acabar de manera indolente con las vidas de cada uno de ellos. ¡Eso lo juro! Solo después; solo después moriré en paz.
No quiero abrir los ojos, me rehúso a enfrentar la realidad. El perfume de mi hermana me envuelve y mis lágrimas se deslizan por las sienes mojando la cama de sábanas blancas, no puedo ver a nadie aún no estoy preparada para eso, no deseo que mi familia vea en mis ojos el dolor y el terror que sufrí, la humillación y la vejación de la que fui objeto.
—¡An, sé que estás ahí y me escuchas! Yo, yo solo quiero que sepas, que, que ¡Oh Dios! ¿Por qué no fui yo? ¿Por qué tuviste que ser tú? – sus sollozos destruyeron mis fuerzas y todas las defensas que había construido.
Sus palabras taladraron tan hondo que no resistí y la abracé, sus gritos de dolor calaron en mi piel y ardía como una brasa directa haciendo mella en ella. No podía ser ella, ahora lo comprendo ¡Siempre debí ser yo! Prefiero soportar este profundo dolor, que la perdida de ella.
—¡No! ¡No digas eso nunca más! No hubiese soportado perderte – y me quedé ahí escuchando sus sollozos y sus murmullos inentendibles. Su sufrimiento me atraviesa como una vara de acero, rompiéndome por dentro.
Mi padre mira la escena con su hermoso rostro desfigurado por el dolor ¡Sí! No es lástima; es un dolor rabioso que también me hace presa sin embargo no se acerca, cosa que agradezco ya que la cercanía de cualquier hombre, me es insoportable.
Ya es de noche, mi padre y mi hermana se encuentran sentados en el sofá que está a mi derecha, bastante retirado. Observo a mi alrededor preguntándome que me falta, hay un vacío en mi vida que solo llena la persona que está diseñada genéticamente para cuidarme y protegerme: Mi Madre.
No está y creo saber dónde se encuentra. Debe estar en el Sanatorio para Enfermos Mentales a causa de su problema. Una especie de obsesión compulsiva con la protección a los suyos y eso le causa un estrés que la lleva a un punto esquizofrénico no diagnosticado. Imagino que se encuentra descansando sedada completamente para poder encontrar un equilibrio entre la lucidez y la oscuridad en la cual se sume.
...
Son las dos de la mañana y aún no duermo ya que le temo a mis pesadillas que siempre llegan a un momento en el cual me están lastimando sin ningún tipo de remordimiento. Me siento cansada, me vence el sueño pero llegan a mi mente un par de ojos verdes traidores que me llevan hacia el mar de desvaríos que se ha vuelto mi vida.
Tres días después, ya en la casa que ni siquiera siento como hogar y no tiene nada que ver con que no me atiendan bien. Nada me agrada y todo me molesta, es como si de día fuera una cárcel de la cual no deseo salir. Y las noches son peor porque me encuentro con el monstruo de los recuerdos que se convierten en pesadillas azotándome hasta hacerme gritar de dolor.
— ¡Noooooo! ¡No por favor déjenme! – el miedo me traspasa como una daga en el pecho — ¡No me lastimen yo no hice nadaaaaa! – mi grito fue tan agudo y desgarrador, que mi padre lo escuchó, abrió la puerta de golpe haciendo que brincara asustada y cayera al piso.
—¡Ann! Mi amor, mi niña preciosa. Ven con papá mi amor – juro que deseaba que mi padre me abrazara pero no pude, esto es más fuerte que yo, que mi voluntad y mis fuerzas.
—¡Noooo! ¡Noooo! ¡No quierooo! ¡Déjame nooo! – lo golpee y patalee, las náuseas me atacaron al punto de tener que devolver lo poco que ingerí.
—¡Anny mi amor! - ¡Mi madre! ¡Oh Dios es mi madre!
—¡Mamáaaaa! ¡Mamiii! ¡Ayuda por favor! – me abrazó, al instante me sentí protegida y a salvo en esos brazos que fueron hechos solo para hacerme sentir amada.
Mi padre lloraba en un rincón abrazado a mi hermana y yo me sentía un monstruo horrible y deplorable.
—¡Fue mi culpa! Yo soy culpable de lo que sucedió, mi hija sufrió la consecuencia de mis actos. Yo no merezco vivir – mi padre se culpaba y yo en lo único que pensaba era en que mis demonios se fueran y que mi cuerpo se estabilizara ya que mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho.
