Había un bloqueo en su mente, algo que impedía a Riccardo abrir los ojos aquella mañana. Había pasado un día después del ataque ocurrido en su isla, por parte de Danielle Gambino. Pero el recuerdo de una heroína, de una reina que protegió su reino y a su rey, lo impulsó a enfrentar el amanecer.Allí estaba ella, más hermosa y fuerte. Más suya que en aquellas horas en las que se dedicó en cuerpo y alma a hacerla su mujer. Perdido en su belleza, hipnotizado por la pureza y la profundidad de esa mirada azul, Riccardo separó los labios para llamar por ella…por Sabrina.-La mia regina…Las manos pequeñas de Sabrina envolvieron la suya, y al tenerla más cerca Riccardo percibió que debía haber pasado toda la noche llorando.-No te sientas culpable por lo que pasó, no tenías más opción. -murmuró Riccardo acariciando el rostro de Sabrina. Ella con toda aquella delicadeza que él tanto adoraba, besó la mano de su mafioso, de su hombre, y lo miró a los ojos.-No existe culpa, moral o remordimient
Enzo sabía que Riccardo no dudaría en hacer cualquier cosa para proteger a Demie. Con ayudarla a engañarlo sobre su embarazo, lo tenía más que comprobado.-Antes de que sigas aquí montando un escándalo que solo servirá para asustar a mi ahijado. Te pido por favor que me acompañes al despacho. Necesitamos hablar. -pidió Riccardo con cansancio y buscando ser lo más amable posible. Aquella situación era muy delicada y solo él podía intervenir.-¿Podré ver a mi hijo después? -preguntó Enzo.-Será tu decisión una vez que me escuches. -contestó Riccardo señalando el camino, aunque Enzo se lo sabía de memoria.Sabrina tomó a Riccardo de la mano, mirándolo con preocupación.-Por favor, no vayas a estresarte. Te necesitamos bien y recuperado. -rogó Sabrina, y Riccardo pasó la mano por su pancita con cariño.En el despacho Riccardo soltó su pistola encima del escritorio e invitó a Enzo a hacer lo mismo, que lo hizo sin protestar.Riccardo no pensaba darle vueltas sobre aquel asunto, así que fue
Riccardo se vio desesperado en aquella orilla mirando la tempestad que cubría su isla con un manto negro.Su mirada estaba borrosa por la fuerte lluvia que no dejaba de caer y su corazón cada vez más estrujado. Para aumentar su aflicción escuchó aquel grito de dolor que tanta impotencia le causaba.Aquella noche, Riccardo descubrió que podía proteger a Sabrina de cualquier amenaza, pero no de las leyes de la naturaleza, contra eso no tenía oportunidad, ni él ni nadie.El italiano se giró bruscamente para ver aquella luz encendida en la última planta de la mansión. Las puertas de la terraza abiertas de par en par, allí en aquella habitación se encontraba Sabrina en la cama, gritando cuando otra ola de intenso dolor atravesó todo su cuerpo como una corriente eléctrica.La tormenta también la tenía al borde de la desesperación pero tenía que ser fuerte, fuerte para traer al mundo a aquella criatura que decidió nacer en una tormentosa madrugada.Riccardo volvió a mirar a su hombres que int
-¡¿Dónde están los malditos chocolates?! -vociferó Riccardo asomando la cabeza en la puerta.El capo parecía una bestia protegiendo a su mujer y a la bebita que recién había nacido.-Riccardo por favor no grites, vas a asustar a la bebé. -pidió Sabrina acunando a Vittoria mientras que Nayla se reía de ver a Riccardo tal alterado.Riccardo corrió hasta la cama donde estaban las tres, y besó la frente de Sabrina después de certificarse por milésima vez que la bebé se encontraba bien.-Lo siento bella, pero necesito que estés cómoda. Te mereces toda la atención del mundo y todos los mimos. -contestó Riccardo con nerviosismo. Ahora mismo puedo poner toda Italia a tus pies. ¡¿Los chocolates de mi mujer?! -gritó Riccardo otra vez con impaciencia y Nayla se tapó los oídos corriendo.Sabrina lo miró con ternura, por más gritaba Vittoria no se despertaba. La bebé dormía tranquila escuchando su voz, que al parecer la calmaba.Era sobrecogedor y al mismo tiempo muy bonito ver las ojeras marcando
