—¡Auxilio! —el grito de ayuda llego a mis oídos como un susurro proveniente de la torre. No dudé en correr escaleras arriba, yendo de dos en dos con mi pulso acelerado, teniendo un mal presentimiento. Al acercarme la voz se oyó más fuerte, con el toque de angustia en ella—¡Alguien ayúdeme! ¡Por favor! —reconocí a la dama de compañía de Helen aferrada al marco de la puerta, llorando fuera de la torre.
—¿Qué sucede? —pregunté asustado al verla tan conmocionada.
—Alteza, es Helen —me tomó del brazo para llevarme adentro, olvidando por completo el protocolo.
No tuve tiempo de reaccionar y mi mente quedó en blanco al encontrarla tirada en el suelo junto al
Acaricié su mano, pensando en cuanto daño nos habíamos hecho estos últimos días. Dentro y fuera del palacio los rumores ya debieron esparcirse. No tenía idea como nos verían de ahora en adelante y francamente poco interesaba. Cortaría la mano de quien se atreviera a señalar a la Princesa de alguna falta. Helen siempre temió lo que el pueblo pensaba de ella y si alguien se atrevía a juzgarla o burlarse de ella, eso la entristecería mucho. La princesa amaba a sus súbditos y siempre temió no cumplir con sus expectativas. Cuando despertara lo mejor sería decirle que lo ocurrido era un tema que se quedaría solo dentro del palacio y que todos los involucrados tenían prohibido hablar de ello. Ella era muy sensible y una mentira piadosa seria lo mejor.Mi padre acababa de irse, después de hacer las pac
Daria todo por ella.Repetí de nuevo en mi mente al verla postrada.Helen era tan bella, tan noble. No merecía esto. Si la hubiera dejado irse con ese chico no estaría luchando entre la vida y la muerte por mi culpa. ¿Qué debía hacer ahora? La amaba y me preocupaba dejarla ir con un completo desconocido. ¿Y si ese hombre le hacía daño? ¿Y si él solo jugó con ella y se aprovechó de su inocencia? No quería dejarla ir con alguien que ni ella misma conocía.Mantenerla a mi lado seria lo correcto, pero ¿Por qué no puede amarme como yo lo hago con ella?—Alteza, ya he terminado —Briana me habló en un tono dulce y compasivo.Me e
El sol en mis parpados me despertó. Parpadeé, reconociendo vagamente los muros a mi alrededor. Mi habitación pareció recibirme con los brazos abiertos, iluminada y cálida, tal como la recordaba. Al bajar la vista reconocí la desordenada melena cobriza del príncipe.La última vez que lo vi, Mael y yo discutimos en la torre mayor y ahora yo estaba acostada sobre mi cama, con mi mejor amigo ocultando su cabeza entre las sábanas.—¿Mael? —mi voz salió ronca.¿Por qué estaba aquí conmigo? ¿Qué hacía yo en mi habitación?El príncipe levantó el rostro, buscándome con aspecto confuso. Su mirada se mantuvo en la mía, haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas y soltara un suspiro de alivio, lanzandose sobre mi para darme el abrazo más fuerte que me hubiera dado.—¡Helen! Amor, pensé que no despertarías —su voz denotaba preocupación y antes de que pudiera protestar se alejó para dejarme respirar. Tomó mis mejillas con ambas manos para poder verme bien, con su pulso tembloroso y un aspecto de
—El anillo regresó a tu mano —fue lo primero que dijo Nathaniel, hablando con pesar al verme ingresar a su celda. El ambiente se sintió tenso, no fue como recordaba que se sintiera estar cerca de él. Pudo deberse al lugar en donde lo veía esta vez, nada parecido a los jardines, llenos de vida y armonía. El calabozo no era un sitio donde alguna vez pensé encontrarlo. Bajé la mirada, avergonzada al saber que yo era la única causante de su desdicha. Nathaniel me miró desde el suelo, en donde estaba sentado. En un rápido vistazo logre distinguir su hombro y torso vendado, comprobando que Mael no mintió sobre eso, lo que hizo que mi corazón saltara. El Príncipe a pesar de todo fue tan bueno como para dejarlo vivir, algo que ningún otro hombre hubiera hecho. Negue con la cabeza, procurando despejar mi mente para poder enfocarme en lo que tenía que decirle al hombre frente a mí. Me acerqué a él con pasos lentos, sintiendo la atenta mirada de los guardias clavada en mi espalda. No me sent