Y así fueron mis días; por tres años consecutivos las pesadillas no se detuvieron al contrario se incrementaron, cada vez que cerraba los ojos allí estaban las escenas donde esos hombres me lastimaban y en las noches era peor aún. Despertaba gritando y llorando igual que el primer día. Mi madre me consolaba y prestaba toda la colaboración a los médicos mientras me atendían, hasta que se tomó la decisión de internarme en un sanatorio para que los psiquiatras pudieran vigilarme de cerca ya que mi actitud era agresiva ante los hombres y me escondía en mi habitación día y noche para evitar el contacto.
Entre medicamentos, regresiones y curas de sueño lograron estabilizar la parte de mi cerebro que se encarga de traer a mi subconsciente todo cuanto padecí. Estuve recluida tres años completos, donde mi madre nunca dejo de acompañarme cuando lo necesitaba, al principio las visitas eran restringidas y al cabo de año y medio se volvieron más frecuentes hasta que ya estuve más tranquila. Me permitían salidas de pocas horas, supervisadas por supuesto y visitas para socializar.
Dos años después…—Jefa el club está abarrotado, no hay espacio físico suficiente – me informa Johnson mi mano derecha.—Entonces hay que hacer espacio cariño – salí de detrás de la comodidad de mi escritorio para enfrentarme a un metro noventa y cinco de puro músculo, cabellos rubios y ojos azules. Que por cierto huele a gloria.Contoneo mis caderas insinuante y Johnson sonríe de lado, sabe que deseo; su piel dorada enciende mis sentidos y ya necesito liberar tensiones. En los últimos días hemos tenido ataques por parte de las autoridades a causa de denuncias. Pero no son denuncias normales, sé de quién se trata es solo que nunca me encuentra y siempre regresa.Coloco la mano en su torso y lo empujo para que caiga sentado en un sill&
Cinco años después... Disfruto del chasquido de mi látigo mientras aporrea la espalda de una de las criaturas más sexis y varoniles que he tenido bajo mi yugo. Alexander es un moreno de ojos color esmeralda y piel clara como porcelana, cuya fantasía es: estar bajo la sumisión de mi juego sexual. Me acerco a su oído y lamo el pabellón causándole un estremecimiento que me excita hasta el punto de mojar mis bragas. Su piel tersa y blanca despierta en mi los deseos más oscuros, deslizo mis manos alrededor de su cintura moldeando su duro torso clavando mis uñas en él, continúo bajando por el abdomen hasta ingresar en su bóxer y apoderarme del objeto delicioso que me hace perder la razón. Sigo con mi juego deslizando una vez más los dedos hasta acariciar su escroto que se endurece al instante, hago un movimiento circular con los dedos índice y medio logrando que de su boca salga un gemido gutural tan deliciosamente melódico para mis oídos que mis pezones se irguen y mis senos se hinc
— ¡No creo que sea una buena idea Jefa! - protesta Johnson con desaprobación ante mi plan. — ¿Si sabes que no te pago por creer cosas, verdad? - me observa con ojos entrecerrados. — Me pagas por protegerte y mi responsabilidad es sacarte de la cabezas ideas descabelladas... - me observó con enojo — ¡Jefa! - eso último lo dijo con los dientes apretados. — ¡No te pases John! aquí la jefa soy yo - su pierna derecha temblaba a medida que golpeaba el piso con el pie, está furioso — Pradím se encuentra cada vez más cerca, no ha actuado como debe ser porque no sabe si yo soy a quien busca. Pero en el momento que lo descubra... ¿qué harás para protegerme? - sus preciosos ojos me escrutaban para descubrir mis pensamientos. — Solo estoy esperando tu orden para eliminarlo - abrí mucho los ojos, no lo pondría en ese dilema. — No eres un asesino - lo amo por eso, pero Carlos Pradím es mi problema tal y como lo son: Nickolay e Igor Semionov, Darko y Serbio Stvetta, los últimos dos se encuentran
Uno de los mejores restaurantes de la ciudad y por una m*****a confusión, la reservación se extravió. No me agrada esto para nada pero, al ordenarle a John que nos marcháramos "el encargado" me rogó que no lo hiciera ya que lo amonestarían. Me informó que estaban preparando mi mesa en el salón VIP y que el almuerzo correría por cuenta de la casa. A Dios gracias los socios no han llegado, hago una llamada a Helen para que les informe que hemos cambiado no de local, sino de mesa. La chica responde con un “sí señora” y cuelgo. — ¿Será que tenemos un espacio para hacer alguna travesura? – observo a John con una sonrisa insinuante y sonríe ladeado sacudiendo la cabeza. Me acerco contoneándome y levanta las cejas, sabe que haré lo que me plazca. El reservado es íntimo, eso me excita porque el vidrio polarizado nos guarda de las miradas ajenas. Veo como tiembla ante mi cercanía, paso la palma de mi mano por encima de la bragueta y cierra los ojos aspirando profundamente. Separa los labios s
