Pasé otra noche despierta, con los recuerdos atormentando mi velada, repasando cada escena de lo ocurrido una y otra vez, haciendo que a mi mente llegara un rostro en particular, uno que había ignorado y quizá haya tenido más participación en lo ocurrido de lo que aparentó. En el momento que Mael llegó hasta nosotros lo hizo acompañado del Príncipe Kenneth, cuyas palabras hacían ruido en mi cabeza “Debiste haberme escuchado”. ¿Tuvo él algo que ver con la repentina llegada de Mael y su Majestad? ¿Les habrá mandado cartas para informarle sobre Nathaniel y yo? o ¿solo fue una terrible casualidad su regreso al tiempo de mi huida?
La puerta crujió abriéndose, obligándome a concentrarme.
—¿Pudiste hablar con él? —fue lo primero que dije al ver a Briana hacerse camino en la torre, cargando antorcha en mano, una que fue directo a colocar en su l
“Nadie lo ha atendido aun” “Su majestad no ha decretado ninguna orden sobre su vida” “Que yo sepa tampoco lo han alimentado” “Debes ser fuerte” Fueron las palabras que Briana me dijo cuando fue a visitarme por la tarde, ayudándome a tomar un baño con una tina que apenas si pudieron ingresar por la puerta. Cuando ella se fue y la noche cubrió la torre con su oscuro manto ya no pude aguantarlo más y golpeé la puerta, gritando a todo pulmón el nombre de Mael, en espera de una respuesta que nunca llegó. Lloraba pegada a la vieja madera, anhelando una señal que me diera las fuerzas necesarias para sobrevivir a tal agonía. El cansancio terminó por vencerme y me quedé dormida justo ahí, con la mejilla pegada a la puerta, intentando escuchar lo que fuera tras las gruesas paredes. Sentí que perdí la noción del tiempo y no supe en qué momento me
Los pajarillos cantaban alegres, revoloteando con sus alas de todos colores fuera de la pequeña ventana, como si quisieran hacerme sentir miserable al presumirme de aquella libertad a la que yo jamás tendría acceso. Incluso algunos fueron tan descarados como para adentrarse en la torre y robar de mi comida. De todas formas, terminé agradeciéndoles, pues Bri veía que por lo menos “comía” la mitad de mi plato y eso la tranquilizaba un poco.Estaba siendo injusta con mi amiga, la única que seguía ahí, viendo como día a día me consumía la tristeza y sin embargo, se esforzaba por darme ánimo y mantenerme cómoda pese al lamentable lugar en donde me encontraba. Se esmeraba en arreglarme para mi inminente reencuentro con Mael, trenzando mi cabello y vistiéndome con los vestidos m&aac
Cerré la puerta con mi mente todavía atormentándome. Sus gritos y los golpes en la madera hacían eco en las escaleras, perdiéndose en el silencio del corredor. Helen me rogaba a todo pulmón que acabara con su vida, haciéndome creer que sin ese hombre ya nada más tendría sentido para ella. ¿Cómo es que podía amar más a ese plebeyo por sobre mí? Bajé los escalones un paso a la vez, con su voz dando vuelta en mi cabeza. Odiaba escucharla llorar. No podía seguir oyendo esa voz desgarradora gritando que quería morir. Cubrí mis orejas como si me protegiera de un ruido fuerte, cuando en realidad apenas si era perceptible a mitad de las escaleras. Su traición me quemaba por dentro, consumiéndome cada que imaginaba a mi prometida en brazos de otro hombre. De pronto deseé desde mi enojo no volver a verla jam
—¡Auxilio! —el grito de ayuda llego a mis oídos como un susurro proveniente de la torre. No dudé en correr escaleras arriba, yendo de dos en dos con mi pulso acelerado, teniendo un mal presentimiento. Al acercarme la voz se oyó más fuerte, con el toque de angustia en ella—¡Alguien ayúdeme! ¡Por favor! —reconocí a la dama de compañía de Helen aferrada al marco de la puerta, llorando fuera de la torre.—¿Qué sucede? —pregunté asustado al verla tan conmocionada.—Alteza, es Helen —me tomó del brazo para llevarme adentro, olvidando por completo el protocolo.No tuve tiempo de reaccionar y mi mente quedó en blanco al encontrarla tirada en el suelo junto al
