Capítulo 32. Diosas.

Emma Spencer.

Lo último que recuerdo es el intenso dolor de mi cuello… ¡Ah! Y el orgasmo… ¡Oh! ¡Pero que orgasmo me provocó Parker! En toda mi vida me había sentido así. Nunca había tenido una conexión tan grande con alguien. Es como si él supiera exactamente cómo y dónde tocarme, enloqueciéndome de placer.

Suspiro y digo, “Mia, ¿estás ahí?”

“¿Mia?”

Entre la oscuridad, veo que la luz llega suavemente, aclarando la imagen que se despliega ante mi vista. A lo lejos, veo la silueta de tres mujeres caminando hacia donde estoy. Sé que son mujeres porque llevan ligeros atuendos que bailan con la tenue brisa.

El espacio en donde estoy es como un bosque al lado de un río. Puedo sentir la brisa en mi cara, escuchar el sonido del agua y oler la tierra húmeda. Sí, esto es un sueño, es uno verdaderamente vivido.

“¿Aló? ¿Me escuchan? ¿Dónde estoy?”

Las tres mujeres se quedan delante de mí observándome. Sus caras no arrojan nada. Una de ellas tiene su cabello rubio casi blanco y la otra es de color
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