Dos años después…
—Jefa el club está abarrotado, no hay espacio físico suficiente – me informa Johnson mi mano derecha.
— Entonces hay que hacer espacio cariño – salí de detrás de la comodidad de mi escritorio para enfrentarme a un metro noventa y cinco de puro músculo, cabellos rubios y ojos azules. Que por cierto huele a gloria.
Contoneo mis caderas insinuante y Johnson sonríe de lado, sabe que deseo; su piel dorada enciende mis sentidos y ya necesito liberar tensiones. En los últimos días hemos tenido ataques por parte de las autoridades a causa de denuncias. Pero no son denuncias normales, sé de quién se trata es solo que nunca me encuentra y siempre regresa.
Coloco la mano en su torso y lo empujo para que caiga sentado en un sill&
Cinco años después... Disfruto del chasquido de mi látigo mientras aporrea la espalda de una de las criaturas más sexis y varoniles que he tenido bajo mi yugo. Alexander es un moreno de ojos color esmeralda y piel clara como porcelana, cuya fantasía es: estar bajo la sumisión de mi juego sexual. Me acerco a su oído y lamo el pabellón causándole un estremecimiento que me excita hasta el punto de mojar mis bragas. Su piel tersa y blanca despierta en mi los deseos más oscuros, deslizo mis manos alrededor de su cintura moldeando su duro torso clavando mis uñas en él, continúo bajando por el abdomen hasta ingresar en su bóxer y apoderarme del objeto delicioso que me hace perder la razón. Sigo con mi juego deslizando una vez más los dedos hasta acariciar su escroto que se endurece al instante, hago un movimiento circular con los dedos índice y medio logrando que de su boca salga un gemido gutural tan deliciosamente melódico para mis oídos que mis pezones se irguen y mis senos se hinc
— ¡No creo que sea una buena idea Jefa! - protesta Johnson con desaprobación ante mi plan. — ¿Si sabes que no te pago por creer cosas, verdad? - me observa con ojos entrecerrados. — Me pagas por protegerte y mi responsabilidad es sacarte de la cabezas ideas descabelladas... - me observó con enojo — ¡Jefa! - eso último lo dijo con los dientes apretados. — ¡No te pases John! aquí la jefa soy yo - su pierna derecha temblaba a medida que golpeaba el piso con el pie, está furioso — Pradím se encuentra cada vez más cerca, no ha actuado como debe ser porque no sabe si yo soy a quien busca. Pero en el momento que lo descubra... ¿qué harás para protegerme? - sus preciosos ojos me escrutaban para descubrir mis pensamientos. — Solo estoy esperando tu orden para eliminarlo - abrí mucho los ojos, no lo pondría en ese dilema. — No eres un asesino - lo amo por eso, pero Carlos Pradím es mi problema tal y como lo son: Nickolay e Igor Semionov, Darko y Serbio Stvetta, los últimos dos se encuentran
Uno de los mejores restaurantes de la ciudad y por una m*****a confusión, la reservación se extravió. No me agrada esto para nada pero, al ordenarle a John que nos marcháramos "el encargado" me rogó que no lo hiciera ya que lo amonestarían. Me informó que estaban preparando mi mesa en el salón VIP y que el almuerzo correría por cuenta de la casa. A Dios gracias los socios no han llegado, hago una llamada a Helen para que les informe que hemos cambiado no de local, sino de mesa. La chica responde con un “sí señora” y cuelgo. — ¿Será que tenemos un espacio para hacer alguna travesura? – observo a John con una sonrisa insinuante y sonríe ladeado sacudiendo la cabeza. Me acerco contoneándome y levanta las cejas, sabe que haré lo que me plazca. El reservado es íntimo, eso me excita porque el vidrio polarizado nos guarda de las miradas ajenas. Veo como tiembla ante mi cercanía, paso la palma de mi mano por encima de la bragueta y cierra los ojos aspirando profundamente. Separa los labios s
Carlos Pradím. — ¡Los fantasmas no existen André! – espeto frustrado porque al parecer Anette Valkimore si lo es —. Sigan buscando, en algún lugar debe estar escondida – resoplo enojado. — ¿Entonces descartamos a Andrea Siderova? – suspiro. Niego. — La descripción que me dio el encargado del Restaurante coincide con la de la chica que busco, no la descarten hasta que les dé la orden – André toma una bocanada de aire y me mira con cansancio. — ¡Correcto jefe! – se retira para continuar con la investigación. Desde el día en que la rescaté de los desgraciados que la tenían cautiva en aquella casucha, he tratado de hallar su escondite para disculparme, no he podido sacármela de la cabeza, es una tortura querer estar cerca y ni siquiera saber dónde se encuentra. He estado detrás de los autores de su desgracia, los quiero tras las rejas, pero a ella... necesito verla de nuevo, acercarme, arroparla entre mis brazos nuevamente. Protegerla. Tal como no lo hice la primera vez; el miedo dis
