Con una sonrisa seductora Fer desliza su mano por la espalda de Diane, atrapa entre sus dedos la cremallera y comienza a deslizarla lentamente, rozando su columna con la yema de su pulgar. Diane se ve obligada a cerrar sus ojos, un gemido absolutamente involuntario se le escapa de la boca porque las sensaciones que la envuelven son su perdición.Sólo con el roce de sus dedos es capaz de hacerla vibrar, no quiere imaginar lo que hará con el resto de su cuerpo, si ni siquiera la ha besado.Cuando la cremallera llega hasta abajo, Fer se separa de ella y sin apartar sus ojos de ella comienza a quitarse la ropa. Diane camina hacia atrás, se sienta en la cama para ver el espectáculo y Fer, sólo para deleitarla, se demora lo justo y necesario para que pueda admirar la vista.—En teoría, no tiene nada de nuevo lo que verá, ¿no es cierto?—En teoría… pero hay cierta parte en la que ese día no me fijé, porque probablemente no habría seguido buscando a mi hermano —Diane se muerde el labio inferi
Para qué vamos a describir lo que sucedió luego de que Diane dejara el baño y saliera a encontrarse con Ferdinand. Él se dedica a demostrarle un par de horas más de lo que es capaz y, cuando ya al fin Diane golpea a la cama como pidiendo tiempo fuera, él solo se recuesta a su lado.—Espero que no te moleste que me duerma a tu lado —le dice Ferdinand tomando la cobija para cubrirse.—No, por supuesto que no. De todas maneras, no hay donde más dormir —Diane se recuesta de lado mirando a Ferdinand unos segundos y luego cierra los ojos—. Espero que descanses, nos vemos en un rato.En menos de un minuto Diane está profundamente dormida y Ferdinand se permite unos segundos más para admirarla. Es una de las mujeres más bellas con las que ha estado y no se arrepiente de haber decidido quedarse en Chicago por ella. Ha valido la pena por completo.Muchas de las mujeres con las cuales ha compartido la intimidad son bastante sumisas. Se dejan hacer lo que a él se le venga en gana con tal de proba
Las cuarenta y ocho horas se terminan y Diane siente que su cuerpo está a punto de partirse en miles de pedacitos, no es sólo que la herramienta de Ferdinand sea una maldita monstruosidad, sino que la intensidad y la manera de moverse… de despertar cada una de sus fibras y todo lo que le hizo.¡Por Dios, lo que le hizo!Cae en la cama jadeante, con el cabello desparramado por la almohada y el sudor cubriendo su cuerpo, Ferdinand cae igual de exhausto no porque no haya hecho esto antes, sino porque Diane es demasiado demandante e insaciable.—Siento que me falta agua —dice ella con los ojos cerrados. Ferdinand se pone de pie para ir por agua para ella y cuando llega a su lado, Diane lo puede ver en gloria y majestad.«Maldición, el hombre acabó conmigo en dos días y aun así se me hace agua la boca».Ferdinand sonríe porque ya aprendió a reconocer sus expresiones y sabe que está pensando en las mil maneras que podría estar con él de nuevo. Ella recibe la botella feliz, bebe la mitad y c
Diane intenta no molestarse con su madre por la manera en que le está pidiendo explicaciones, pero lo cierto es que no puede evitar expresarlo con su rostro.—Mía, dijimos que nos calmaríamos —intenta decirle Nathan, pero Mía se zafa de su agarre y camina hacia su hija para enfrentarla, aunque sea más alta que ella.—No me voy a calmar, se perdió todo el fin de semana, faltó a trabajar porque está estresada y no dice a dónde se fue sólo porque no se le da la gana… ¡Habla de una vez y dinos dónde estabas!—¡¡Cogiendo como loca con un hombre fabuloso que me conocí el jueves por la noche!! —le dice en un exabrupto que los hace retroceder a los dos, como si los hubiese golpeado.—Tú serías incapaz de algo así —le dice Mía.—Entonces, si soy incapaz de eso, ¿por qué insistes en saber dónde estaba si el viernes te lo dije? ¿Por qué insistes en algo que te dejé claro? Madre, soy una adulta, tengo veintitrés años, terminé mi carrera con excelentes calificaciones y reconocimientos, en el traba
