Carlos Pradím. — ¡Los fantasmas no existen André! – espeto frustrado porque al parecer Anette Valkimore si lo es —. Sigan buscando, en algún lugar debe estar escondida – resoplo enojado. — ¿Entonces descartamos a Andrea Siderova? – suspiro. Niego. — La descripción que me dio el encargado del Restaurante coincide con la de la chica que busco, no la descarten hasta que les dé la orden – André toma una bocanada de aire y me mira con cansancio. — ¡Correcto jefe! – se retira para continuar con la investigación. Desde el día en que la rescaté de los desgraciados que la tenían cautiva en aquella casucha, he tratado de hallar su escondite para disculparme, no he podido sacármela de la cabeza, es una tortura querer estar cerca y ni siquiera saber dónde se encuentra. He estado detrás de los autores de su desgracia, los quiero tras las rejas, pero a ella... necesito verla de nuevo, acercarme, arroparla entre mis brazos nuevamente. Protegerla. Tal como no lo hice la primera vez; el miedo dis
— ¿Saldrás en algún momento del auto Anette? – la voz suave y el roce sutil de la mano de John me sacan del ensimismamiento —. Llevas más de diez minutos pensando si sales o no – subo la vista hacia sus hermosos ojos, sonríe casi imperceptible, yo solo asiento. — Dame... un minuto por favor – aprieta los dientes, preocupado —, solo un momento – respiro profundo, él ingresa de nuevo al auto. — También podemos dar una vuelta para que te calmes, si lo deseas – tomo una bocanada de aire y estiro la falda del vestido que llevo puesto. — No me calmaré de ese modo y lo sabes bien – me observa intensamente, sabe que la pelea de esta tarde me ha afectado, pero no por él ya que eso se arregla con sexo. El tema en cuestión arrasa con mis fuerzas que en este momento se encuentran en un hoyo negro ¡maldito seas Pradím de m****a! Giro hacia su rostro, recuesta el brazo derecho sobre el espaldar del asiento de su fabuloso Stingray negro, ama este auto, yo se lo regalé en su cumpleaños y desde ent
No soporto el encierro en el estudio de mi padre, intento salir y uno de los chicos se interpone en mi camino, los nervios me traicionan poniéndome en guardia, sé quién es y “mi novio” también lo sabe. ¿Por qué coño no se da por vencido? — ¡Anette, no salgas por favor! – suplica mi madre —. Dejemos que los hombres hagan su trabajo – sonrío mentalmente. Mi madre se encuentra tan sujeta a mi padre que es incapaz de pensar por sí misma, no es que la critique, pero yo en cambio no puedo ser de ese modo y al mirar de frente al chico que me impide el paso hago lo propio. — ¡O me dejas salir o pierdes el trabajo, niño – toma una bocanada de aire — ¿entonces? – doy un paso al frente y se retira. — ¡Anette, por el amor de Dios! – chilla mi hermana —. Puede ser peligroso ¿no lo entiendes? – escucho, cayo y hago caso omiso a sus palabras. Salgo del estudio y en efecto el movimiento es notorio, son más de tres. Ese es el número de los que tienen arrodillados, esposados y con la cabeza tapada
Carlos Pradím. — Está bien Charles – levanto las manos ante el espectáculo — cuéntamelo todo de nuevo sin omitir detalles ¡ni uno! – exijo a mi compañero, este pone los ojos en blanco. — Dos autos lujosos Land Rovers, cinco sujetos esposados y maniatados, nadie dio nombres Carlos, solo dijeron que eran hombres de Nickolay Semionov – repite por tercera vez y yo no entiendo nada aun — se encuentran golpeados y casi inmóviles ya que no solo tienen las esposa puestas, sino que llevan alrededor pegadas con cinta adhesiva de la más resistente: pistolas, rifles y todo tipo de armamento militar – su rostro de confusión casi me saca una carcajada. Si no estuviese tan confundido como él se me habría sentado en el piso a reírme. — Llévenlos a las celdas y llamen a un médico antes de que ese sujeto se desangre ¡por el amor de Dios, es un ser humano! – señalo la herida que ostenta uno de ellos en la mejilla, es un puñetazo, pero el sujeto que lo golpeó debe tener por lo menos dos metros para ha