Carlos Pradím. — ¡Los fantasmas no existen André! – espeto frustrado porque al parecer Anette Valkimore si lo es —. Sigan buscando, en algún lugar debe estar escondida – resoplo enojado. — ¿Entonces descartamos a Andrea Siderova? – suspiro. Niego. — La descripción que me dio el encargado del Restaurante coincide con la de la chica que busco, no la descarten hasta que les dé la orden – André toma una bocanada de aire y me mira con cansancio. — ¡Correcto jefe! – se retira para continuar con la investigación. Desde el día en que la rescaté de los desgraciados que la tenían cautiva en aquella casucha, he tratado de hallar su escondite para disculparme, no he podido sacármela de la cabeza, es una tortura querer estar cerca y ni siquiera saber dónde se encuentra. He estado detrás de los autores de su desgracia, los quiero tras las rejas, pero a ella... necesito verla de nuevo, acercarme, arroparla entre mis brazos nuevamente. Protegerla. Tal como no lo hice la primera vez; el miedo dis
— ¿Saldrás en algún momento del auto Anette? – la voz suave y el roce sutil de la mano de John me sacan del ensimismamiento —. Llevas más de diez minutos pensando si sales o no – subo la vista hacia sus hermosos ojos, sonríe casi imperceptible, yo solo asiento. — Dame... un minuto por favor – aprieta los dientes, preocupado —, solo un momento – respiro profundo, él ingresa de nuevo al auto. — También podemos dar una vuelta para que te calmes, si lo deseas – tomo una bocanada de aire y estiro la falda del vestido que llevo puesto. — No me calmaré de ese modo y lo sabes bien – me observa intensamente, sabe que la pelea de esta tarde me ha afectado, pero no por él ya que eso se arregla con sexo. El tema en cuestión arrasa con mis fuerzas que en este momento se encuentran en un hoyo negro ¡maldito seas Pradím de m****a! Giro hacia su rostro, recuesta el brazo derecho sobre el espaldar del asiento de su fabuloso Stingray negro, ama este auto, yo se lo regalé en su cumpleaños y desde ent
No soporto el encierro en el estudio de mi padre, intento salir y uno de los chicos se interpone en mi camino, los nervios me traicionan poniéndome en guardia, sé quién es y “mi novio” también lo sabe. ¿Por qué coño no se da por vencido? — ¡Anette, no salgas por favor! – suplica mi madre —. Dejemos que los hombres hagan su trabajo – sonrío mentalmente. Mi madre se encuentra tan sujeta a mi padre que es incapaz de pensar por sí misma, no es que la critique, pero yo en cambio no puedo ser de ese modo y al mirar de frente al chico que me impide el paso hago lo propio. — ¡O me dejas salir o pierdes el trabajo, niño – toma una bocanada de aire — ¿entonces? – doy un paso al frente y se retira. — ¡Anette, por el amor de Dios! – chilla mi hermana —. Puede ser peligroso ¿no lo entiendes? – escucho, cayo y hago caso omiso a sus palabras. Salgo del estudio y en efecto el movimiento es notorio, son más de tres. Ese es el número de los que tienen arrodillados, esposados y con la cabeza tapada
Carlos Pradím. — Está bien Charles – levanto las manos ante el espectáculo — cuéntamelo todo de nuevo sin omitir detalles ¡ni uno! – exijo a mi compañero, este pone los ojos en blanco. — Dos autos lujosos Land Rovers, cinco sujetos esposados y maniatados, nadie dio nombres Carlos, solo dijeron que eran hombres de Nickolay Semionov – repite por tercera vez y yo no entiendo nada aun — se encuentran golpeados y casi inmóviles ya que no solo tienen las esposa puestas, sino que llevan alrededor pegadas con cinta adhesiva de la más resistente: pistolas, rifles y todo tipo de armamento militar – su rostro de confusión casi me saca una carcajada. Si no estuviese tan confundido como él se me habría sentado en el piso a reírme. — Llévenlos a las celdas y llamen a un médico antes de que ese sujeto se desangre ¡por el amor de Dios, es un ser humano! – señalo la herida que ostenta uno de ellos en la mejilla, es un puñetazo, pero el sujeto que lo golpeó debe tener por lo menos dos metros para ha