Acaricié su mano, pensando en cuanto daño nos habíamos hecho estos últimos días. Dentro y fuera del palacio los rumores ya debieron esparcirse. No tenía idea como nos verían de ahora en adelante y francamente poco interesaba. Cortaría la mano de quien se atreviera a señalar a la Princesa de alguna falta. Helen siempre temió lo que el pueblo pensaba de ella y si alguien se atrevía a juzgarla o burlarse de ella, eso la entristecería mucho. La princesa amaba a sus súbditos y siempre temió no cumplir con sus expectativas. Cuando despertara lo mejor sería decirle que lo ocurrido era un tema que se quedaría solo dentro del palacio y que todos los involucrados tenían prohibido hablar de ello. Ella era muy sensible y una mentira piadosa seria lo mejor.Mi padre acababa de irse, después de hacer las pac
Daria todo por ella.Repetí de nuevo en mi mente al verla postrada.Helen era tan bella, tan noble. No merecía esto. Si la hubiera dejado irse con ese chico no estaría luchando entre la vida y la muerte por mi culpa. ¿Qué debía hacer ahora? La amaba y me preocupaba dejarla ir con un completo desconocido. ¿Y si ese hombre le hacía daño? ¿Y si él solo jugó con ella y se aprovechó de su inocencia? No quería dejarla ir con alguien que ni ella misma conocía.Mantenerla a mi lado seria lo correcto, pero ¿Por qué no puede amarme como yo lo hago con ella?—Alteza, ya he terminado —Briana me habló en un tono dulce y compasivo.Me e
El sol en mis parpados me despertó. Parpadeé, reconociendo vagamente los muros a mi alrededor. Mi habitación pareció recibirme con los brazos abiertos, iluminada y cálida, tal como la recordaba. Al bajar la vista reconocí la desordenada melena cobriza del príncipe.La última vez que lo vi, Mael y yo discutimos en la torre mayor y ahora yo estaba acostada sobre mi cama, con mi mejor amigo ocultando su cabeza entre las sábanas.—¿Mael? —mi voz salió ronca.¿Por qué estaba aquí conmigo? ¿Qué hacía yo en mi habitación?El príncipe levantó el rostro, buscándome con aspecto confuso. Su mirada se mantuvo en la mía, haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas y soltara un suspiro de alivio, lanzandose sobre mi para darme el abrazo más fuerte que me hubiera dado.—¡Helen! Amor, pensé que no despertarías —su voz denotaba preocupación y antes de que pudiera protestar se alejó para dejarme respirar. Tomó mis mejillas con ambas manos para poder verme bien, con su pulso tembloroso y un aspecto de
—El anillo regresó a tu mano —fue lo primero que dijo Nathaniel, hablando con pesar al verme ingresar a su celda. El ambiente se sintió tenso, no fue como recordaba que se sintiera estar cerca de él. Pudo deberse al lugar en donde lo veía esta vez, nada parecido a los jardines, llenos de vida y armonía. El calabozo no era un sitio donde alguna vez pensé encontrarlo. Bajé la mirada, avergonzada al saber que yo era la única causante de su desdicha. Nathaniel me miró desde el suelo, en donde estaba sentado. En un rápido vistazo logre distinguir su hombro y torso vendado, comprobando que Mael no mintió sobre eso, lo que hizo que mi corazón saltara. El Príncipe a pesar de todo fue tan bueno como para dejarlo vivir, algo que ningún otro hombre hubiera hecho. Negue con la cabeza, procurando despejar mi mente para poder enfocarme en lo que tenía que decirle al hombre frente a mí. Me acerqué a él con pasos lentos, sintiendo la atenta mirada de los guardias clavada en mi espalda. No me sent