Hace mucho tiempo atrás, en el siglo XI, existió al sur de Éire un pequeño poblado, recordado por su bello paisaje, repleto de prósperos bosques y lagos de aguas cristalinas. Las flores adornaban con los tonos más vibrantes cada esquina, volviendo el pueblo un lugar de belleza sin igual. El paisaje era tan mágico que se podía imaginar a las hadas juguetear por los bosques apenas se ocultaba el sol, o por lo menos es lo que mi madre me contaba antes de arroparme.Crecí corriendo libre y feliz por las praderas, para poder llegar a casa después de ayudar a mi padre a vender en el mercado. Vivíamos en un molino, que mi yo de 6 años lo veía enorme y majestuoso. Mi infancia fue muy feliz, al lado de mi mis padres y mi hermano recién nacido.Puedo recordar muy poco de la noche de la tragedia. Yo dormía tranquila, cuando unos gritos y el calor del fuego me despertaron. Mi hermano lloraba mientras yo me sentaba tallando mis ojos. Mi madre solo me cargó sacándome de ahí con rapidez, pero un hom
Me encontraba sentada frente al grande y elegante comedor. Las familias nobles de la región nos acompañaban, platicando amenamente, celebrando mi compromiso con el príncipe Mael. Esa cena era la más importante en años y yo me sentía incapaz de probar bocado. Un nudo llevaba semanas implantado en mi estómago, reacio a moverse de ahí.Mael me tomó de la mano por debajo de la mesa, procurando que nadie nos viera, ya que era mal visto un contacto así en público. Me dio un pequeño apretón, llamando mi atención y cuando volteé a sus ojos celestes, acompañados de una resplandeciente sonrisa, no pude evitar sonreír también. Ese gesto significaba que no quería que olvidara que estaba ahí para mí y la verdad eso era algo imposible de hacer. Cuando su mano liberó la mía y volteó a platicar con el invitado que tenía al lado, bajé mi rostro viendo a la sopa, ocultando mis ojos llorosos sin evitar sentirme culpable.Verlo feliz siempre me hizo feliz, pero desde el compromiso, muchas cosas cambiaron
La luz del sol molestó a mis parados todavía cerrados, cuando mi dama de compañía abrió de golpe las cortinas, apremiándome para levantarme.—Briana —le reproché cubriéndome hasta la cabeza con una manta, que después me quitó de un jalón—, ¡oye! —me quejé molesta sentándome sobre la cama, tallando mis ojos y corriendo mi maquillaje del día anterior.—Déjame limpiarte el rostro —dijo amable, arrodillándose a mi lado, pasándome un paño húmedo por la cara. Al terminar de hacerlo me ofreció un cuenco con agua, en donde sumergí mis mejillas, mojando después mi cuello para refrescarme un poco.—¿Por qué tanta insistencia en levantarme tan temprano? —la reprendí, haciéndole notar mi mal humor por dormir tan poco tiempo.—El Príncipe te espera abajo —su tono fue inusualmente serio.No me sorprendió su cambio de actitud conmigo cuando me comprometí. Briana siempre estuvo enamorada de Mael, aun sabiendo que era algo imposible y al verme a mí, su amiga de la infancia comprometerme con el hombre
Las escasas nubes danzaban con lentitud en el cielo despejado, permitiendo que los rayos del sol buscaran mí piel, al mantener una mano fuera de la ventana con la palma en alto para sentir su calor. Todo fuera del castillo parecía distinto. Incluso respirar me era más fácil. Las hojas de los árboles brillaban mostrándose de un verde radiante; El aire era más ligero y conforme el carruaje se acercó al pueblo el aroma a pan caliente inundó mis fosas nasales.Un vago recuerdo de mi infancia me golpeó de pronto. Mi madre preparaba la harina desde muy temprano y todas las mañanas acompañaba a mi padre a vender el pan al lugar al que ahora me dirigía. Tanto había cambiado desde entonces. La sonrisa se esfumó de mi rostro al pensar por un momento que quisa no sería bien recibida por la gente. Todos en el reino conocían bien mi historia y la abrumadora idea de que me vieran como la niña oportunista hizo que me apartara de la ventana por primera vez desde que salimos del palacio.—¿Todo bien?