Capítulo 32

Ariam yacía en su lecho, rodeada de cojines y mantas suaves, que la acunaban como si fuera una frágil muñeca de porcelana. A través de la ventana, podía divisar el resplandor del sol y el canto de los pájaros, que la envolvían en una sensación de paz y tranquilidad. Su piel, aún pálida por el dolor, brillaba bajo la suave luz de la mañana, mientras que su cabello oscuro caía en cascada por su rostro como una cortina de seda. A pesar de la gravedad de su herida, Ariam había sido bendecida con una recuperación inesperadamente rápida, y su cuerpo se estaba curando más rápido de lo que cualquier médico habría pronosticado. Sin embargo, todavía se sentía un poco adolorida y fatigada, por lo que pasaba la mayor parte del tiempo descansando en la cama, dejando que su mente divagara en sus pensamientos más profundos.

Gaurí había convertido la habitación de Ariam en un santuario lleno de flores y fragancias, intentando alejar cualquier rastro del ambiente hospitalario. Con su impecable traje y
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