EizaMi corazón latía con fuerza mientras observaba a mi madre. Gracias a Dios, su semblante ya no era el de alguien al borde de la muerte. El médico me había asegurado que estaba fuera de peligro, pero eso no me traía paz. Me acerqué a su cama y acaricié su mano con delicadeza. No podía evitar pensar en todo lo que había ocurrido, en las razones detrás del ataque a mi madre. ¿Era Kadir? ¿O tal vez Erin y su padre estaban involucrados? No tenía ninguna certeza, pero todo apuntaba a ellos. No podía permitir que siguieran dañando a los míos.—Quiero que le den el alta —le había dicho al médico. No podía dejar a mi madre sola en ese hospital. Tenía que cuidarla en casa.—Primero debemos esperar que pasen las 24horas de control.—Asentí sin poder hacer nada.Cuando el médico salió de la habitación de recuperación, mi mente viajaba de un lado a otro, buscando respuestas, culpables. Sabía que Emir había enviado a mi hermanita a la mansión,para que su madre y Laurien la cuidaran. Allí estaría
Eiza.El aire de la mañana estaba fresco, pero sentía un peso en mi pecho que no me dejaba disfrutar del día. Mamá estaba en recuperación, y aunque todo parecía estar bajo control, no podía quitarme la inquietud de encima. Los días desde que Kadir desapareció habían sido una tortura. Las autoridades seguían buscándolo, pero era como si la tierra se lo hubiera tragado. Sus padres, claro, se lavaron las manos, como siempre lo han hecho. Según ellos, no tenían idea de lo que andaba haciendo su hijo, y lo peor es que me echaron la culpa a mí. Según ellos, todo era por no haberle cedido el derecho a ver a nuestro hijo.Desde cuándo, me preguntaba. ¿Desde cuándo le interesaba su hijo? Nunca se preocupó antes, ni él ni sus padres. Pero ahora, de repente, pretendían ser una familia unida. Intenté no pensar demasiado en eso, aunque la rabia me carcomía por dentro. Sabía que debía mantener la calma, sobre todo por los niños. Había hablado con Savanna y le pedí un tiempo, un descanso del modelaj
Emir —Señor Emir tengo entendido que la última persona que vio a Kadir fue la madre de Eiza. —¿Desde entonces nadie lo ha visto? —pregunté, sintiendo cómo mi frustración crecía.— Según tengo entendido, un muchacho que pasaba por ese callejón lo vio, pero se escapó. —¿Has encontrado a ese muchacho?—Exactamente, lo localizamos hace poco.No pude esperar más. De inmediato dejé todo lo que estaba haciendo y llamé a mi asistente. —Cancela la reunión de hoy —le ordené con firmeza—. Mañana mismo tenemos que re agendarla, pero ahora hay algo más importante.Cuando colgué, inmediatamente recibí una llamada de Luciano Moretti, mi padre.—Emir, como estas.—Estoy bien —le respondí cortante, sin ánimos de hablar con nadie.—Me alegro, te llamaba para avisarte, que tendremos una conferencia de prensa muy pronto. Para regenerar a otros miembros que desean invertir en Rockefeller.Sonrió emocionado.—De verdad.—Así es, hijo.—dijo y sentí un nudo en el estómago.—Gracias por hacer todo esto, d
EmirNo puedo sacarme de la cabeza la imagen de Eiza tan asustada. Esa tensión en su cuerpo, el miedo en sus ojos... me aterra pensar que Kadir esté cerca, acechándonos. Si es necesario, buscaré hasta el último rincón de este país para encontrarlo. Pero no puedo dejar que esto continúe. No puedo verla así. Me da miedo. Miedo por ella, por mis hijos, por mi madre e incluso Laurien. Ese tipo es impredecible, y no me perdonaría si algo les pasa. No sé qué pretende, pero lo vamos a frenar, sea como sea.No quiero que Eiza salga más de la casa. Mi madre tampoco. El peligro allá afuera es real, y no puedo arriesgarme a perderlas. Ya he agilizado la seguridad, reforzamos todo. Nadie va a poder salir ni entrar sin que lo sepamos. Pero eso no quita que la amenaza siga ahí. ¿Kadir está actuando solo? Esa pregunta me da vueltas en la cabeza. No lo sé. Es posible que alguien lo esté ayudando, pero ¿quién? Incluso sus propios padres dicen que no tienen idea de dónde está.La idea de que pueda esta