En el pasillo con Demetria, el doctor Lorenzo agachó la cabeza pensativo, llevó las manos a los bolsillos y luego miró a Demie con cierta curiosidad.-¿Has sabido algo de Enzo? -preguntó buscando la mirada de Demetria, pero ella evitaba mirara a los ojos de personas cuando tenía que hablar del padre de su hijo. Era como escondía su dolor.-Lo único que sé sobre Enzo es que su cobardía no tiene tamaño. Así que poco me importa lo que será de él o cómo esté. Todo lo que pueda estar viviendo es una consecuencia de sus propias decisiones. -escupió Demie dándole la espalda y fue a buscar a su hijo para jugar con él y con Nayla. Ella se centraba únicamente en continuar con su vida y seguir adelante por su niño, para no volverse loca con el dolor de las cicatrices que habían en su corazón.En Malta alguien cargaba las mismas cicatrices, pero más profundas que las de Demetria. También se podría decir que soportar tanto dolor junto con la carga de la culpa era un sufrimiento inimaginable para c
-¡Riccardo la camisa!Demie lo llamó antes de que bajara de su yate como un loco para correr a los brazos de su reina.Habían pasado ocho meses desde el nacimiento de su princesita Vittoria. El capo se negaba rotundamente a separarse de su mujer y de sus niñas, pero como la mujer inteligente que era, Sabrina no tardó en aprender a controlar la línea y ganarse el respeto de los Betas. Así Riccardo no tenía más motivos para seguir ejerciendo de macho súper protector. Había llegado la hora de volver a llevar su imperio y mantener sus enemigos a raya. Por lo tanto, había pasado dos semanas lejos de su isla para volver a retomar sus negocios.-Sabrina sabe quién es su hombre, Demie. No creo que unas manchas de sangre la asusten. -aclaró Riccardo y Demetria giró los ojos.-Por supuesto que Sabrina te conoce, y conoce bien tus métodos para mantener el control, pero no te pido que te cambies de camisa por ella. Te pido que lo hagas por las niñas.-¿No lo dices también por tu hijo? -preguntó R
Riccardo no aguantó la emoción, lo único que su corazón le pidió fue tenerla entre sus brazos. Ella y el bebé que estaba esperando.-No tienes idea de la felicidad que me estás dando. -dijo Riccardo decidido a pasar el resto de la noche haciéndole el amor.-Por supuesto que lo sé, porque puedo sentir la magnitud de esta felicidad en mi corazón y creciendo dentro de mí.Sí, sucedió exactamente lo que Riccardo deseaba. Hicieron el amor en la playa, entraron en la mansión cubiertos por el agua salada y en el salón volvieron a entregarse a la pasión. Dejaron un recorrido de lujuria y deseo por los pasillos de su hogar hasta llegar a su habitación, en donde se entregaron el uno al otro sin reservas una vez más hasta que el cansancio, y la calma de la noche los envolvió.La dulce Vittoria despertó en mitad de la noche, para la felicidad de Riccardo que extrañaba acunarla en sus brazos y cantar para ella hasta que volviera a quedarse dormida.Aquella noche fue la más especial de todas, Ricca
-¡Preparen los malditos helicópteros, las lanchas y mi yate! -ordenó Riccardo caminando a toda prisa de un lado a otro dentro de aquella gigantesca caja fuerte en donde guardaba todo un arsenal, digno de las fuerzas especiales del ejército. -¡Avisen a todos mis hombres, quiero que toda mi flota regrese a la isla en este preciso momento!-¡Ahora mismo jefe! -respondió su general tomando una de las ametralladoras que Riccardo estaba repartiendo. Enzo observaba todo aquello con tristeza, sabiendo que era inútil.-Riccardo…Riccardo por favor escúchame…-¡Ahora no Enzo, tengo que proteger a mi familia! -bramó con impaciencia. Enzo podía notar toda la tensión en su cuerpo. Su mejor amigo se estaba preparando para una batalla que ya estaba perdida. Entonces lo agarró por los hombros.-¡Riccardo detente, por favor y escúchame! -vociferó Enzo con autoridad.-¡¿No te das cuenta de que tengo a un maldito grupo terrorista en la puerta de mi casa?! -rugió Riccardo buscando apartarse del policía, p