Por la noche, luego de arreglar todas sus cosas, Diane pide algo de comer porque no tiene idea de cocinar, aunque eso no le quita el sueño porque es experta en sándwiches y se acostumbró en la universidad a sobrevivir sólo con ellos durante el día.Ahora pudo prepararse uno, pero sencillamente es imposible, porque no tiene energías, no quiso salir a comprar y tiene demasiada hambre. El ejercicio al que se sometió en aquella habitación con Fer la dejó en sus niveles más bajos.Toma su teléfono mientras espera a que llegue la comida y comienza a buscar clases de yoga, porque varias de las posiciones la dejaron bastante adolorida.—Es increíble como no sabía de esto… de las cosas que me estaba perdiendo por buscar a cualquier tipo por allí.Llaman a la puerta y corre hacia ella, abre rápidamente y se gira para buscar el dinero de la propina q
Los primeros rayos del sol se cuelan por la cortina que se bate por el viento, Diane abre los ojos con pereza, recuerda que no cerró del todo la ventana y por eso se ha despertado tan temprano, pero no es eso lo que la hace sentarse en la cama.Fer está allí, a su lado, con el cabello alborotado y su rostro relajado, él también se despierta, se da cuenta de la ventana abierta, así que sale de la cama, la cierra y vuelve a meterse a la cama, atrayendo a Diane a su cuerpo.—Duérmete de nuevo, mujer, que estás de vacaciones —ella se encoge de hombros e intenta acomodarse, pero el pijama le da un poco de calor, así que decide quitárselo, quedando sólo con braga—. Te gusta provocarme.—Me dio calor y eso es lo que hago cuando eso pasa… además, eres mi invitado y no tienes que quejarte, pudiste dormir en el sofá.—No quise, dormir cont
Diane siente en este beso algo muy diferente a los otros que Fer le ha dado y no se queja, se siente bien, como si en verdad ella fuera todo eso que él dijo.Se quita la sábana de encima y Fer comienza a acariciarla con delicadeza, se acomodan en la cama y una nueva manera de disfrutarla se desata en ese preciso momento.Por alguna razón, las sensaciones se sienten mil veces peor que el otro día, Diane tiene una necesidad desbordante de tener a Fer sólo para ella para siempre y sabe que está perdida, sólo que no lo puede reconocer.Mientras que Ferdinand no quiere irse, desea quedarse con ella así, para siempre. Por eso cuando se introduce en ella, lo hace con lentitud, con una ternura que jamás sintió, porque de esa manera quiere que ella lo extrañe.Esta vez lo hace lento, con dedicación, buscando borrar a ese idiota y también lo que ella cree de sí misma.<
Ya instalados en el lago, los dos se van a la cocina, mientras Ferdinand prepara algo rápido de comer, ella busca leña para encender la chimenea. Cuando Fer la ve aparecer con los maderos, deja todo de lado y corre para ayudarla.—¡Debiste decirme! Yo los llevo como si nada.—No soy tan frágil como crees.—No se trata de que seas frágil, sino de caballerosidad.—Ya estás cocinando, creo que es suficiente caballerosidad, ¿no crees?—Puede ser, pero no te dejaré cargar estas cosas.Fer las deja al lado de la chimenea y regresa a la cocina, quince veinte minutos después llega con la comida allí, Diane ya tiene todo organizado en la mesita de centro y los dos se sientan sobre mullidos cojines para disfrutar de la comida junto al calor que la chimenea desprende.Hablan de todo un poco, hasta que llegan a la mitad de la botella y Fer le pregun