— ¡Me niego a que me mantengas encerrada John! – espeto furiosa. Sé que estoy cerca de cruzar su línea entre la paciencia y el control que mantiene, pero soy un ente operativo y hoy a casi una semana del incidente, creo que moriré de aburrimiento y soledad. — ¡Obsérvame! – sale de la habitación cerrando la puerta casi en mi rostro. Salgo furiosa mirando hacia todos lados, lo escucho en la cocina manipulando los fogones como un chef profesional. No ha salido del apartamento en toda la semana, dicta órdenes a todos sus chicos por teléfono y se mantienen al día por medio de cámaras y computadoras. — ¡Escucha! – no responde, pero sé que me ha escuchado —. Lo siento mucho ¿de acuerdo? Soy una mala persona y... — No me vengas con esa m****a de excusas Anette, dame respuestas, verdades, necesito un caso, evidencia de donde puedo encontrarlo y asesinarlo a sangre fría, no necesito detalles... solo una dirección – niego. — ¡Tú no eres una asesino! – lo señalo —. Me niego a perderte ¿entie
Una bruma oscura se cierne sobre mí, solo hay dolor, humillación y el rencor se apodera de todo mi ser llevándome a lugares tan oscuros que se me dificulta regresar. Me remuevo incómoda, el sudor que baña mi cuerpo es tan frío como los malditos ojos de Nickolay Semionov, estoy temblando, las náuseas me atacan, pierdo poco a poco el deseo de escapar no tengo fuerzas estoy cansada y me encuentro con una ráfaga de aire dentro de la habitación donde me tienen secuestrada. Grito tratando de deshacerme del amarre con lo que creo es mi último aliento y aparece un gigante que va a lastimarme. — ¡Anette, Anette, despierta por favor! – pataleo tratando de quitármelo de encima, rasgo la piel de unos brazos fuertes que me detienen — ¡Anette, m*****a sea! — ¡No, no por favor! – grito desesperada — ¡No me lastime por favor, por favor! Despierto de la pesadilla con el pulso a mil, bañada en sudor y con unas náuseas horribles. Aparto a Johnson para salir de la cama y correr al baño para devolver el
Hoy por fin vuelvo al trabajo, no es que me queje de la atención recibida en casa, pero no es muy agradable estar encerrada sin embargo John a gruñido como perro todo trayecto ya que no esta de acuerdo a que me “exponga” de ese modo. ¡Dios Santo me enloquece! — ¿Quieres dejar de gruñir? – niega. — No me gusta esta calma, me parece sospechosa – pongo los ojos en blanco. — Todo te parece sospechoso, no puedes llamarlo normal y ya está – niega de nuevo. — No porque no tiene nada de normal que hayamos mandado un séquito de hombres de la mafia Rusa a la cárcel y nadie se haya pronunciado aún – me observa con esos orbes azules ya oscuros, llenos de preocupación. — A este punto ya tendrían que habernos atacado Anette, así que ¡si! Para mí es sospechoso – concluye con el rostro arrugado. Se que lleva razón, yo misma ni siquiera lo había notado, pero para eso lo tengo a él ¿no? Damos otra vuelta alrededor del club mientras habla por el intercomunicador dictando las ordenes necesarias poni
Despierto sobresaltada, el corazón me golpea contra las costillas y el pulso me ahoga. Me encuentro entre sábanas de seda, el aroma es diferente al mío, pero conocido. Estoy en el ático de John. Poco a poco todos los recuerdos vuelven a mi mente como flashes. — Si tengo que amarrarla aquí, a la cama ¡lo haré, no lo dudes! – escucho la voz de mi gigantón o más bien de mi ex. No sé con quién habla, pero está enfadado. Ya parece ser el estado natural de John en estos días. Sin embargo yo siento que he quedado desprolija desde el momento que me informó no poder... ¡Dios Santo! ¿Qué me está pasando? — ¡Hola grandulón! – me mira con expresión seria al verme aparecer con su camisa blanca — ¿Qué pasa, qué hice ahora? – niega señalándome. — Nada, de cualquier forma es mi culpa porque me he descuidado – se levanta de la silla donde se encuentra al lado de la barra de la cocina e ingresa a ella. — ¿No estas siendo muy duro contigo? – indago preocupada en serio —. Tú mismo dijiste que esto p