EizaMe mordía las manos, una y otra vez, mientras la ansiedad me devoraba. No podía contarle todo, no a él. El riesgo era demasiado alto, y si tomaba la decisión equivocada, todo podría desmoronarse. El peligro acechaba a cada paso y sabía que una jugada en falso podría terminar en algo peor. Estaba esperando esa m*****a llamada para saber si tenía el dinero suficiente, y si lo tenía, entregarlo de una vez por todas. Pero no podía confiar en Kadir, nunca había podido.Pensé en Savanna. Ella podría ayudarme, tal vez hasta sacarme de este lío. Pero si la involucraba, la estaría exponiendo a algo demasiado peligroso. No quería arrastrarla a esto. Savanna no merecía esa carga. Esto era mío y solo mío. Me dejé caer al borde de la cama, con el corazón latiendo como loco. ¿Había hecho lo correcto? ¿O estaba caminando hacia mi propia ruina?El reloj seguía avanzando, y Kadir... él seguía sin dar señales. Había pasado una semana y la incertidumbre me estaba destruyendo. Necesitaba aire. Salí a
Erin La sonrisa no podía desaparecer de mi cara cuando Kadir me llamó para decirme que nuestros planes estaban en marcha. Me había sumergido profundamente en la idea de justicia desde que atacamos a la madre de esa promiscua, Eiza. Sin pensarlo dos veces, le dije que mi hermano y yo nos iríamos a un condado este sábado.Era nuestra oportunidad.Haria algo grande, secuestrar a esa desgraciada y dejar que él se encargara de matarla. Así mi venganza sería rápida, efectiva, sin tener que ensuciarme las manos. Solo imaginar a Emir, mi querido hermano, sufriendo, llorando y hasta queriendo suicidarse cuando descubriera que su querida Eiza estaba muerta... no pude evitar reír a carcajadas. —Todo sería perfecto.Mi risa se desvaneció cuando vi a mi hija acercarse, agarrada de la mano de su padre. Ni siquiera me quiso dar un abrazo, me tenía miedo. Eso me hacía sentir poderosa. Le sonreí de forma suave, intentando sonar afectuosa. —Cariño, ¿cómo estás? —Hola, mami —me respondió cortante, ape
Emir..Al salir de la reunión de la empresa, dejé claras las indicaciones a mi asistente y a los socios mayoritarios. Este sábado no podré estar presente debido a una reunión familiar, pero me aseguré de que todo quedara en orden. Firmé los documentos necesarios, revisé las estadísticas de ventas y me tranquilizó ver que, afortunadamente, todo estaba mejorando. Pedí a Andrew que me llevara a casa, ya que tenía que reunirme con mi madre, y hablar sobre el viaje de mañana. Había que entregar la mitad de la herencia a esa mujer cuanto antes. Ella estaba decidida a irse del país, y la verdad, lo prefería así. No quería que siguiera cerca, y menos aún que Osvaldo se metiera en todo esto. Ese hombre es peligroso; si ella lo lleva consigo, podría quitarle todo a ella.Al llegar a la residencia, saludé a todos los presentes. Conversé un rato con mi madre y Laurien, mientras los pequeños jugaban. Al verme, el señor Pablo me saludó con un aire de vergüenza, pero le respondí con cortesía. En ese
EizaFinalmente, mi esposo había llegado al condado junto a su madre, gracias a Dios. Solo espero que no tenga ningún conflicto con ese par de arpías. Fui a ver a mi madre y la ayudé a levantarse para que tomara una ducha. Luego entré a ver a mis niños; mi pequeña ya estaba jugando en su andador, y mi hijo la ayudaba. Sandra, como siempre, estaba pendiente de ellos. Entré a la cocina y les pedí que sirvieran el desayuno, pero me di cuenta de que Carmela no estaba. —¿Dónde está Carmela? —le pregunté a la servidumbre. —Fue a hacer unas compras, salió hace un rato—respondió una de las chicas. —¿Salio hace un rato? —repetí, sorprendida—. Pensé que dejé claro que no quiero a nadie fuera de la residencia, mas al saber que ese tipo anda suelto.—No, señora, pensé que usted le había dado la orden, de ir al mandado. En ese momento, la puerta de la cocina se abrió, y Carmela entró. —Carmela, por favor, ¿por qué te saliste, tu sabes el peligro que hay afuera con kadir suelto? —Señora, di