Tanto Aike como yo decidimos transformarnos para llegar en poco tiempo a la manada, dejando a los alfas a cargo de Adrien, a quien supongo que nadie debe ver en este preciso instante, con todo el revuelo que debe formarse, considerando todos los lobos que lo apoyan, a pesar de suponerlo muerto.

Quizás alguno dirá que lo han estado escondiendo, tal y como espetó Kala hace un rato y, sí, alguien lo estuvo ocultando, pero no en esta manada, para sorpresa de hasta su propia familia.

De seguro lo llevarán al ala alfa, a sus antiguas habitaciones, tal y como temía desde el momento en que lo vi en el prado, cuando pensé que lo perdonarían solamente por ser un alfa.

Lo cierto es que no lo han perdonado, pero, por la razón que sea, ha terminado justo donde pensé que iba a quedar y me pregunto todavía, si es que alguien debe creer en su arrepentimiento.

“Nos quitó la marca”, dice Aella y yo pongo los ojos en blanco.

“Eso no me devolverá a mis padres”, le respondo algo molesta, “él debe pagar, d