— ¿Saldrás en algún momento del auto Anette? – la voz suave y el roce sutil de la mano de John me sacan del ensimismamiento —. Llevas más de diez minutos pensando si sales o no – subo la vista hacia sus hermosos ojos, sonríe casi imperceptible, yo solo asiento. — Dame... un minuto por favor – aprieta los dientes, preocupado —, solo un momento – respiro profundo, él ingresa de nuevo al auto. — También podemos dar una vuelta para que te calmes, si lo deseas – tomo una bocanada de aire y estiro la falda del vestido que llevo puesto. — No me calmaré de ese modo y lo sabes bien – me observa intensamente, sabe que la pelea de esta tarde me ha afectado, pero no por él ya que eso se arregla con sexo. El tema en cuestión arrasa con mis fuerzas que en este momento se encuentran en un hoyo negro ¡maldito seas Pradím de m****a! Giro hacia su rostro, recuesta el brazo derecho sobre el espaldar del asiento de su fabuloso Stingray negro, ama este auto, yo se lo regalé en su cumpleaños y desde ent
No soporto el encierro en el estudio de mi padre, intento salir y uno de los chicos se interpone en mi camino, los nervios me traicionan poniéndome en guardia, sé quién es y “mi novio” también lo sabe. ¿Por qué coño no se da por vencido? — ¡Anette, no salgas por favor! – suplica mi madre —. Dejemos que los hombres hagan su trabajo – sonrío mentalmente. Mi madre se encuentra tan sujeta a mi padre que es incapaz de pensar por sí misma, no es que la critique, pero yo en cambio no puedo ser de ese modo y al mirar de frente al chico que me impide el paso hago lo propio. — ¡O me dejas salir o pierdes el trabajo, niño – toma una bocanada de aire — ¿entonces? – doy un paso al frente y se retira. — ¡Anette, por el amor de Dios! – chilla mi hermana —. Puede ser peligroso ¿no lo entiendes? – escucho, cayo y hago caso omiso a sus palabras. Salgo del estudio y en efecto el movimiento es notorio, son más de tres. Ese es el número de los que tienen arrodillados, esposados y con la cabeza tapada
Carlos Pradím. — Está bien Charles – levanto las manos ante el espectáculo — cuéntamelo todo de nuevo sin omitir detalles ¡ni uno! – exijo a mi compañero, este pone los ojos en blanco. — Dos autos lujosos Land Rovers, cinco sujetos esposados y maniatados, nadie dio nombres Carlos, solo dijeron que eran hombres de Nickolay Semionov – repite por tercera vez y yo no entiendo nada aun — se encuentran golpeados y casi inmóviles ya que no solo tienen las esposa puestas, sino que llevan alrededor pegadas con cinta adhesiva de la más resistente: pistolas, rifles y todo tipo de armamento militar – su rostro de confusión casi me saca una carcajada. Si no estuviese tan confundido como él se me habría sentado en el piso a reírme. — Llévenlos a las celdas y llamen a un médico antes de que ese sujeto se desangre ¡por el amor de Dios, es un ser humano! – señalo la herida que ostenta uno de ellos en la mejilla, es un puñetazo, pero el sujeto que lo golpeó debe tener por lo menos dos metros para ha
— ¡Me niego a que me mantengas encerrada John! – espeto furiosa. Sé que estoy cerca de cruzar su línea entre la paciencia y el control que mantiene, pero soy un ente operativo y hoy a casi una semana del incidente, creo que moriré de aburrimiento y soledad. — ¡Obsérvame! – sale de la habitación cerrando la puerta casi en mi rostro. Salgo furiosa mirando hacia todos lados, lo escucho en la cocina manipulando los fogones como un chef profesional. No ha salido del apartamento en toda la semana, dicta órdenes a todos sus chicos por teléfono y se mantienen al día por medio de cámaras y computadoras. — ¡Escucha! – no responde, pero sé que me ha escuchado —. Lo siento mucho ¿de acuerdo? Soy una mala persona y... — No me vengas con esa m****a de excusas Anette, dame respuestas, verdades, necesito un caso, evidencia de donde puedo encontrarlo y asesinarlo a sangre fría, no necesito detalles... solo una dirección – niego. — ¡Tú no eres una asesino! – lo señalo —. Me niego a perderte ¿entie